Las autonomías, un salto al vacío


 

A esta altura de la evolución política de la humanidad, la conformación y consolidación de las nacionalidades en naciones se ha impuesto de manera absoluta; sin embargo, no dejan de presentarse excepciones que, perdiendo la perspectiva de la realidad, miran hacia atrás y niegan el futuro.

Tal el caso del proyecto de convertir en Bolivia algunas nacionalidades (inclusive algunas en desaparición) en republiquetas, lo que, finalmente, está destinado a atomizar y destruir la nación formada difícilmente a lo largo de dos siglos, sobre la base de gigantescos sacrificios.

La humanidad se encuentra en la época de la formación de naciones. Desde mediados del siglo pasado, nació gran cantidad de ellas, conformando una realidad mundial de proporciones innegables. En efecto, cuando se fundó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), solo contó con alrededor de 40 miembros (uno de ellos, Bolivia), para llegar al presente a 192 integrantes, es decir un crecimiento del alrededor de 500 por ciento y con la perspectiva de llegar a mayor número a corto plazo.

Pero, mientras la marcha de la humanidad se dirige hacia ese gran objetivo, en Bolivia se hace lo contrario con base en utopías anarquistas y populistas, vale decir que se desintegra la nación y se hace lo posible para retornar al pasado, concepción que es reflejo del desconocimiento e incomprensión de las leyes del desarrollo del pensamiento político humano. En efecto, se trata, además, de aplicar al desarrollo de nuestra sociedad fórmulas físicas de la naturaleza y no las propias de su existencia.

Una prueba objetiva de esa concepción política, poco menos que anacrónica y a cuyas excentricidades se trata de encarrillar al país, consiste en imponer y hacer marchar las manecillas del reloj del Órgano Legislativo de la plaza Murillo en sentido contrario al avance del tiempo y lo que sucede en todos los relojes del mundo. En otro ejemplo similar, esa actitud es comparable a la de la mujer de Lot, que por mirar hacia atrás, quedó paralizada como una estatua de sal, fenómeno que le ocurre a cualquiera que ve el “proceso de cambio” como hacer retroceder la historia a los tiempos de las cavernas.

Que las “autonomías” dispongan de territorios libres, autoridades ejecutivas independientes, sistema legislativo propio, etc. tiene proyección riesgosa para la nacionalidad, pues, a no dudar, podrán ser la base para que en el futuro propongan establecer Estados independientes, Constitución propia, representación ante organismos internacionales e independencia en todo sentido, con el riesgo, además, de ser fuente de “contagio” para otros núcleos sociales, lo cual significará debilitar y desintegrar la Nación boliviana y ni qué decir, olvidar la célebre sentencia del Mariscal Antonio José de Sucre: “Conservar por entre todos los peligros la existencia de Bolivia”. En síntesis, se trata de dar un salto en el vacío o en términos más gráficos, sembrar nubes para cosechar tempestades.

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