Mali es doblemente azotado por violencia y enfermedad



Violencia y la epidemia de ébola azotan a Mali junto a las emergencias humanitarias como el hambre y la desnutrición.

Bamako.- Tres años después de las revueltas tuaregs en el noreste de Mali, la violencia y la inseguridad parecen enquistadas en esta región del Azawad, mientras los malienses se enfrentan a un nuevo problema: el ébola.

Los acuerdos de Uagadugu de 2013, que pusieron fin a un largo conflicto armado estallado en 2012 tras el levantamiento de los separatistas del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), principal organización tuareg de Mali, se vieron ensombrecidos este año en los violentos enfrentamientos de Kidal.

En los combates librados en esta ciudad septentrional, principal feudo rebelde tuareg, entre el Ejército maliense y los combatientes insurgentes, murieron un centenar de personas.

La derrota de las Fuerzas Armadas fue vista como un signo de su fragilidad, pero también como una muestra de los escasos progresos realizados por el Gobierno de Ibrahim Boubacar Keita, ganador de las elecciones presidenciales en agosto de 2013 con más de un 70% de votos y que había prometido una solución a la crisis en el norte del país, publicó Efe.

El fracaso del Ejército en esta zona permitió a los rebeldes hacerse con el control de Kidal, donde actualmente campan a su comodidad bandidos y traficantes de drogas, pese a la teórica presencia de la Misión de la ONU en Mali (Minusma).

Ni la Minusma, ni la operación francesa renombrada en julio con el nombre de “Barkhane” y en la que participan cinco países del área subsahariana, han conseguido frenar los ataques que se perpetran con demasiada frecuencia contra el ejército maliense en la región de Azawad (Gao, Kidal y Tombuctú).

Los atentados contra los cascos azules de la Minusma se han ido multiplicando hasta el punto de que el Gobierno malienses pidió en octubre al Consejo de Seguridad de la ONU el despliegue de una fuerza de reacción rápida para frenarlos.

Por otro lado, el derrocamiento popular de Blaise Compaoré en Burkina Faso, que se vio obligado a abandonar el país el 1 de noviembre, supuso también un duro golpe a nivel financiero para muchos responsables tuaregs que gozaban del apoyo del presidente depuesto.

Sin dejar las armas, los tuaregs han mantenido abierta la vía de las negociaciones con el Gobierno de Bamako en la capital argelina, con el fin de llegar a una solución definitiva que termine con el tradicional irredentismo tuareg que el país arrastra prácticamente desde su independencia en 1959.

La tercera ronda de estas “conversaciones de Argel”, celebrada en noviembre, terminó sin ningún acuerdo entre las partes y con la inamovible postura de los grupos rebeldes que reclaman la independencia o el federalismo para el Azawad. Un cuarto encuentro tendrá lugar en enero.

Pero Mali se enfrenta además a otro problema vital. El país sufre una importante crisis alimentaria, que hace que 3,7 millones de personas estén amenazadas por la falta de alimentos y más de medio millón de niños se encuentren en riesgo de malnutrición.

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