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[Alberto Zuazo]

Protección del lago Titicaca


Los últimos informes acerca de la situación del lago Titicaca resultan preocupantes, por lo que los gobiernos nacional y departamental tienen que adoptar medidas urgentes encaminadas a proteger el mayor potencial acuífero que tiene Bolivia.

No solamente por su enorme valor social y económico, sino porque es la mayor reliquia que tiene Bolivia en este orden, por su atractivo geosocial y, más todavía, dada la trascendencia económica que tiene con la producción pesquera, así como el importante servicio que presta en el orden comercial, en especial con nuestro vecino y co-propietario del lago, que es Perú.

Expertos dedicados a mantener la conservación del lago acaban de exteriorizar la inquietud que les depara el riesgo que está sufriendo. Sus aguas sufren una creciente contaminación microbiológica, al haberse constituido en receptoras de los servicios de alcantarillado de las ciudades y poblaciones rurales de su entorno, entre ellas principalmente de La Paz y El Alto, que en conjunto cuentan con más de dos millones de habitantes.

Por la vecindad geográfica que tiene el Santuario católico de Copacabana, implícitamente el Titicaca de igual manera equivale a una joya natural de excepcional calidad y belleza.

En la actualidad, con la existencia de yates para navegar el lago, se facilita y garantiza la navegación que sea solamente recreativa. Empero, adicionalmente, permite navegar por unas cuatro a cinco horas para llegar a la Isla del Sol, que es un lugar donde se puede hacer paseos en sus jardines y escalando un cerro que tiene como sustento para su existencia.

Aparte se ha instalado hoteles y alojamientos para que se pueda hacer un turismo en los mismos lindes del lago, lo que proporciona una variedad atractiva, aparte de dar la posibilidad de hacer caminatas, subiendo el cerro que sustenta la existencia de los límites con el lago, lo cual permite gozar de vistas muy interesantes, no sólo de la cuenca lacustre, sino también de sitios de altura que están en las márgenes del Titicaca, cuyo goce se agrega a otros tantos que tiene la visita a esos espacios de especial goce.

Que todo ello sea posible depende, fundamentalmente, de la buena protección que se haga del lago. No es aceptable que se incurra en el deterioro de la calidad de sus aguas, peor todavía de permitir que un lugar de tan excepcional calidad geográfica sea malogrado, por falta de prácticas para preservar la naturaleza.

Todo esto tiene que ver con que las autoridades respectivas, tanto nacionales, departamentales como provinciales, dediquen sus mayores esfuerzos para conservar en buenas condiciones el lago Titicaca, pues es fácil dañar y contaminar sus aguas. De continuar esto, en un tiempo más la cueca lacustre será convertida en un lugar cualquiera, con aguas sucias y contaminadas, carentes de otras condiciones que enriquezcan sus propias condiciones naturales.

Pero no sólo habrá que proteger la intangibilidad natural del lago, sino devolverle también una cualidad que tuvo en el pasado y que hoy carece de ella. Se trata de rehabilitar la playa de arena que tenía, la cual se constituía en un mayor atractivo turístico que tenía el entorno del Titicaca.

En el pasado, cuando se contaba con la playa, daba lugar a que la gente joven vaya a pasar sus vacaciones de invierno y de fin de año a Copacabana, no sólo por motivaciones religiosas, sino para disfrutar de, por ejemplo, jugar en la playa, ya sea fútbol o volibol. Ahora nada de ello existe, por lo que se han reducido notablemente las visitas al Santuario.

Por último, causa asombro que la parte urbana del santuario quede en el abandono, se la tiene igual o peor de lo que era hace 40 o 50 años, en vez de mejorar sus condiciones para convertirla en una ciudad, como sucede, por ejemplo, con el santuario del Luján, en Argentina, que cuenta con una vistosa y atractiva área urbana, con viviendas bien pintadas y mantenidas, aparte de instalar obras de arte en su parte central, de manera que la iglesia tenga a su frente una excelente calidad urbanística.

 
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