De “mochilero”

Febo Flores Meneses

Aprovechando los feriados de fin de año, muchos optamos por viajar, pues se dice que es la mejor forma de renovarse. Visitar pueblos turísticos, ciudades vecinas y, si las posibilidades nos permiten, el exterior, escoger la puerta de entrada de turismo a nuestro país, es decir por Desaguadero o Copacabana, con rumbo al centro arqueológico de Sudamérica, Cusco, permite compartir en dicho viaje la experiencia de turistas provenientes de diferentes partes del mundo, en un viaje que por tierra dura unas 13 horas aproximadamente.

Se dice que el recuerdo que se lleva una persona de algún lugar depende de la primera y última impresión que obtengan del mismo y la oficina de migración en Desaguadero, lado boliviano, se encarga de dar la peor bienvenida o despedida a turistas extranjeros, en ambientes muy incómodos, sucios, donde prima el desorden y desinformación que además de atentar contra la integridad de los usuarios, incita a que los mismos musiten en voz baja el pésimo trato que deben aguantar por casi dos horas.

Pero si hablamos de primera impresión, peor fue el impacto recibido al retornar del Perú. Lastimosamente, las mejores empresas de transporte de flotas de buses en el Perú llegan a Ecuador, Chile, Argentina, mas no a Bolivia, a no ser tomar un bus que llegue a la localidad más próxima a nuestro país, Puno. La flota de buses peruana, con elegantes oficinas y personal muy gentil y bien uniformado, invita a esperar el bus en una sala de pre embarque y, por seguridad, registran con una fotografía a todos los pasajeros. En el interior del bus muy cómodo se cuenta con una azafata que distribuye bien envasados una frazada y almohada para comodidad de los viajeros y es común que entreguen un refrigerio acorde al tiempo de viaje.

De ahí en adelante, cuando toca tomar la conexión a Bolivia ya es otra historia, diríase los peores buses, donde, aunque el chofer haga lo posible para agradar a los turistas, la mayor parte de ellos, no hispano parlantes, no llega a entender las explicaciones que el conductor hace, inclusive los que somos del lugar quedamos confundidos con información contradictoria. Además de ello hacen guardar el equipaje en la baulera del bus, sin ningún tipo de recibo, aduciendo que éste va directo hasta la ciudad de La Paz y que en Bolivia nada se pierde. Nada más falso, pues al llegar a Copacabana tuvimos que hacer trasbordo en otro proceso confuso y estresante. Al no saber a dónde dirigirse, dónde resguardar el equipaje, qué bus de conexión tomar, los turistas tienen que adivinar qué hacer y tienen que sacar conclusiones entre ellos para poder entender qué acciones tomar, en lugar de disfrutar de los paisajes y cultura característicos de nuestro país. Por ejemplo en Yunguyo, lado boliviano, se celebraba un desfile cívico, por lo que el paso a buses quedó temporalmente interrumpido; los pasajeros tenían buscar caminos alternativos rodeando la plaza principal por callejones laterales.

Con razón muchos de los turistas que llegan a Bolivia usan mochilas, es la única forma de sentirse seguros de estar con ellas. Las agencias de turismo o transporte no se responsabilizan por éstas; los visitantes tienen que tener resistencia para viajar en buses incómodos, tienen que estar siempre muy atentos y perceptivos, no tienen que tener ganas de ir muy frecuentemente al baño para hacer sus necesidades, tienen que estar dispuesto a comer lo que se encuentra y a la hora que se pueda. Tienen que tener mucha paciencia y tolerancia para resistir el desorden y, sobre todo, deben tener mucha suerte de que en el tramo no les toque una marcha o bloqueo que impida una pronta llegada para reponerse del cansador viaje, especialmente por los efectos de la altitud que son muy molestos.

En fin, con esta experiencia se concluye que para venir a La Paz, Bolivia, tienen que ser muy fuertes, mental como físicamente, a esas personas valientes las llamamos con cierto desprecio “mochileros”.

feboflores@hotmail.com

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