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Agonía de la “Pachamama”

Riesgo de desastre de flora y fauna en Bolivia

Antonio Treviño Paredes

PARTE I

Bolivia abarca una gran variedad de climas y orografía. Eso hace que nuestro país sea uno de los más importantes en biodiversidad en el mundo, es decir de seres vivos animales, plantas y microorganismos que existen, y que tienen interacción entre ellos.

En el mes de abril celebramos el Día de la Tierra (la Pachamama) recordando, una vez más, la importancia de cuidar la naturaleza por el gran valor que tiene su preservación para la vida de todos. El 5 de junio se celebró el Día del Medioambiente.

Al respecto en Bolivia tenemos la Ley Marco de la Madre Tierra, la Ley del Medio Ambiente y la Ley 1.700 para la Defensa de los Animales contra actos de crueldad y maltrato. En lo Precautorio la primera dispone que “El Estado Plurinacional de Bolivia y cualquier persona individual o colectiva se obliga a prevenir y/o evitar de manera oportuna eficaz y eficiente los daños a los componentes de la Madre Tierra, incluyendo el medio ambiente, la biodiversidad, a la salud humana y a los valores culturales intangibles”. A su vez, se indica como Garantía de Restauración de la Madre Tierra: “El Estado Plurinacional de Bolivia y cualquier persona individual, colectiva o comunitaria que ocasione daños de forma accidental o premeditada a los componentes, zonas y sistemas de vida de la Madre Tierra, está obligada a realizar una integral y efectiva restauración o rehabilitación de la funcionalidad de los mismos”.

Pero, en la cruda realidad, la Ley de la Madre Tierra es sólo una teoría que no se cumple. Se hace todo contra la naturaleza, en daños a la flora y fauna, destruyéndose bosques con un ritmo de más de 200 mil hectáreas por año -la mayor parte en Áreas Protegidas-, con efectos negativos inconmensurables sobre toda la biodiversidad. A ello se agrega el desbarajuste climático que con entusiasmo provocamos los seres humanos, pero que daña a todos los que habitamos este planeta.

En Bolivia se incentiva la extensión de cultivos agrícolas destruyendo áreas de bosque; se permite mayor superficie para las quemas forestales que se descontrolan hasta causar incendios forestales. Asimismo, la expansión de sitios para viviendas, principalmente en las zonas orientales, con deforestación imparable, y obras injustificadas de magnitud, y actividades mineras contaminantes, se hacen sin prever los perjuicios contra la naturaleza, olvidando que los bosques tienen una esencial función climática e hidrológica, y de provisión de oxígeno, imprescindibles para la vida.

La pérdida de su sitio de vida induce a los animales a buscar comida fuera de sus hogares, es decir el bosque. Eso pasó con el oso jucumari “Ajayu” que fue flagelado por gente furiosa porque el pobre animal trató de conseguir comida en una zona de campesinos. Felizmente “Ajayu” pudo sobrevivir, pero ahora, lejos de su hogar, seguramente vive con el ingrato recuerdo de la violencia de la gente que es ajena a sus necesidades, aunque es también habitante de Bolivia.

Esa agresión incesante que en Bolivia se hace contra la flora y fauna, está eliminando millones de seres indefensos, y totalmente vulnerables, seres que, en muchos casos, por su tamaño, nos resultan invisibles. Esas desatinadas acciones silenciosamente nos están conduciendo a un verdadero desastre que debemos evitar, por los riesgos de extinción que se está provocando.

No es posible que se continúe con las intenciones de hacer realidad -en los Parques Nacionales-, proyectos hidrocarburíferos, o carreteras por el Parque Nacional Isiboro Sécure, el Parque Nacional Madidi, y otros. Peor aún con proyectos injustificados como la hidroeléctrica del Chepete-Bala que destruirá inmensas superficies de bosque, extinguiendo el precario equilibrio natural que aún se tiene para la biodiversidad en esas zonas. Las empresas asiáticas, que tienen total prioridad para construir obras en Bolivia, ni se inmutan ante la devastación que causan a la biodiversidad, aprovechando la inoperancia de las autoridades. Imponen sus costumbres en Bolivia, como es el uso de colmillos de los jaguares, incentivando su cacería en el oriente. Ya resulta irrelevante hablar de los malos tratos de los asiáticos contra los trabajadores bolivianos.

La prensa nos mostró la agonía de la fauna del lago Poopó, en su lento proceso de desaparecer, quizás para siempre. Similar situación está aconteciendo con el lago Titicaca. Frecuentemente, hay noticias de la muerte de millones de peces por la contaminación de cuerpos y corrientes de agua, por los desechos mineros e industriales, y las aguas residuales de las ciudades.

Todo ese panorama está acelerando el riesgo de desastre para la flora y fauna de Bolivia.

 
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