[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Dos acontecimientos artísticos en La Paz


Aunque el invierno asomó ya sus días hostiles, en el campo cultural junio ha sido como una primavera de calideces emocionales, de disfrute y admiración, por dos acontecimientos memorables en la creatividad del arte. Uno de ellos en pintura y el otro en música. Ambos como un ramillete florido, de colores e imágenes, y de cálidos ritmos sonoros.

En La Paz, al menos, no dejan de haber estas gratas expresiones de creación, pero en ocasiones tienen sus singularidades, como ocurre con la exposición pictórica de Rosmery Mamani Ventura, que aún está abierta en el Espacio de Arte Mérida Romero, en el barrio de San Miguel, en la zona sur de la ciudad; y el concierto fugaz, como es la música, pero digno de celebrarlo, por la composición que estrenó el maestro Ramiro Soriano, en el Museo Nacional de Arte y en una Iglesia evangélica, en el barrio de Sopocachi.

Los dos sucesos merecen ser dignos de ingresar a la historia del arte paceño, por los caracteres excepcionales que ostentan. No todos los días se exhibe pinturas de tanta calidad, que parecen ser producto de manos divinas, menos de nuevas composiciones musicales que brillan y exaltan el disfrute de escuchar música selecta proveniente de un distinguido compatriota nuestro.

Rosmery, esta vez, salió del marco de sólo los rostros o bustos que pinta con tanta calidad. Amplió su género del pastel para abarcar también los óleos, las acuarelas y los acrílicos, con tanta o mayor brillantez de aquella técnica.

Como dijo a una crítica en pintura, los cuadros que exhibe Rosmery, hasta el día 30, “es una propuesta nueva, completamente diferente de lo que hago, que son retratos realistas. Siempre trabajo el tema indígena, pero ahora, no es el caso. Estoy mostrando otra faceta mía”.

En efecto, no sólo por lo que recurre a otros recursos pictóricos, sino porque su híper realismo lo eleva hasta las nubes, mostrando, por citar algo que siempre impacta mucho, los desnudos de mujeres. Las obras que en este orden conforman la exposición de Rosmery, adquieren tal naturalidad y expresividad, que no únicamente causan asombro por la perfección con que los pinta, sino también por la expresividad que les confiere, pues suscita hasta un deslumbramiento a la vista.

En uno de sus cuadros, en los que la imagen de una joven aparece sentada delante de un frutero, la mirada que le imprimió es de tanta naturalidad y vitalidad, que es como si estuviera manifestando una riqueza y fuerza fija que impacta, como cuando se inquiere o se expresa algo que nace desde el alma.

Rosmery es ya una de las mayores exponentes del arte pictórico del país. Amplió ahora su libertad y sus técnicas, con la disposición de deparar con los colores y sus líneas una calidad que sorprende y cautiva al espectador.

Cuando se iniciaba, pintando únicamente en pastel, obtuvo ya el reconocimiento y admiración de los exigentes escenarios pictóricos de Francia y España, a tal punto que sus organizaciones más representativas la incorporaron espontáneamente a su seno como una de sus meritorias creadoras. Ahora, con el óleo y la acuarela, que son otros de los géneros exigentes de la pintura, su consagración como maestra del arte pictórico se corrobora con todos los honores del caso, pese a su juventud.

De su parte, Ramiro Soriano, demuestra que no sólo es lo mejor que en estos momentos tiene el país como maestro de la batuta, sino que también es un compositor de múltiples luces y calificada capacidad creativa. El estreno de su obra “Mi País”, ha sido conmovedor. Tanto por el amor que le tiene a su tierra natal, como por la aptitud que luce para describir, mediante notas musicales, todas las características de su variada geografía.

Tan pronto la sonoridad de su creación se eleva hasta las cumbres de la dilatada cordillera de Los Andes, en las dos de sus ramificaciones que abarca el extenso territorio nacional, como también desciende a las ondulaciones topográficas de sus valles, así como a las inmensas llanuras que lo constituyen como a un país que fusiona, dentro de sus dilatadas fronteras, todas las diferencias terrenales del mundo.

Quizás esta sea una interpretación muy personal, empero la composición de Ramiro, en todo caso, nace de la comprensión artística que sugiere o plantea su obra, que no se limita en el tiempo, como por lo general ocurre con las creaciones musicales, sino que se extiende por unos 15 a 20 minutos, algo así como si fuera el aria completa de una ópera.

Aparte de ser el pilar de Coral Nova, que goza de merecido prestigio en el país, Ramiro demuestra con su obra “Mi País” que está predispuesto para dedicarse a mayores emprendimientos musicales. Su formación académica en Bolivia y otros países, especialmente en Rusia, que es una de las sobresalientes cunas musicales del mundo, tiene que seguirla enriqueciendo. Por la exquisitez de su talento musical, está en condiciones de figurar entre los mayores compositores del continente.

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