Museo Etnoarqueológico “Kenneth Lee”

Yuri Mirko Ríos Madariaga


Frontis del museo etnoarqueológico “Kenneth Lee” de estructura circular.
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El panorama satelital lo coloca al norte de la capital beniana, sobre la avenida Ganadera, camino al campus de la Universidad Autónoma del Beni y a poblaciones como San Javier, San Ramón y Santa Ana del Yacuma, un “poquito” alejado del centro, como bien diría. Y como es costumbre en Trinidad, el transporte en mototaxi es la única alternativa para llegar, cuatro bolivianos la ida y otros cuatro la vuelta.

Kenneth Lee, ingeniero petrolero y geólogo nacido en el estado de Texas - Estados Unidos y fallecido en 1999 en Trinidad - Beni; consagró gran parte de su vida al estudio de las Culturas Hidráulicas de Moxos que él mismo descubrió y luego difundió. Culturas que modificaron armónicamente las “pampas” inundables del Beni mediante la construcción de infinidad de lomas, lagunas geométricas y orientadas, canales de comunicación fluvial, terraplenes para articular las lomas y camellones para el cultivo de maíz y yuca principalmente. Obras que garantizaban el buen control de las inundaciones en la época de lluvias y el adecuado suministro de productos agrícolas y piscícolas a lo largo del año, además de la conservación del entor-no natural. Leyendas como El Dorado, el Imperio de Enín o El Gran Paitití tuvieron su origen y punto de partida en esta excepcional civilización considerada como la más importante del mundo hidráulica-mente hablando, cuyo desarrollo, según los estudios abarcó del 800 a.C. al 1200 d.C. Una teoría acerca de su desaparición es la misma que se aplica a Tiwanaku, es decir, se habla de sequías e inundaciones prolongadas que se hicieron insostenibles. Kenneth Lee vino en busca de petróleo y terminó descubriendo a las Culturas Hi-dráulicas, en homenaje a este insigne per-sonaje, el museo lleva su nombre.

El “País de las Aguas” como también se le llama al territorio que ocuparon las Cul-turas Hidráulicas de Moxos, son un eco-sistema único en el planeta conocido como las llanuras inundables del Beni, confor-madas por ríos, lagos, lagunas, “curichis” y especies endémicas entre otros. En fe-brero de 2013, la Convención Ramsar declaró a las cuencas de tres de sus ríos (Yata, Matos y Blanco) como Humedales de Importancia Internacional, adquiriendo relevancia en cuanto a biodiversidad se refiere y como reservorios de agua dulce para el consumo y las actividades huma-nas.

El ingreso al museo se asemeja a otro parque “El Pantanal” o a un jardín botánico plantado con diferentes especies de pal-meras, árboles de flores coloridas en cu-yas ramas se mimetizan aves paradisia-cas, además de senderos y lagunas con victorias regias y algunos yacarés. No te-nía la menor idea que el paisaje que pisa-ba y observaba, era una réplica casi exac-ta, pero a menor escala de la forma en que vivieron los pueblos hidráulicos del Gran Moxos, es decir, allí en esa espaciosa su-perficie, estaban representadas todas sus creaciones maestras (lomas, terraplenes, lagunas, etc.). La loma Suarez a orillas del río Ibare (afluente del Mamoré) y a 12 Km al noroeste de Trinidad, y la laguna Suárez a 5 Km al sureste de la misma, son parte de su legado tangible; antiguamente se las conocía por sus apelativos nativos (Monovi y Socoreno respectivamente).

El museo está erigido en la cima de una loma artificial, es la réplica de una vivienda que los remotos pobladores de Moxos levantaron. Posee la tradicional estructura circular y está hecho de materiales propios del te-rreno como la jatata utiliza-da para recubrir el techo y la madera “cuchi” para los pilares. Consta de dos sa-las contiguas de exposición más una sala multifuncio-nal.

La primera sala es la et-nológica, exhibe instrumen-tos musicales, trajes típicos de danzas como la de los macheteros, el achu y el to-rito, además de máscaras talladas en madera con representaciones del sol, la luna y la estrella; el perro, el jaguar y el ciervo de los pantanos; también muestra las diferencias no tan noto-rias de las vestimentas ori-ginarias de acuerdo a cada población (San Borja, San Ignacio de Moxos, San Joaquín, etc.), cabe resaltar que el Beni alberga a la mitad de las 36 denomina-ciones étnicas del país, sobre las cuales existe una nutrida información.

La sala arqueológica está dedicada ex-clusivamente a las Culturas Hidráulicas de Moxos, exhibe utensilios en arcilla de uso doméstico (ollas, vasijas), urnas funera-rias, piezas antropomorfas y zoomorfas; algo que me llamó la atención fue la cerá-mica con diseños en negativo, una técnica relacionada con la forma de cocción. La sala guarda celosamente la osamenta de un hombre de gran estatura de 10.000 años de antigüedad, encontrado en un conchal (elevación natural del suelo). Tam-bién hay fotografías aéreas y maquetas que muestran el sistema hidráulico de la época de gloria de esta civilización, donde la jerarquía superior vivía en lo alto de las lomas.

El museo etnoarqueológico “Kenneth Lee” recrea el ambiente y modo de vida de las Culturas Hidráulicas de Moxos, aproxi-mándose lo más fielmente posible a su “arqueología paisajística”, tarea titánica de adaptación del mojeño de aquella época a su hábitat mediante el manejo y control de las aguas.

Estas culturas fueron contemporáneas de la otra monumental cultura surgida en nuestro territorio, pero al occidente: el Tiwanaku andino.

 
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