El desarrollo debe ser acorde con inversiones

Uno de los grandes problemas que enfrentan los países del Tercer Mundo es buscar inversiones, pero sin mostrar rubros en los que los inversionistas de capital financiero, tecnología y valores humanos puedan invertir; en otras palabras, no hay estudios completos sobre las posibilidades y riquezas que tiene el país como para ser industrializado; no se tiene conocimiento sobre los aspectos en que pueden incursionar los que poseen capital tanto en inversiones en fuentes productivas de artículos de uso y consumo como en los servicios que son de uso tanto de los pueblos como de la industria ya instalada o por instalarse.

Actualmente, en Bolivia contamos con una Ley de Inversiones que, a su vez, ya cuenta con reglas de juego que garanticen esas inversiones; pero, tanto se habla de ellas que nunca se las conoce, ni en el sector público ni en el privado ni los rubros en que sería factible la inversión, porque no siempre se cuenta con estudios ni estadísticas al respecto. Buscar el desarrollo, promover su realización sin contar con inversiones no es posible, porque, en todo caso, ellas tienen que estar acordes con el desarrollo que se pretende. Es preciso entender que en una región donde hay exceso de plantas textileras no sería correcto abrir nuevas o, también, no hablar de inversiones en la minería de determinada región cuando hay exceso de empresas mineras generalmente explotadas empíricamente y no con sistemas modernos, debidamente planificados.

Las inversiones, para ser óptimas en sus resultados, tienen que estar en función de la existencia de materia prima, de seguridades de contar con mercados, de la existencia de posibilidades de exportar y, sobre todo, que sean efectivamente fuentes de riqueza que generen empleo. Compatibilizadas las inversiones con el desarrollo resultarán prácticas, rentables, sostenibles y financieramente beneficiosas.

Debemos recordar que producida la revolución industrial iniciada por Inglaterra a mediados del Siglo XVIII (año 1751), fueron Estados Unidos, Alemania, Italia, Suecia y otros países europeos conjuntamente Japón los que tomaron a su cargo esa revolución que cambiaba totalmente las reglas del juego industrial, de la capacidad productiva existente y la instalación de nuevas fuentes de riqueza que generaron empleo, y lograron convertirse en potencias productivas de bienes de consumo y servicio. Al contrario, países de América Latina y algunos países asiáticos conjuntamente África, se quedaron en condición de espectadores del desarrollo que alcanzaron los países que adoptaron las políticas del imperio inglés.

Nuestro país precisa contar con estudios muy claros y precisos sobre los rubros en que se puede y debe invertir para el logro de beneficios que creen riqueza y diversifiquen la economía. Tramitar o buscar inversionistas sobre esa base dará lugar a éxitos porque esos mismos estudios mostrarán que el país puede ofrecer condiciones y situaciones favorables para nuevas actividades industriales capaces de fortalecer la economía.