[Severo Cruz]

Las aguas bajan embravecidas


No existen señales de aproximación boliviano - chilena por el momento. Las aguas bajan tan embravecidas que enturbian todo intento de acercamiento entre los dos países inmersos en un centenario conflicto. Por consiguiente se hace remoto el entendimiento bilateral con tendencia a tratar el tema marítimo.

El vecino -acá nada de hermano pueblo chileno, porque si fuera tal recapacitaría, en su accionar antiboliviano, y no nos trataría con tanta desconsideración- pretende ignorar la demanda marítima, actitud que tiene su origen en el Tratado de 1904, a fin de retener, por vida, el botín que significó la ocupación, en 1879, del Litoral boliviano, rico en recursos naturales, renovables y no renovables.

“El origen de la guerra hay que encontrarla en la ambición de Chile por adueñarse del desierto de Atacama que resultó un emporio de riqueza. Para este fin, cometió excesos como los de dictar leyes sobre la soberanía boliviana, ocupar su territorio y muchas veces pedir su compra”, escribe Rodolfo Becerra de la Roca (“Altos Estudios”, revista del Centro de Diplomados en Altos Estudios Nacionales, Año XVII, No. 35, pág. 45).

Bolivia exige a Chile la restitución de su soberanía, en el Pacífico, pero rechazando toda insinuación de compensación o trueque territorial. Pues el vecino, durante 136 años de apropiación indebida de nuestro territorio costero, ha explotado, y aún lo hace, en provecho suyo, toda la riqueza existente, en la región.

Con esa riqueza, representada por el guano, el salitre y cobre, Chile ha logrado el milagro de su prosperidad económico – financiera, que lo ubicó entre las naciones más desarrolladas del continente latinoamericano y del mundo. ¿Qué más espera Chile de Bolivia? ¿Que le entregue otra región rica y productiva a cambio de una franja que le permita a ella una salida al Pacífico?

Chile defenderá “con mucha fuerza y convicción su territorio, su mar y su soberanía. Defenderá la soberanía sobre el cielo, mar y territorio, que legítimamente nos pertenecen”, señaló, en reiteradas ocasiones, el representante de la oligarquía chilena, quien se desempeñaba como presidente de la República de Chile, Sebastián Piñera, en el pasado reciente. Véase, si hay duda, EL DIARIO de 2 de abril y 3 de junio de 2013.

Similar aseveración fue hecha, hace poco, por el jefe de la diplomacia chilena, Heraldo Muñoz, que indicó: “Vamos a continuar defendiendo sin vacilación la integridad territorial de nuestro país” (EL DIARIO, 17 de agosto de 2015).

Las declaraciones tanto de Piñera como de Muñoz ratifican la estrategia no sólo defensiva sino agresiva chilena, en cuanto se refiere a la demanda marítima boliviana.

A guisa de refrescar la memoria del canciller chileno Heraldo Muñoz, cabe recalcar, en el marco estrictamente histórico, lo siguiente: Bolivia, como consecuencia de la salvaje invasión de 1879, ha perdido un territorio de 158.000 Kilómetros cuadrados, superficie equivalente al espacio territorial de la República de Cuba. Y una costa de 400 kilómetros, con puertos como Antofagasta, Tocopilla y Cobija. Hecho que fue “oleado y sacramentado” por el Tratado de 1904 suscrito bajo presión del invasor.

En suma: por lo pronto no se avizora un reencuentro boliviano - chileno.

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