La “China moderna” y el “socialismo con peculiaridades chinas”

Walter Villagra Romay

Casi todos los que investigan, estudian o analizan en la actualidad a la República Popular China y su modelo de desarrollo coinciden en que no se podría haber imaginado, en los inicios de la década del ochenta, lo que está ocurriendo y viendo en la actualidad al interior de este gigante asiático y la influencia que ha cobrado en el mundo actual. Para entender los fenómenos ocurridos será necesario recordar los acontecimientos más importantes a partir de la fundación del Partido Comunista Chino, realizada el 1º de julio de 1921 en la provincia de Shanghai que, con mucho acierto, dirigió la victoriosa Revolución China y la fundación de la República Popular China el 1º de octubre de 1949, abriéndose con esto una nueva página de la historia china y del Partido Comunista Chino, la construcción del nuevo Estado y la dirección del pueblo y sus 56 etnias.

Durante el periodo denominado por los líderes chinos como “cierren las ventanas para que no entren las moscas”, dirigido por el presidente Mao Tse-Tung, fueron analizados los problemas de las 56 etnias y sus posibles soluciones a partir de las coincidencias existentes entre ellas, permitiendo de esta manera fijar objetivos, para luego, analizando el contexto global, insertar a la China Popular en la economía mundial. Durante esta etapa que permite a China fijar objetivos, se encontró grandes problemas, como ser los primeros diez años de la “Revolución Cultural” y otros casi veinte más de la “economía planificada”, que colocaron a la China Popular al borde del colapso económico.

Por otro lado, en el ámbito político se estaba fijando estrategias que alejaban sus planteamientos del logro del crecimiento económico, que será, en última instancia, la base para la redistribución de la riqueza y el mejoramiento de la calidad de vida. Poniendo un solo ejemplo de esta aseveración, las industrias de equipos pesados fueron ubicadas en el interior del territorio y no a lo largo de la costa, para evitar que estuvieran expuestas a los bombardeos en caso de guerra, acrecentando así el costo del transporte y encareciendo el valor de los productos, perdiendo de esta manera las posibles ventajas que se podía lograr.

En marzo de 1978, Deng Xiaoping, luego de ser elegido presidente de la Conferencia Política y Consultiva del Pueblo Chino, presentó el novedoso planteamiento: “la ciencia y la tecnología son la principal fuerza productiva” y “los intelectuales son parte de la clase trabajadora”, pensamientos que tenían como base transformar el modo de pensar de la gente y romper el encierro en el que China vivía sin ninguna información del exterior, sufriendo un enorme distanciamiento que obligaría a realizar un gran esfuerzo para ponerse al día por el logro de las reivindicaciones que el pueblo estaba buscando.

Con todo esto, se abrieron las puertas de la China, que observaba con mucho interés al exterior, pero también el resto del mundo lo hacía de la misma forma, porque tenía mucha curiosidad por ese país, hasta ese momento desconocido. De esta manera se inicia el periodo de la “reforma y apertura” con la llegada de la pequeña empresa a la China, que inicialmente recurría a solucionar los problemas de las comunidades, convirtiéndose en la práctica en la economía de mercado, mientras que paralelamente la misma seguía siendo motivo de debate en las esferas del Estado.

Es aquí que Deng Xiaoping, ante una realidad indiscutible, plantea otro principio novedoso: “dejemos que algunas personas se hagan ricas primero”, ejemplificándose como la llegada de las olas a la costa, primero una y cada vez la siguiente, dado que según este pensamiento no era posible que todos se enriquezcan de una sola vez.

Desde la “apertura y reforma”, cada uno de los líderes que siguieron a Mao Tse-Tung y Deng Xiaoping realizaron aportes al proceso que ha colocado a la China Popular en la actualidad como la segunda potencia mundial, tomando en cuenta su producto interno bruto. En los últimos años Jiang Zemin y Hu Jintao, sucesores de Deng Xiaoping, abogan por la profundización de las reformas económicas y por la construcción de una “economía socialista de mercado”, en el plano ideológico plantearon principios como: “La Teoría de la Triple Representatividad”, donde el Partido debe representar a las “fuerzas productivas avanzadas”, a la “cultura avanzada de China” y a “los intereses de la mayoría del pueblo”; y el “Desarrollo científico”, que propone “convertir al género humano en el sujeto del desarrollo”.

La importancia de estos principios radica en que, por vez primera, el Partido Comunista Chino abandona la idea de la lucha de clases, según la cual representaría a la clase de los campesinos y los trabajadores, y pasa a representar los intereses económicos y de progreso del país.

La China actual nada tiene que envidiar a Europa o a Estados Unidos de América, en relación con su crecimiento y desarrollo. En las diferentes provincias de la China podemos ver a ciudadanos que expresan en la mirada la alegría de encontrar satisfacciones, producto de planteamientos que solucionan cada vez más rápido los diferentes problemas que la historia de China ha mostrado desde el inicio de la construcción de la República, problemas que se sintetizan en la pobreza en todos sus ámbitos.

En 1999, cumpliéndose el 50ª aniversario de la fundación de la República China, los líderes declararon que se había acabado con la extrema pobreza y se estaba construyendo una sociedad moderadamente acomodada, demostrándose de esta manera que el proceso de reforma y apertura avanza positivamente para convertirse en los años 2020 en la primera potencia mundial en términos del PIB.

Cabe recalcar que la dirigencia del Partido Comunista Chino está consciente de que todavía existe una distancia significativa entre el trabajo y las expectativas del pueblo y que aún se enfrenta dificultades y problemas como: el precio del crecimiento en recursos naturales y medio ambiente; el desequilibrio en el desarrollo urbano y rural y entre las regiones; la dificultad para aumentar los ingresos del campesinado; empleo, seguridad social, educación, salud, vivienda, todas estas son algunas de esas dificultades, como también la falta de fortaleza en formación ideológica y moral, el exceso de burocracia y la corrupción.

Ante este panorama complejo surge la gran pregunta, hasta dónde y bajo qué parámetros deberá continuar el constante crecimiento económico de la China, puesto que el mismo si bien satisface las expectativas del pueblo chino, puede acarrear otros problemas globales. Esta es la pregunta que imaginamos que los líderes chinos responderán en su momento.

El autor es Ing. M.Sc. en Proyectos para el Desarrollo.

 
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