[José Alberto Diez de Medina]

Los juramentos de Bolívar


Son muy conocidos los dos primeros juramentos de Simón Bolívar, el primero cuando falleció su esposa María Teresa Rodríguez del Toro, por esa enfermedad contraída en las tierras de América, una malaria fatal, que dejó al futuro Libertador en desolación, angustia y soledad. En esas condiciones tan deprimentes pronunció su primer juramento. Por fidelidad a la esposa amada juró: “No volveré a casarme, jamás”; juramento cumplido hasta su muerte.

Sabido es que el Libertador era admirador y muy subyugado por el bello sexo, sin embargo pese a las variadas aventuras y amores de su vida, nunca ofreció un matrimonio.

El segundo juramento fue en su viaje a Europa, donde conoció a la bella Fanny de Villars, que lo introdujo en los fastuosos salones de París, donde era considerado un joven príncipe millonario americano, y se mareó en esa vorágine de amores, bailes, juegos y fiestas, haciendo un derroche de dinero. Fue rescatado por su maestro Simón Rodríguez, en un encuentro casual en Europa, en el que ambos analizan: en primer lugar la situación de su patrimonio en el momento, aclarando que Simón Bolívar continuaba en posesión de bastantes recursos económicos, que su posición era millonaria; y el camino a seguir hacia el futuro americano.

En esos momentos de tanta incertidumbre, cuando era necesario contar con voces amigas sanas y desinteresadas, se presentó el sabio amigo Alexander Von Humboldt, a quien Bolívar comentó en sus amigables charlas: “La libertad de un nuevo mundo”, pero manifestó Humboldt, ¿quién será el hombre que la hará?; muy grande era la empresa.

Lo forjaremos, lo formaremos, contestó Bolívar.

Y es allí donde despertó el genio libertador, y ya en Italia, junto al fiel Maestro Rodríguez, en ese Monte Aventino, rodeado de historia, juró Bolívar:

“No daré descanso a mi alma, ni a mi brazo, mientras no arroje de la América al último de los déspotas y sanguinarios españoles”.

El tercer juramento es poco conocido. Ya en el año 1823, el ejército libertador pasaba por un pueblo peruano, Cajamarca, lugar donde el conquistador español había inmolado al último Inca Atahuallpa, después de ofrecer su libertad a cambio de llenar de oro el cuarto donde se encontraba el Inca. Cumplido el trato, el conquistador español no tuvo ningún miramiento en asesinar al monarca americano.

En el lugar, en Cajamarca se ha colocado una Cruz de Piedra, con una placa conmemorativa.

El Libertador emocionado y alterado frente al crimen cometido, juró frente a la Cruz de Piedra: “Juro vengar la muerte de Atahuallpa”.

Después de Pichincha, el ejército libertador ingresó al Perú por el Callao, Bolívar organizó un nuevo ejército, triunfando en Junín posteriormente. Su lugarteniente Sucre triunfó nuevamente en Ayacucho, venciendo a los aguerridos españoles, quedando preso incluso el Virrey del Perú, destruyéndose de esta manera la presencia española en América.

Tal fue el cumplimiento de su último juramento.

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