Bolivia, país pequeño pero significativo por sus recursos naturales, renovables y no renovables, ha sobrevivido a la adversidad promovida por la mezquindad de sus propios hijos, quienes siempre han estado disgregados como consecuencia de la consigna política, del racismo y el regionalismo, desde los albores de la República. Tal hecho ha conspirado, constantemente, en contra de la unidad e integración nacionales, según relata la historia.
Todo lo pasado, bueno o malo, afortunado o calamitoso, es historia, pero ésta debe orientarnos para no cometer atrocidades o barrabasadas. Y para construir, esencialmente, un venidero con justicia e igualdad, como una reafirmación de nuestra entereza, sacrificio y esfuerzo cotidianos, por el bien común. En este marco el momento histórico nos conmina a extremar toda inquietud productiva a fin de legar a las futuras generaciones días con pan, techo y libertad. Es decir un mañana con dignidad bajo el cobijo del rojo, amarillo y verde.
Estamos movilizados, permanentemente, en la búsqueda de la “tierra prometida”, que significa un mundo mejor, cuyo propósito involucra a jóvenes y viejos, a ricos y pobres, obviando las diferencias de carácter cultural o de orden socio-económico.
Los bolivianos, lamentablemente, siempre estuvimos enfrascados en problemas menudos e insignificantes, que vulneraron los supremos intereses nacionales. Esta realidad ha sido constante hoy como ayer.
“Los conflictos de esa república (Bolivia) excitan el pesar al verla desplomarse en el abismo de la anarquía….”, manifestó el mariscal Andrés de Santa Cruz, al aceptar la presidencia de la nación boliviana (El DIARIO, 5 de diciembre de 1965).
“La situación internacional, si bien es hoy clara y definida, no puede ni debe ser afectada por el desorden y la intranquilidad en que se debate el país. No vacilo en afirmar que el país atraviesa un período de tremenda descomposición….”, dijo, a tiempo de declararse dictador, el Tcnl. Germán Busch (Última Hora, 2 de julio de 1982).
En diferentes etapas de la historia se ha intentado superar esa mentalidad caótica y anárquica, a la que hacen referencia tanto Santa Cruz como Busch, pero no se lo ha logrado. En consecuencia aún se advierte el resabio del altoperuanismo en nuestros actos públicos y privados, que nos hizo ingobernables, lo que imposibilitó el progreso nacional. Aquél está intrínsecamente enraizado en la idiosincrasia del conjunto boliviano.
Y ahora nuestro mayor sueño es alcanzar la paz y la concordia que nos permitan ser un país próspero, fuerte y exitoso, de cara al Siglo XXI. Vivamos el presente alentando proyectos, saldando deudas y recuperando lo perdido. Hagamos un compromiso serio para priorizar los altos intereses de la Patria y para dar una respuesta favorable a las exigencias insatisfechas del pueblo. En ese entendido, seamos instrumentos de servicio para orientales y occidentales, para ricos y pobres, para los más y los menos, quienes forman la estructura social del país.
En suma: Bolivia requiere, ahora más que nunca, de la unidad monolítica de sus hijos, en paz social duradera, para labrar un destino promisorio, a favor de las generaciones no sólo del presente sino del futuro, mejorando, prioritariamente, la calidad de vida, considerando que las condiciones sociales aún son deplorables, entre los postergados de siempre, particularmente.
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