[Manfredo Kempff]

Maduro y el juego con los militares


Todos somos testigos de que Venezuela vive un desbarajuste político y económico sin precedentes y que el presidente Nicolás Maduro resultó tan improvisado como Hugo Chávez, pero más torpe, menos hábil en su trato con el adversario. Maduro se ha burlado de la Constitución, no ha podido abastecer las necesidades primarias de su pueblo, y sin ningún horizonte posible prácticamente ha declarado una suerte de estado de guerra, y ha exhortado a los militares a que defiendan la Revolución Bolivariana, se supone que a tiros si llega a ser necesario.

La Asamblea Nacional que cuenta con una enorme mayoría opositora está inmovilizada, porque el Gobierno presiona a la justicia contra la oposición parlamentaria y los magistrados obedecen a ojos cerrados, anulando toda acción que se apruebe contra Maduro. Es decir que jueces y fiscales tienen más poder que los legisladores y como reciben buen trato del palacio de Miraflores se han convertido en incondicionales del régimen. Así no se puede vencer democráticamente al oficialismo.

Con el acceso de Julio Borges a la presidencia de la Asamblea Nacional ha llegado también una declaración de los asambleístas manifestando que Maduro ha hecho “abandono del cargo presidencial” y que, por tanto, sus acciones son nulas y su investidura inexistente. Asimismo, Borges ha reflexionado a la Fuerza Armada Nacional (FAN) expresándole que su deber es garantizar que “el pueblo vote” y que los militares deberían ser los herederos del Ejército del Libertador y no recordados como meros “guardianes de Maduro”.

Tocar a las Fuerzas Armadas en todas partes del mundo y mucho más en Latinoamérica es algo muy peligroso. Y si los militares están bien pagados y tienen una importante cuota de poder como es en el caso venezolano, está clarísimo que la reacción del ministro de Defensa y Comandante de la FAN, general Vladimir Padrino, no podía ser otra que ese rosario de consignas chavistas con que respondió a Borges y su adulona y renovada adhesión al Gobierno.

En Bolivia nadie nos cuenta cuentos sobre golpes a los que ya estamos viejos. Entre la derecha y la izquierda se han remecido nuestras Fuerzas Armadas. Y siempre ha sido lo mismo. Aparente respaldo al “gobierno legalmente constituido”, luego algunos rumores de descontento, ruido de sables, hasta que se levanta una guarnición en Montero, Trinidad, Cochabamba o donde sea y se arma la de San Quintín. Es lo que se llama el “efecto dominó”, cuando una unidad se subleva al Alto Mando y comienzan a plegarse una división y otra y otra y en 24 horas los juramentos de lealtad son papel mojado.

Eso va a suceder en Venezuela aunque el general Padrino vocifere lealtades a granel. Pero lo grave es que el propio Maduro sabe que va a sucederle de todas maneras. Su disyuntiva está en si la FAN va golpear para echarlo de una vez del gobierno o si va a golpear para clausurar la Asamblea Nacional y sostenerlo en el mando a cambio de más granjerías y más poder. La salida política venezolana pasa al parecer por las bayonetas. En suma: o se levantan los militares que se sienten maltratados y quieren una democracia real echando a Maduro, o se monta un escenario golpista para acallar a la Mesa de Unidad y la Asamblea con lo que la dictadura pasaría de las triquiñuelas políticas y las arengas bolivarianas a los blindados en las calles, aunque sea con un Maduro como fantoche en Miraflores.

El problema está en que Nicolás Maduro no quiere perder el mando pese a los desatinos cometidos, como no lo quiere ceder ninguno de los mandatarios que siguen la línea del chavismo. Creen que han llegado al poder para quedarse, aunque uno a uno se están yendo porque así lo quiere la gente. Maduro prefiere salir como un presidente derrocado por un golpe militar que vencido por la Mesa de Unidad. Así por lo menos tendría un justificativo para irse de Caracas a bordo de un avión militar que lo dejaría en alguna isla del Caribe y no tendría que sufrir la humillación de entregar el mando a quienes odia con toda su alma y que lo llevarían a tribunales que no serían sumisos como hoy.

No queremos pasar por brujos ni nunca lo hemos pretendido, pero como van las cosas en Venezuela, cualquier solución pasa por los sables, una vez que hasta el diálogo propiciado por el Santo Padre ha tenido oídos sordos. Hace mucho que los militares ya tienen la sartén por el mango, pero no han reventado cohetes todavía porque están mimados y espléndidamente pagados. Mas no todos aceptan dinero ni todos están dispuesto a ser los eternos custodios de un mandatario inepto y soez.

Muy grave se pinta el futuro para esa hermosa nación y parece demasiado tarde para que quienes mandan en la Fuerza Armada puedan subordinarse a un poder civil que pudiera suceder en los próximos meses a Maduro. Sabemos que eso es imposible y que los militares, temerosos a la ley por los motivos que ellos saben, jugarán con un libreto que ya está escrito. Sin las botas no parece viable una salida a la crisis porque hoy controlan el verdadero poder.

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