Protección a la familia es exigencia de la vida

La defensa de la familia es una de las misiones más prometedoras que se ha impuesto la Iglesia Católica a través de los siglos porque ello implica respetar y amar la voluntad de Dios y, además, preservar el bien mayor que tiene la sociedad. La Iglesia, a fines del pasado año, celebró la festividad de la Sagrada Familia recordando los inicios de la vida de Jesús. En nuestro país, los obispos reiteraron el propósito de exigir que todos, sin distinción alguna, respeten la integridad familiar y que vean la vida como obra del Creador, que no puede ser mellada.

Es preciso que el gobierno, en nombre y representación del Estado, promueva el respeto a la familia y actúe conforme a sus necesidades y urgencias. En homilía del obispo de Santa Cruz se dijo: “El gobierno debe preocuparse por atender las necesidades de vivienda, educación, asistencia sanitaria accesible y defender a los niños desde antes de su nacimiento. Es inadmisible que un Estado descuide a la familia e imponga leyes en contra de la vida, desconozca su derecho de educar a los hijos y debilite la institución familiar, dando el mismo valor legal a otras formas de convivencia”.

La familia es el pilar de la sociedad, es el fundamento del desarrollo y progreso de los pueblos, porque siendo la base de todo el conjunto de familias que forjan a los pueblos, no puede ni debe ser descuidada o desprotegida debidamente; es por ello que la Iglesia Católica, y con ella todos los credos religiosos, condenan la práctica del aborto, que no es otra cosa que asesinar a niños en el vientre materno, un crimen que, con muchos pretextos, se ha impuesto en muchas regiones del mundo alegando “derecho de la mujer”, cuando la realidad exige que la mujer, al defender la vida del hijo que ha concebido en su vientre, lo que hace es proteger también su propia vida. Que hay mujeres indolentes y faltas de conciencia que, sin prejuicio alguno, se prestan para ser instrumentos de médicos o enfermeras irresponsables y se prestan a ello porque poco o nada les importa su propia vida, es evidente; pero la verdad es que cada mujer, por propio interés y conveniencia, debería oponerse a toda práctica abortiva.

Mientras haya familias debidamente conformadas, dispuestas a defender su vida y la vida de sus familias, el mundo estará seguro porque tomará conciencia de que su razón de ser es la vida y su preservación en aras de cumplir con Dios y con la humanidad que busca la vigencia de normas y condiciones para que la familia siga siendo el soporte y razón de la práctica de virtudes que se hagan, en el diario vivir, valores y principios.

El amor a Dios y al prójimo muestra caminos ciertos de convivencia entre todos, a nadie discrimina en la misión de preservar la vida, cuidarla y mantenerla libre de quienes atentan contra el mayor bien que tiene la humanidad para alcanzar metas de desarrollo y progreso.