[Manfredo Kempff]

El amor del pueblo


Todos los presidentes en Bolivia han creído tener el amor del pueblo hasta que los tumbaron. Cuando cayeron, por el golpe o por los votos, volvieron a la realidad y se quejaron de la ingratitud de las masas. S. E. dice que el pueblo lo ama y que por eso, sólo por el amor popular, se ve obligado a quedarse en el poder. Afirma que no puede defraudar a los movimientos populares, a millones de bolivianos que le demuestran su cariño y su fe, como nunca antes había sucedido.

Es que S.E. era un niño y no sabe cómo era el amor del pueblo por el Dr. Paz Estenssoro, cuando multitudes de trabajadores y campesinos desfilaban por las calles paceñas y por todo el campo, fusil al hombro, vitoreándolo durante años. Y no recuerda, porque era un párvulo todavía, cómo fue el enamoramiento que provocaba el general Barrientos en las ciudades y entre el campesinado, amor ardoroso justamente de quienes enronquecían meses antes aclamando al Dr. Paz. El amor al presidente-aviador se truncó cuando murió carbonizado en un accidente de helicóptero, aunque en su tumba en Cochabamba, 47 años después, nunca le falten flores. Pero S.E. sí tiene edad para recordar que el propio general García Meza, hoy preso casi a perpetuidad, contó en su alzamiento militar con el apoyo absoluto de las Fuerzas Armadas (más respaldo aún que los generales Torres y Banzer), con el sostén entusiasta del empresariado nacional que veía alejarse el peligro de un comunismo que temía o del que tenía obsesión, y con el arrobamiento de algunos sindicatos uno de cuyos líderes le pidió con admiración o miedo la medida de sus pantalones. Así, sucesivamente, cada mandatario a su turno, creyó contar con el amor del pueblo tal como cree S.E.

Hoy, seguramente que S.E. observa incrédulo, perplejo, cómo los enormes retratos de su admirado amigo Hugo Chávez, presuntamente amado por su pueblo, son retirados del Congreso venezolano. Las imágenes de aquel semidiós populachero, dueño de vidas y haciendas hasta hace muy poco, han sido relegadas a un depósito hasta que sus partidarios quieran llevárselas al lugar que les corresponda. Mientras la mayoría opositora mande, la cara de Chávez no volverá a verse en la sede del Legislativo, porque no hay razón para ello. Sucede lo mismo con los cuadros del Libertador, de ese Bolívar chavista hecho a la idea de los revolucionarios, un Bolívar que causa desconcierto y pena por su fealdad. Ahora, según anuncia el nuevo presidente del Congreso Henry Ramos, se repondrá la figura del guerrero victorioso que conocieron los venezolanos y el mundo entero. El amor del pueblo, cuando es forzado, cuando es producto de la obediencia y el temor, no tiene otro destino que mostrar su cara fea. Por eso mismo, mucho cuidado con las fotos, retratos, “gigantografías”, de S.E. que invaden todo el territorio nacional.

Antes, en Bolivia, se medía el amor o el desamor de la gente por la cantidad de golpes de Estado que el gobierno de turno neutralizaba. Cuando de un intento de derrocamiento mensual se pasaba a uno semanal quería decir que el pueblo ya no estaba muy feliz. Ahora, en plena democracia, son los paros, huelgas de hambre, marchas, crucifixiones, las que miden si un presidente es amado o no. Si el mandatario es generoso con las masas y regala, como si fuera de su propio peculio, todo lo habido y por haber, por supuesto que será aclamado. Si los recursos se agotan y las promesas no se cumplen la pasión amorosa desaparecerá de inmediato.

Por eso S.E. está tirando la casa por la ventana, por eso ofrece la luna y el sol, para que las multitudes sigan coreando su nombre, para comprar un respaldo que hace unos años lo tenía gratis, sin necesidad de que, para quedarse en el Gobierno, tuviera que vaciar las arcas nacionales. Ahora, para que el amor del pueblo le dure hasta el referéndum del 21 de febrero, S.E. se ha encargado personalmente de aprovechar las facilidades aéreas que le da el poder, entregando obras u ofreciéndolas por costosas que sean. El Vice, para lograr el mismo objetivo, está desesperado enviando mensajes crípticos a la gente en algunos casos, rogando en otros, o amenazando. Todo el Gobierno se ha movilizado en busca del “SÍ” a la prórroga y el Gabinete ha quedado descuartizado con ministros asignados a los diversos departamentos para demostrar el 21 de febrero que el pueblo ama a S.E. El miedo a una derrota, que parece sentenciada, tiene al MAS en una situación tal que lo hace atropellar al Tribunal Supremo Electoral y presionar al Tribunal Constitucional a falta de un real apoyo popular desvanecido. El error del Gobierno de poner en subasta la popularidad de S.E. lo pagará muy caro en el referéndum que viene.

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