[Mario Alfonso Ibañez]

Una Bolivia y un pueblo dignos de un mejor destino


“De la Patria el alto nombre/en glorioso esplendor conservemos/y en sus aras de nuevo juremos/morir antes que esclavos vivir”. Esta estrofa de nuestro himno nacional debe calar muy hondo en la mente y el corazón de todos los bolivianos, de los de arriba y los de abajo, porque su profundo contenido reclama entrega total de nuestra existencia. Pero aún más, es un mensaje a los gobernantes de turno para que en el ejercicio de la función pública, se mentalicen de que la Patria es ara y no pedestal de ambiciones subalternas y por el contrario, tienen el deber moral de hacer de Bolivia: “La Patria feliz donde el hombre goce el bien de la dicha y la paz” como señala otra parte de nuestro himno nacional.

Esta Patria, resultado de ansias de libertad, de sangre y lágrimas de miles de combatientes del campo y las ciudades, que expusieron sus vidas en las duras jornadas de lucha independentista y después de ellas, durante la República, no puede, no debe ser objeto del manoseo político de quienes sólo buscan su acomodo personal o ambicionan el uso del Poder para medrar del presupuesto fiscal.

Dios le ha dado a Bolivia, como a muy pocas naciones del mundo, un extenso territorio con un conjunto de espléndidas riquezas naturales y un pueblo inteligente y trabajador para alcanzar su bienestar individual, familiar y ser útil a la sociedad de la que forma parte, sin embargo, la fuerza de la historia nos está mostrando 189 años de vida republicana saturada de infortunios y desventuras como producto del engaño y la falsía de gobernantes -con excepción de algunos de ellos-, cuya filosofía y objetivos parecen estar siendo repetidos en años contemporáneos.

La Patria todavía está en el pauperismo de millones de indígenas y campesinos politizados por audaces políticos de turno, pero que, frente a sus premiosas necesidades, siguen reclamando a gritos herramientas de trabajo para roturar la tierra, escuelas, centros sanitarios y otros requerimientos para vivir civilizadamente.

La Patria está en los miles de obreros que siguen arrastrando sus salarios de hambre en las minas y en las ciudades ante la indiferencia de autoridades que hagan cumplir la Ley General del Trabajo.

La Patria está en los miles de bolivianos de las ciudades que tienen que vivir en los vericuetos de la economía informal.

La Patria está en los miles de jóvenes egresados de las universidades que sienten morir el mañana por carencia de fuentes de empleo.

La Patria está en el grande, mediano y pequeño empresario, a los que se les discute su capital, fruto de sus desvelos y se los pone a merced del contrabando, de obligaciones laborales, bancarias y fiscales.

Frente a la falsificación de promesas incumplidas por muchos años, sólo cabe a los bolivianos del campo y de las ciudades armarse de valor a fin de reclamar un cambio de ruta del camino equivocado que se está poniendo en vigencia con dogmas superados por el devenir histórico y rescatar la Patria de aquellos falsos taumaturgos para ubicarla en la majestad de su destino, con nuevos postulados que hagan de ella una Bolivia orientada a fortalecer sus estructuras productivas con una metodológica planificación, dejando atrás la improvisación para alcanzar ventajas políticas.

Bolivia no necesita sofistas vanidosos y engreídos ni panegiristas frecuentemente confundidos que sólo buscan baratos aplausos de multitudes deliberadamente organizadas a costa de dineros estatales.

Bolivia necesita gobernantes generosos y reflexivos para buscar la paz y la concordia entre todos los bolivianos sin discriminación alguna, como lo manda la Ley 045. Gobernantes que sean capaces de entender, con claridad meridiana, que las inversiones privadas, sean éstas nacionales o extranjeras, constituyen el punto clave para ejecutar emprendimientos industriales y comerciales que permitan el milagro de generar masivas fuentes de empleo con salarios dignos y así los subproductos de la pobreza como la delincuencia, la prostitución, el alcoholismo y el narcotráfico no sean el castigo del colectivo ciudadano.

Gracias al poder contestatario que nos da la democracia, corresponde seguir insistiendo para que nuestros gobernantes respeten los DDHH y las libertades de pensamiento, de expresión y de información que se constituyen en atributos fundamentales de la democracia. De la misma manera, mantendremos firme nuestra inclaudicable convicción para que los bolivianos dejemos de ser esclavos de la miseria y la pobreza hasta alcanzar el derecho de vivir bien y colmar necesidades y deseos gracias a los dones que Dios le ha dado a la Patria, por cuyo superior destino seguiremos luchando sin tregua ni temor alguno.

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