Historias de Nueva York

Literatura norteamericana encontró un terreno fértil en la gran ciudad



NUEVA YORK, LA GRAN CIUDAD ABRE LA IMAGINACIÓN DE LOS LITERATOS DE TODO EL MUNDO.

España (agencias).- Nueva York es un territorio lleno de posibilidades cuando uno hace novillos o, más concretamente, cuando ha sido expulsado de su internado y no se atreve a volver a casa de sus padres antes de la fecha prevista, a comienzos de las vacaciones de Navidad. En esta mítica novela pasearemos errantes por la ciudad en compañía de Holden Caulfield con el cuello del abrigo levantado en plena noche invernal, y junto a él buscaremos un sentido a la vida y, al mismo tiempo, el refugio de los patos de Central Park cuando el lago está helado. En un estilo descarado, J. D. Salinger da voz al adolescente en un país que se hace el sordo, eligiendo el ángulo más sensible: el de la crisis.

¿Dónde puede un adolescente hacer las mil y una en Nueva York? Según Holden, parece que más vale evitar Greenwich, pues sus clubes nocturnos son decepcionantes, aunque 60 años más tarde las cosas han debido de cambiar. Lo que sigue igual, en cambio, son los senderos y los tiovivos de Central Park, y los huesos de dinosaurios y de animales disecados del American Museum of Natural History, situado en el edificio Arsenal, justo en la salida oeste del parque. El parque y el museo, ambos de mediados del siglo XIX, han sido modernizados sin perder nada de su encanto original.

‘EL GRAN GATSBY’

-FRANCIS SCOTT

FITZGERALD (1926)

Como todas las verdades desagradables de oír, la primera edición de The Great Gatsby fue un auténtico fracaso. No es que la novela de Scott Fitzgerald se adelantara a su tiempo; al contrario, había comprendido demasiado bien su época, la del jazz, pero también la de llevar la vida al límite, o mejor dicho, sin límite alguno, en una época loca que desembocaría en la crisis de 1929.

La Nueva York opulenta de los años veinte es como un Rolls lanzado a toda velocidad hacia el borde del abismo; eso sí, un Rolls de brillante carrocería pero de motor averiado. La novela ha sido llevada al cine en varias ocasiones y una de las adaptaciones más conocidas es la de Jack Clayton, con Robert Redford y Mia Farrow, en la que el director británico eligió una mansión de Rhode Island para la residencia de Gatsby. En 2013, Baz Luhrman realizó una nueva adaptación confiando el papel protagonista a Leonardo Di Caprio; la película fue rodada en Australia.

Y si en la novela de Scott Fitzgerald Jay Gatsby celebra sus fiestas en su inmensa propiedad de Long Island, en la actualidad la diversión en este barrio neoyorquino pasa por los antiguos muelles industriales del East River: restaurados y convertidos en monumentos históricos, incluyen además un parque y el Gantry Plaza State Park, con una vista fantástica sobre Manhattan.

‘MANHATTAN

TRANSFER’ JOHN

DOS PASSOS (1925)

Stendhal paseaba su espejo a ambos lados de los caminos. Dos Passos rompe el suyo y dispersa los fragmentos en los rincones y recovecos de Manhattan. Manhattan Transfer es solo un collage de impresiones fugitivas, parcelas de existencias que se van haciendo cada vez más pequeñas en una época en que crecen los rascacielos, cuyos cristales multiplican los reflejos y las disculpas. Estamos en las décadas de 1910 y 1920 y el escritor capta lo humano atrapado en los resortes de una sociedad cada vez más mecanizada, que encumbra a los elegidos y abandona a quien no consigue integrarse. La injusticia social descrita por Dos Passos sugiere, cual profecía, las escenas de desesperación que conocerá la ciudad cuatro años más tarde con la Gran Depresión.

El título del libro evoca una encrucijada, un enlace entre dos trayectos situado en Manhattan, pero la isla es solo uno de los elementos de esta novela que explora otros barrios de Nueva York vinculados a los trabajos de los personajes, desde el Brooklyn de la Prohibición a los muelles portuarios.

‘AMERICAN PSYCHO’

BRET EASTON

ELLIS (1991)

Fachada del 21 Club, en Manhattan (Nueva York), con su identificativa hilera de estatuas de ‘jockeys’. / Bo Zaunders

Golden Boy y Mister Hyde. No hace falta beber una poción mágica para pasar de uno a otro: basta con el dinero fácil de Wall Street y cierta tendencia a la esquizofrenia. Patrick Bateman, prototipo del yuppie de la década de los 80, esnifa cocaína con colegas de juerga, lleva trajes de miles de dólares y está obsesionado por su peinado, aunque no le molesta la sangre derramada. La morbosa escalada de la novela de Bret Easton Ellis estuvo a punto de ser olvidada en un cajón: el editor que la había encargado renunció a publicarla. Después de unos cuantos escándalos y amenazas de muerte, queda una virulenta crítica de la sociedad de consumo escrita en un estilo pasado de vueltas.

Como buen yuppie, Bateman frecuenta bares, restaurantes y clubes de gran categoría. Es difícil encontrarlos: el autor ha inventado algunos y Nueva York ha cambiado mucho desde entonces. No obstante, algunos son reales y siguen existiendo, como el Oyster Bar, situado en la estación Grand Terminal Central y el 21 (21 West 52nd Street), bar creado durante la Prohibición y famoso por las estatuas de jockeys que adornan su fachada. (El País- España).

 
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