[Alberto Zuazo]

Ensañamiento con Gabriela Zapata


Empezaré por aclarar que no conozco personalmente a la señora Gabriela Zapata, tampoco tengo interés en hacerlo, pero lo que no me es indiferente observar, como periodista, es tanto ensañamiento para desprestigiarla y, peor aún, imputarle delitos que justificarían su encarcelamiento por 10 años.

A nadie puede inculpársele como delito el que tenga cierta fortuna, mientras no se pruebe fehacientemente que ha cometido algún delito público o privado. Es decir, si malversó fondos del Estado o sustrajo a alguien su dinero de manera ilícita.

Bastante se está maltratando a dicha señora porque tuvo el infortunio de un romance que pudo tener su costo, pero lo hizo con su persona y si se quiere con su prestigio. Pero en uno u otro caso, es parte de su vida privada y ella tiene que ser indiferente para el resto, haya sido buena o mala.

Cuando asistió recientemente a una audiencia judicial, la prensa informó que nadie le hizo cargo de algún acto ilícito, menos presentó los testimonios correspondientes. Salió del lugar con la misma libertad con la que ingresó.

Sin embargo, ahora un fiscal anunció que requería a un juez que a la señora Zapata se la condene con 10 años de cárcel, por presuntos “delitos de legitimación de ganancias ilícitas, asociación delictuosa, falsedad ideológica, uso de instrumentos falsificados, contribuciones y ventajas ilegítimas y uso de bienes y servicios públicos”.

Como podrá advertirse, a la señora Zapata se la considera poco menos que una delincuente consumada y peligrosa. Puede que tenga sus falencias de comportamiento personal, pero si fuera solo por estas causas, mucha gente tendría que estar en una penitenciaría.

Qué de las decenas de contrabandistas que incurren en estos delitos y probablemente de otras personas más que merecerían alguna sanción por algún ilícito que cometen, incluso a la luz pública.

La autoridad que ejerce la fiscalía del caso adujo que la pena demandada es “el resultado de los elementos de convicción judicializados oportunamente”, pero no antes, sino después del frustrado romance que tuvo con la primera autoridad de la nación.

Si se pensara y actuara con el mismo rasero con el que se la inculpa al presente, probablemente en los recintos carcelarios no habría espacio para todos ellos.

Empero, si se supone que la señora Zapata adquirió ilegalmente la fortuna que se le atribuye tener al presente, quiere decir que todos los empresarios y personas que se dedican a los negocios tendrían que tener algún cuidado para acumular fortuna.

Para que no se repitan por lo menos estas amenazas judiciales, de sufrir penas corporales de tanta magnitud, sería bueno que se emita alguna disposición legal, indicando que los bolivianos pueden alcanzar hasta un determinado monto de riqueza y de pasarse el límite, serán castigados con la cárcel, con la eventualidad de que también se les aplique 10 años de reclusión penal.

Sin embargo, existe el riesgo de que también se diga, como en este caso, que está demostrado que la señora Zapata incurrió en legitimación de ganancias ilícitas y otros delitos, que estarían puestos en evidencia por las cuentas bancarias y los vehículos que posee y por la vivienda lujosa en la que habitaba o vivía.

Como quiera que de estos casos deben existir decenas sino cientos, será bueno tener presente que puede correrse suerte parecida, pues la norma judicial en el país, que hasta el presente no se la conocía, presuntamente está en contra de ello y, por consiguiente, no hay que atreverse a “tanto”.

Tal vez exagerando, pero implícitamente, habría que tener en mente, desde ahora, que en el país parece que hay una regulación judicial contraria a la riqueza. Por tanto, se corre el peligro de que cuando se tiene una fortuna, se piense que es un patrimonio mal habido y que debe sufrir sanción carcelaria.

Entonces, es mejor ser pobre en Bolivia, si es posible de solemnidad, aunque resulta pertinente anotar que el 60 por ciento de la población está en esta situación, o sea que, menos mal, la mayoría no corre el peligro de que se la encarcele.

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