El nominado a Premio Nobel que murió combatiendo en la batalla de Galípoli

Este 10 de agosto pasado se han cumplido 100 años de la muerte de Henry Moseley, el joven físico británico que cayó bajo la bala de un francotirador turco un mes antes de saber si había alcanzado el reconocimiento por sus trabajos sobre el número atómico.


HENRY MOSELEY EN SU LABORATORIO. UNIVERSIDAD DE OXFORD, MUSEO DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA.
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Hacía siete meses que había empe-zado la Primera Guerra Mundial, la “Gran Guerra”, cuando el 19 de febrero de 1915 se desató la batalla de los Dardanelos con el bombardeo de la península turca de Galípoli desde buques de guerra británicos y franceses. Winston Churchill, por aquel entonces Primer Lord del Almirantazgo, había diseñado este ataque para controlar el estrecho de los Dardanelos, conquistar la actual Estambul y poder enviar armamento al Imperio ruso que luchaba desesperadamente contra los Imperios centrales: alemanes, austrohúngaros y turcos.

En Galípoli se enfrentaban los Imperios Otomano y Alemán contra los aliados: Gran Bretaña, Francia, Australia y Nueva Zelanda. Los aliados intentaron desde febrero de 1915 hasta enero de 1916 con-quistar este territorio en sucesivas oleadas de desembarcos muy sangrientos y que tan magistralmente quedaron reflejados en “Gallipoli”, película australiana de 1981 protagonizada por Mel Gibson. No lo lograron y hasta el desembarco de Normandía de 1944, los británicos fueron por ello muy reticentes a desembarcar tropas en playas de territorio enemigo. Tenían “el síndrome de Galípoli”. Se calcula que en los doce meses de campaña murieron más de medio millón de soldados. Esta batalla le costó el puesto a Churchill y en ella falleció el 10 de agosto de 1915 un científico británico brillante, Henry Moseley, por el disparo en la cabeza de un francotirador turco cuando, al mando de sus 26 soldados y en el fragor de la batalla, telegrafiaba al cuartel general solicitando refuerzos de-sesperadamente. Tenía 27 años.

UN JOVEN FÍSICO MUY PROMETEDOR

Aquella bala turca acabó con la vida de un prometedor físico y químico británico que había nacido el 23 de noviembre de 1887 y estudiado en el Trinity College de Oxford. Moseley pronto demostró unas cualidades excepcionales tanto para la Física como para la Química y tras finalizar sus estudios marchó a la Universidad de Manchester a trabajar con el físico neozelandés Ernest Rutherford (descubridor del núcleo atómico y Premio Nobel de Quími-ca en 1908 por sus pioneras investigaciones en las desintegraciones radiactivas de los elementos). Allí Moseley ayudó a afianzar el modelo atómico de Bohr y contribuyó notablemente a que el concepto de número atómico (Z) de un núcleo se consolidara como actualmente lo conocemos: el número de protones que contiene el nú-cleo o, lo que es lo mismo, una medida de su carga eléctrica en unidades del valor absoluto de la carga del electrón, que es la carga fundamental.

LA TABLA PERIÓDICA DE LOS ELEMENTOS DE MENDELÉYEV NO LO ACLARABA TODO

Ya en 1869 el ruso Mendeléyev había ordenado los entonces 63 elementos químicos conocidos de acuerdo a sus propiedades químicas obteniendo una Tabla Periódica, aunque su primera ordenación no fue muy bien aceptada por la comunidad científica de la época, debido a la gran inercia de esta comunidad. La propiedad física dominante en la Tabla de Mendelé-yev era la masa atómica y tenía la gran ventaja al predecir casillas vacías para elementos que todavía no habían sido des-cubiertos. Sin embargo, este sistema perió-dico tenía algunas dificultades e irregulari-dades. Por ejemplo, en la pareja telu- rio–yodo había que alterar el criterio de las masas atómicas crecientes para poder co-locar correctamente a esos elementos. Pa-saron más de cuarenta años hasta que Mo-seley resolvió este problema.

En 1913 Moseley estaba estudiando los espectros de rayos X (descubiertos en 1895 por Röentgen) emitidos por ciertos átomos cuando son bombardeados por electrones muy energéticos. Al hacer esto se obtienen dos espectros claramente dife-renciados: uno continuo producido por el frenado de los electrones (la radiación de bremsstrahlung) y otro discreto –caracte-rístico para cada elemento químico– como consecuencia de la reubicación de electro-nes de las capas más superiores y su poste-rior retorno a su estado fundamental, lo que da lugar a la emisión de rayos X.

MOSELEY DEMOSTRÓ LA RELACIÓN ENTRE EL NÚMERO ATÓMICO Y LA CARGA NUCLEAR DE LOS ELEMENTOS

Analizando el espectro discreto, Mose-ley encontró una fuerte correlación lineal experimental entre la raíz cuadrada de la frecuencia de los rayos X emergentes y la posición de los elementos en la Tabla Pe-riódica, lo que se conoce como Ley de Moseley. Es decir, la posición en la Tabla estaba íntimamente ligada con algo que tenían los átomos dentro, con alguna de sus propiedades fundamentales. A esa pro-piedad hoy la llamamos el número atómico (Z), pero en 1913, cuando todo o casi todo estaba por hacer, no era tan sencillo inter-pretar las cosas como ahora lo hacemos. Ese número atómico coincide con el nú-mero de electrones del átomo, y también con el número de protones del núcleo, de tal manera que la materia es eléctricamente neutra. Hasta entonces el número atómico era el lugar que ocupaba un elemento en la Tabla Periódica, un puro número sin otro significado.

NOMINADO AL PREMIO NOBEL

Moseley apenas dedicó 40 meses de su vida a la investigación y nadie sabe hasta donde habría llegado si aquella bala no hubiera acabado con su prometedora ca-rrera científica. Por estas investigaciones Moseley estaba nominado en 1915 tanto al Premio Nobel de Física como al de Quí-mica. Si no entonces, seguro que habría ganado uno de los dos algún otro año, pero no lo ganó y no se concede un Premio No-bel a título póstumo.

Rutherford quedó tan afectado por la muerte de Moseley que escribió: “Moseley era uno de los mejores jóvenes científicos que he tenido, y su muerte representa una grave pérdida para la ciencia”. Poco des-pués afirmaba: “la pérdida de este joven en el campo de batalla es un sorprendente ejemplo de la mala utilización del talento científico”. Parece ser que el hecho de que desde entonces el Reino Unido no envíe a sus científicos destacados al frente está relacionado con la muerte de Moseley en Galípoli aquel fatídico 10 de agosto de 1915.

No sabemos lo que podría haber logrado descubrir Moseley si hubiera vivido una edad intermedia para su época, 76 años, como Einstein. Ese enigma queda vagando por la península de Galípoli donde reposan sus restos en alguna fosa común y en la que un monumento erigido allí por los bri-tánicos, el Memorial Helles (un obelisco de 30 metros de altura), recuerda –junto con los de 19.000 soldados más– su nom-bre: Teniente Henry Gwyn Jeffreys Mose-ley, Royal Engineers.

AUGUSTO BELÉNDEZ/ENRIQUE ARRIBAS / MIEMBROS DE LA REAL SOCIEDAD ESPAÑOLA DE FÍSICA

 
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