[Ramiro H. Loza]

Thomas Jefferson, el político intelectual


Tercer presidente de los Estados Unidos, personaje importante de la Independencia y de las primeras décadas de esa Nación, Jefferson es la simbiosis envidiable del político, intelectual y estudioso, envidiable porque no puede concebirse al verdadero estadista sin reunir esa triple dimensión. Empero, está visto que no es esta la hora de los estadistas y que la aspiración de verlos al frente de los destinos de los países es cada vez más remota, en cuanto la astucia de los improvisados y demagogos ha sustituido la inteligencia de los hombres de Estado.

La cultura permite a los gobernantes ver en mejor perspectiva la complejidad histórica y social de los pueblos, dando equilibrio a su pensamiento, planes y programas. Descorre los velos que impiden ver la proyección universal de la realidad, ampliando los mirajes demasiado domésticos y localistas. Permite sobreponerse al prejuicio maniqueo de los “míos” y los “otros” para otorgar privilegios a los primeros y reservar el garrote para los “otros”. Una actitud como esa es la peor manera de cerrar el horizonte al bien común.

Pero volviendo a Jefferson, lo vemos titularse en Leyes en 1767, participando en los Congresos de 1774, 1775, preparatorios de la Independencia de las 13 colonias inglesas de Norteamérica el 4 de julio 1776. Junto a Benjamín Franklin y John Adams redactó el Acta de Independencia, y se le deben no pocos artículos de la Constitución que aún se mantiene vigente.

Como se ve, no fue un político improvisado y aparte de constituyente fue Gobernador de Virginia -su tierra natal- representante de la joven Nación en Francia y designado Secretario de Estado en la presidencia de George Washington. En 1796 fue elegido Presidente el federalista John Adams, y como Vicepresidente Thomas Jefferson, alta situación de la que se alejó por discrepar con la política financiera de Hamilton, titular de la cartera. A partir de entonces, junto a otros, fue gestor del movimiento republicano en oposición a los federalistas. No hay duda que su pensamiento estuvo fuertemente influenciado por el Iluminismo y la Enciclopedia, ideología transformadora de la Europa absolutista y forjadoras de la Revolución Francesa, aunque los independentistas estadounidenses tenían más a la mano el cuadro de la Republica en Inglaterra en los tempranos años de 1648, audacia que ejecutó Oliverio Cromwell.

En 1800 el voto ciudadano eligió Presidente a Jefferson, marcando los hitos más sobresalientes de su gestión: la parcelación de la grandes propiedades agrarias, pese a ser latifundista por herencia; siendo el mayor de sus hermanos abolió el mayorazgo; concedió la ciudadanía a los inmigrantes con sólo dos años de residencia, sentando una de las bases sociales de Estados Unidos; implantó la libertad de cultos en una sociedad legataria de puritanos y del anglicanismo; estableció las patentes, resguardando los derechos de los científicos.

Pero por sobre estas medidas de gobierno, irradian sus valores y principios éticos y políticos, que contribuyeron a diseñar los moldes de una sociedad moderna y democrática. Un perfil como este es inescindible de la tolerancia y de las libertades de expresión y de prensa. Su buena formación le permitió favorecer la ciencia y la investigación proyectada a la practicidad para beneficio público, campo que lo erige en precursor del progreso científico y material de Estados Unidos. Asimismo, fue modernizador de los sistemas monetarios, de pesas y medidas y otros.

No dejó de lado lo educativo y fundó la Universidad de Virginia, de la cual redactó su estatuto. Su vasta gestión abarcó también la arquitectura -que no le era ajena- y admirador del Mundo Antiguo plasmó el estilo clásico en edificios como los del Capitolio de Virginia, de la Universidad de ésta y de su propia residencia, a cuyo retiro se acogió rehusando una tercera elección. Sus años finales los dedicó a observador y consejero de su Nación para luego subsumirse en la catarsis de la eternidad bajo el halo del deber cumplido.

loza_hernan1939@hotmail.com

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