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Marilyn, a los 53 años de su muerte



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Me gustaría rescatar algo que escribí hace algún tiempo para rendir homenaje a una de las personas más emblemáticas del mundo. La mujer más conocida e imitada de la historia…

Marilyn Monroe no fue ni su primera ni su única opción de nombre artístico.

Su verdadero nombre era Norma Jean Baker Mortenson. Sin embargo, a lo largo de su vida usó muchos pseudónimos: Norma Jean, Mona Monroe, Jean Adair, Zelda Zonk y Faye Miller. No fue sino hasta 1956 cuando adoptó legalmente el nombre que la hizo mundialmente conocida.

Este mes de agosto se cumplen 53 años de la muerte de la rubia más famosa de todos los tiempos. Todos los medios de comunicación nos han vuelto a contar su historia. Hay demasiada información, pero no sabemos si es del todo cierta. Ni siquiera la que dicen que sale de la boca de la propia Marilyn. Hay incluso una serie de frases que circulan por Internet que se supone dijo en su día, pero nunca sabremos si hablaba con ironía, si sus palabras fueron malinterpretadas, o simplemente hacían juegos de palabras para buscar un titular.

¿Quién la conoció realmente? No creo que la llegaran a conocer ni sus propios maridos. Todos los hombres de su vida tenían un handicap muy importante, y es que no estaban  dispuestos a ser el ‘Sr. Monroe’ y seguro que pensaban eso de “no me puedo creer que se haya casado conmigo”.

Creo sinceramente que ella se cansó enseguida del papel que creó tan estratégicamente Hollywood para ella y no veía manera de escapar. En busca de cariño no cayó en buenas manos y siguió siendo esa niña perdida en busca del anhelado amor.

Dicen que era insegura, pero nadie nace siéndolo. Las circunstancias de su terrible infancia hicieron mella en su carácter y las personas que la rodearon después tampoco ayudaron.

Supongo que pensaban que al ser tan ‘poderosa’ no se merecía el cariño de la misma manera que una chica normal y que podían suplir abrazos con joyas.

Para los más simples, era una rubia tonta porque no eran capaces de ver la realidad. De ser cierto el ridículo tópico de las rubias, el volverse de pronto inteligente sería tan fácil como una elección en la peluquería y entonces habría millones de rubias estúpidas ‘camufladas’ con sus melenas morenas y así nadie descubriría su estupidez.

Para la gente normal, Marilyn Monroe además de rubia y guapa, cantaba y bailaba de una manera como ninguna otra estrella de Hollywood lo había hecho hasta la fecha, tenía un carisma fuera de lo normal y era tan enigmática que su presencia en pantalla hacía que sólo te fijaras en ella, porque inconscientemente eclipsaba al resto del reparto.

Pretendía ser respetada en Hollywood, y lo hubiera conseguido de no haber sido tan rubia, tan guapa, tan sexy, tan buena… y todas esas cosas por las que mujeres envidiosas y hombres frustrados la odiaban. Pero lo que nunca le perdonaron es que fuera más inteligente de lo que todos ellos creían y además llamara a las cosas por su nombre y dijera todo lo que pensaba.

En 1955 acudió al prestigioso Actors Studio, aunque por todos era sabido que la relación que Marilyn tenía con la cámara era un don que sólo poseían unos pocos elegidos y que difícilmente se aprendía en las escuelas de método.

Creó su propia productora, ‘Marilyn Monroe productions’, leía a Tolstoi y a Whitman y ganó un Globo de Oro como mejor actriz de comedia en 1960.

Si Marilyn viviera en nuestra era tal y como la hemos conocido, sería trending topic todos los días. Todos juzgarían cada palabra o movimiento, inventarían cada palabra de lo que dice o hace. Saldría cada semana en las portadas de la prensa sensacionalista destacando su celulitis, sus granitos, sus arrugas… y rezando eso de “¡chicas gorditas con celulitis y granos , que la gran Marilyn Monroe es igual que vosotras!”.

Daría exactamente igual que ganara un Oscar, la peor crítica se cebaría con ella afirmando que sigue siendo una rubia más y jamás le darían importancia a sus triunfos.

Y así hasta que envejeciera lo suficiente como para despertar la ternura de los más carroñeros y abatida por las malas críticas, los malos hábitos y los malos en general, cayera en el olvido porque ya habría otras estrellas a las que estrellar

Hay dos tipos de personas, los que pasan por la vida sin dejar huella y los que la dejan.  Entre los segundos, los que pueden, crean, y los que no son capaces de tanto destruyen. Ella solo quería crear y entre todos la destruyeron.

Soñaba con tener lo que nunca tuvo de niña, el amor de unos papás que la arroparan por la noche. De haber encontrado el amor verdadero, ahora posiblemente sería una persona feliz y cuidaría de sus hijos y de sus nietos como ella siempre imaginó que haría.

 
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