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[Armando Mariaca]

Austeridad, una virtud que no practicó el gobierno


En diciembre de 2005 cuando el presidente Morales ganó las elecciones que le permitió asumir el gobierno en enero de 2006, había la casi certeza, en la mayoría de la población, de que el régimen del MAS haría buena gestión, dadas las experiencias del país con gobiernos que no siempre fueron lo que la colectividad esperaba; se creía que, al asumir la presidencia un representante de los indígenas y campesinos, las experiencias acumuladas serían más que suficientes para evitar los errores que habían sido casi normas de un país pobre y dependiente con ansias de alcanzar el desarrollo, pero que se veía frenado por diversas causas; pero, no fue así…

El optimismo abrigado por una mayoría de los bolivianos y hasta el escepticismo de muchos que no aceptaban los posibles cambios, las políticas iniciales, los primeros pasos, las primeras muestras de populismo y demagogia -males crónicos que han caracterizado y frenado al gobierno- empezaron a ser pan de cada día y el comienzo de yerros que generarían serio peligro al Estado y al propio gobierno. Lo crucial y lamentable fue que no se quiso utilizar las experiencias acumuladas y se ingresó en la misma vorágine de errores, desaciertos y equívocos por no concordar con principios de sana moral.

La falta de vocación por la institucionalidad y el dejarse llevar por la marejada de populismo, hizo que se tome el camino de la improvisación que lo condujo hacia el “dejar hacer y dejar pasar” confiado en que “todo se corregiría en el mañana”, un mañana que nunca llegó porque, conforme pasaba el tiempo, los yerros se acentuaron y hubo mayor abandono de virtudes que podían llevarlo por caminos de valores y principios. Lo primero que no se practicó fue la virtud de austeridad, no solamente en el manejo de la economía sino en la gestión y administración conforme a la Constitución y las leyes.

La austeridad es principio de práctica de valores; es la responsabilidad en el comportamiento, es el vivir severamente ajustado a las normas morales y apegado a la conciencia que es reguladora de conductas y disciplinas. Es, en resúmen, el mejor regulador de la propia conciencia que obliga a obrar con tino y cautela, con honestidad y honradez, con vocación de servicio al bien común, con la práctica de virtudes como medio de dar ejemplo a la comunidad nacional para que ésta obre austeramente o imbuída de virtudes que la haga constructiva, eficiente y responsable consigo misma y con el país en su conjunto.

Si el gobierno hubiese obrado con austeridad, hoy sería diferente la situación económica, política y social del país. Económicamente, los dineros hubiesen tenido un curso de producción y rentabilidad en lo industrial; promoción y logro de producción agropecuaria, inversiones en campos necesarios al desarrollo sin contraer más préstamos ni obligaciones onerosas para el país; inversión de dinero en la construcción de hospitales y centros educativos, reformas efectivas a los sistemas de educación, promoción de profesionales con vocación de servicio y conciencia de país y, sobre todo, abstinencia y frenos en el uso de dineros del Estado y un accionar prudente, honesto y racional de los gastos teniendo en cuenta que los dineros son del país y no disponibles para el dispendio personal ni partidario. ¿Ideal todo esto e imposible de ser realidad? Posiblemente; pero, con voluntad, acción constructiva de la conciencia, vocación de servicio y sentido de responsabilidad, son posibles de ser efectivos y, además, se sentarían las bases para que todo lo hecho con racionalidad tenga continuidad.

El mal del gobierno y su partido es, pues, el no hacer actuado dentro de la institucionalidad que forzosamente, hubiesen dado lugar a la implantación de la prudencia, la morigeración, el tino y la cordura. La humildad y caridad que, unidas a la honestidad, hubiesen dado lugar a que el equipo de funcionarios que asesoran al Presidente y éste escoja entre los mejores profesionales -que los hay en el país- para que ocupen los ministerios y hubiese evitado el aumento de una burocracia inservible y nada capacitada (gasto en sueldos: Bs. 7.379 millones en 2005, llegó a Bs. 38.845 millones en 2018) y evitado gastos dispendiosos como edificios faraónicos y nada útiles como ampliación del palacio de gobierno (cuyas instalaciones desde siempre son más que suficientes) y un Legislativo que bien podía funcionar con lo que tenía; si se evitada construir un museo ($us. 7 millones) que implica simplemente monumento a la egolatría y se dedicaba tiempo y dinero a la atención de la salud, la educación e infraestructura, otra sería la situación del país y, por supuesto, diferente el prestigio y confiabilidad del gobierno y su partido.

Cuánto hubiese significado, con tanto dinero que ingresó por los altos precios del gas y minerales, que ese patrimonio del país sirva para salir siquiera mínimamente de la pobreza y vislumbrar tiempos mejores para la nación.

 
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