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[Manfredo Kempff]

La libertad de los perseguidos


Seguiremos escribiendo sobre la libertad de los presos y los perseguidos políticos en Bolivia porque, en estas fechas, no se nos ocurre escribir sobre nada más. Será porque durante mi niñez y juventud pasé una decena de navidades acompañando el exilio de mis padres en Chile, ilusionados ellos con recibir algo hermoso como una carta familiar o una tarjeta navideña, nada más. Pero no es mi intención ponerme de víctima, porque los que sufrían eran mi padre y mi madre, que tenían sobre sus espaldas un peso enorme para mantener a tres hijos, y, además, armar en Navidad el escuálido arbolito con muchos más copos de algodón que regalos.

Regresamos a este tema cuando vemos que hasta el propio Nicolás Maduro, el dictador venezolano admirado por S.E., ha puesto en libertad el 24 de diciembre, a más de 40 presos políticos. Han sido cautivos que estaban entre dos y tres años en las cárceles y que recibieron la noticia de su libertad, aunque se desconoce bajo qué figura jurídica. ¿Amnistía o indulto? Sea cual sea la forma, es gente que ha podido reunirse con padres, cónyuges e hijos, luego de mucho tiempo de ausencia. No sabemos si la dictadura los volverá a encarcelar, pero existe un gesto -sincero o no- de piedad pese a que durante el año que termina, se ha masacrado en las calles a más de cien personas que protestaban contra ese régimen oprobioso.

En Bolivia apalean y matan gente en las protestas, pero menos. No es comparable con los “colectivos” venezolanos porque eso sería mentir. Lo que resulta incomprensible es cómo el régimen masista no tiene conmiseración con nadie. Tal vez porque su formación es tan poco cristiana, tan “pachamamista”, la Navidad para ellos no significa nada, fuera de una sabrosa olla de “picana” de cuatro carnes. Entonces, si la Navidad no es amor, reflexión, ni arrepentimiento, y sólo es disfrutar de una mesa abundante, ¿qué le puede mover al Gobierno la clemencia con quienes están presos desde hace más de ocho o diez años o exiliados desde hace doce?

Últimamente nos hemos referido al tema de la amnistía política, pero no se trata de amnistiar a delincuentes comunes. Claro, tampoco es cosa de que S.E. afirme de que todos los que están contra él son unos delincuentes, porque así nada se puede hacer. ¿Pero cómo no amnistiar a Leopoldo Fernández, por ejemplo? ¿A una persona enferma a la que se le han atribuido delitos que nunca cometió? ¿Cómo no amnistiar a los jóvenes que están presos desde hace más de ocho años por los crímenes de separatismo y terrorismo, cuando se sabe que fueron las autoridades gubernamentales las que ejecutaron extrajudicialmente a las tres víctimas del hotel Las Américas? Pero hay más: ¿Qué de quienes viven, por la misma causa de Porvenir o del separatismo exiliados en Brasil? ¿O de tantos otros que sin responsabilidad alguna se les echa culpas por el llamado Octubre Negro cuando no tenían ninguna responsabilidad en los hechos de sangre?

Hace mucho que es hora de reclamar una amnistía general e irrestricta. Doce años sin amnistiar es un record único en la historia de Bolivia, que no califica bien a este régimen ni a su jefe. Si los parientes de los presos y perseguidos no se manifiestan, nadie lo va a hacer. Ya es hora para que los bolivianos exijamos una convivencia más civilizada.

 
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