[Armando Mariaca]

La extrema pobreza aumenta subdesarrollo y dependencia


Mientras el mundo rico y desarrollado incrementa sus ingresos y logra mayor progreso, los países pobres del Tercer y Cuarto Mundo ven acrecentadas las dificultades para abandonar los extremos en que viven sus pueblos. Muchas veces los organismos internacionales como Naciones Unidas conjuntamente las dependencias que la conforman como Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, FAO, Unesco, Unicef y otras sugieren remedios para vencer la extrema pobreza; lo hacen recomendando la adopción de medidas que, en la realidad, requieren procedimientos especiales para ser efectivas.

El mundo rico debe, en alguna medida, su desarrollo y progreso al aporte directo o no de los países pobres que han trabajado en la provisión de materias primas que los ricos las transforman dándoles valor agregado que les permitió la conformación de grandes fortunas que, a su vez, les abrió las posibilidades de mejorar la tecnología existente, crear nueva y hacerla cada vez más práctica, eficiente y eficaz para conseguir más riqueza.

Para los países pobres, casi siempre carentes de medios financieros, tecnología y capacidad humana creativa y capaz de competir con técnicos, científicos y profesionales de gran eficiencia, les ha sido difícil y hasta imposible. La pobreza consistente en malas condiciones de salud, deficiente educación, carencia de vivienda e infraestructura, para remediarse precisa superar dificultades que no permiten vencer las causas del atraso. Organismos internacionales y países ricos cuentan con excedentes financieros que los destinan a formular planes para ayudar a los países pobres; que lo hacen con las mejores intenciones y como acto de solidaridad, es evidente; pero esas ayudas causan mayor dependencia porque dan lugar a que sean insumidas en proyectos y programas sin mayor importancia y menos perspectivas de futuro porque la verdad es que tanto el Cuarto como el Tercer Mundo requieren inversiones para utilizar sus propias materias primas, las transformen, les den valor agregado y compitan en condiciones dignas y bajo reglas económicas de vigencia mundial en los mercados. Estas políticas permitirían que los pobres abandonen la sima de la pobreza y alcancen cimas siempre apetecibles en el mundo que precisa abandonar situaciones extremas de pobreza y dependencia.

Los países ricos, si efectivamente querrían cooperar con los pobres, lo que podrían y deberían hacer es invertir capitales que requieren el desarrollo y el progreso: capitales financieros, tecnológicos y humanos. Este aporte lo harían con miras a incrementar sus propias riquezas y crear otras en el mundo pobre, acrecentar tecnología y, además, dar lugar a que el capital humano contribuya a la formación y logro de experiencias a los componentes de países pobres. En otras palabras, poner en práctica el viejo dicho chino: “Gracias por la ayuda; pero, no me des pescado para comer, enséñame a pescarlo”.

Los países pobres cuentan con grandes contingentes de personas que tienen condiciones para estudiar y conseguir profesiones rentables y competitivas y puedan acceder con mucha facilidad a los mercados de trabajo, crear riqueza y mejorar la tecnología existente y aportar con nueva. La capacidad del ser humano es ilimitada en cualquier parte y nuestro país no es la excepción porque la experiencia ha mostrado que muchos profesionales de todas las disciplinas han descollado en países ricos y desarrollados, países en los que se pregunta: ¿Por qué no hicieron lo mismo en su propia tierra? Simple: porque no hubo posibilidades ni condiciones para ello y menos centros educativos con la debida experiencia para formarlos y, luego, darles oportunidades para asumir labores que sean excepcionalmente buenas.

En Bolivia, por descuido, nomeimportismo, desidia, mala administración, demagogia y populismo hemos perdido grandes oportunidades para salir de la extrema pobreza especialmente en los últimos años porque muchas empresas creadas al calor de la política partidista, han fracasado cuando podían ser sostén de la economía nacional y se perdió mucho por no hacer lo que se debía por muchísimos gastos sin freno ni conciencia ni eficiencia ni capacidad de sus administradores. ¿Qué del caso barcazas con 30 millones de pago por adelantado y que nunca llegan al país? Caso patético es el de gastos en edificios lujosos y carísimos que no tienen razón de ser; en fin, gastos multimillonarios que, bien utilizados y mejor invertidos hubiesen significado salir de la extrema pobreza y asegurar un porvenir promisorio. Si los casi 180 mil millones de dólares que recibió el país en diez años hubiesen sido bien invertidos el país hubiese salido del pozo de la pobreza. Si se frenaba el contrabando y se combatía drásticamente al narcotráfico, hoy seríamos un país casi rico y con una institucionalidad bien practicada y mejor cumplida.

Esta nota no alcanza para detallar lo que perdimos especialmente en los campos de la salud, la educación, la agricultura, la creación de empresas, la explotación debida de hidrocarburos y minerales, etc., etc. Detallar todo ello implicaría un nunca acabar. Pero, sólo cabe preguntar: ¿Habrá posibilidad de cambiar y hacer gestión con una administración honesta, honrada y responsable? El gobierno podría cambiar, pero no quiere o no puede porque los yerros cometidos son tantos que no sabe qué ni cómo hacer.

 
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