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Alcides Arguedas, el indigenista pragmático

Luis Enrique Jara Jara

Pasada la guerra federal en Bolivia, brotó una generación de intelectuales que dejaron huella en la cultura del país. Tal intelectualismo consistía en desarrollar una vocación y enfocar la problemática de manera novedosa y presentarla al público.

Esa generación estaba compuesta por Armando Chirveches, novelista contemporáneo; José Luis Tejada Sorzano, político; Abel Alarcón, poeta y hombre de letras que enriqueció la bibliografía nacional; Víctor Muñoz Reyes, el espíritu culto y amplio de la época; Fabián Vaca Chávez, literato y periodista sobresaliente; Franz Tamayo, el intelectual más célebre de la época. Y, finalmente, Alcides Arguedas, la figura más destacada y conocida de la intelectualidad boliviana.

El más polémico y combativo de esta generación fue Alcides Arguedas, paceño nacido el 15 de julio de 1879, del que señalan que tenía pocos amigos, quien logró una vasta y sólida reputación como ensayista, sociólogo, historiador, crítico y literato. Comenzó sus primeras tareas intelectuales, como los anteriores, en EL DIARIO, donde don José Carrasco logró agrupar a un distinguido núcleo intelectual. Entre sus primeros escritos está “Pisagua” de 1903; “Wara Wara” de 1904 (La Novela del Campo); “Vida Criolla” (novela de la ciudad), que no han de marcar época en la literatura nacional. Pero contrariando al destino reservado a los escritores noveles, Arguedas sobresalió entre todos los intelectuales de su época. Tal triunfo es el resultado de aquella constancia inquebrantable, de aquel decidido amor al trabajo y de esa tenacidad intensa, que fueron las virtudes de Arguedas.

Con tales factores, Arguedas llegó a la máxima consagración con el ensayo “Pueblo Enfermo” de 1909, el libro más discutido hasta hoy en Bolivia, que provocó aplausos e indignación, por plantear una dura crítica a la realidad social de la población boliviana, a la que analiza en términos raciales, influenciado por el social darwinismo, la psicología y sociología de su época. Es que mientras unos creían que el patriotismo tiene por objeto relatar la verdad de nuestros defectos, señalando el remedio junto al mal; hay otros que opinaron que nunca se debió mostrar las llagas que carcomían el organismo nacional, las que, según su criterio, debían permanecer cubiertas por el manto protector del olvido.

No obstante, Arguedas como novelista no logrará mayor éxito que el obtenido con la publicación de su obra cumbre: “Raza de Bronce”, de 1919, donde denuncia la situación de los indígenas, también llamada por Rosendo Villalobos la “novela apostólica en defensa del indio”. En la novela nacional más vigorosa de todos los tiempos, considerada indigenista, escudriña y desmenuza la psicología del indígena y reproduce con esmerado acierto las tierras foscas, los paisajes montañosos y bravíos, el yermo y altiplano hostil. “Raza de Bronce” es una obra fraguada en fuego lento y moldeada con ferviente amor, obra que se editó en España y fue prologada en términos muy ponderados por Rafael Altamira.

Alcides Arguedas, figura central de la cultura boliviana de la primera mitad de siglo, influyó en el pensamiento de la época, fue el escritor más conocido en Europa, secretario de delegaciones de Bolivia en Francia y España. En la década del veinte rompe con el Dr. Bautista Saavedra y con el apoyo del industrial Simón I. Patiño se dedicó a actividades intelectuales, escribiendo “Historia de Bolivia” de 1921 - 1929 e “Historia General de Bolivia” de 1922, editadas en Europa. Fue también representante de Bolivia en Colombia y senador por La Paz en los años cuarenta.

En agosto de 1938 se produjo uno de los peores incidentes que registra la historia nacional, pues la edición del diario llevaba una carta que dirigía Alcides Arguedas al presidente German Busch. La carta no era descomedida, pero hacía referencia al “aguinaldo” que se había distribuido a los ministros. Los presidentes procedían con cautela ante el temible libelista, ante la idea de ser pinchado por su pluma. Busch llamó a su despacho a Arguedas, que confiando en su respetabilidad se mostró insolente ante el “cadete”. Levantándose, Busch con una mano pudo asir la solapa del saco de Arguedas y con el otro descargó dos golpes en el rostro de él, bañándolo en sangre. Un acto cobarde en el despacho presidencial. Pasado el acceso de cólera, el presidente manifestó arrepentimiento e hizo lo posible para remediarlo; este hecho fue plasmado en un singular epigrama de Franz Tamayo dedicado a Arguedas.

Como Salvador Romero señala, Alcides Arguedas dejó la mayor cantidad de testimonios autocríticos sobre su persona y obra, como novelista puede ser considerado el creador del indigenismo literario y como pensador fue el más radical de su época.

Fuentes:

Ana María Lema / Pilar Mendieta; Bolivia su historia, 2015.

Carlos D. mesa G.; Historia de Bolivia, 2012.

Salvador Romero; Intelectuales en Bolivia, 2013.

 
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