[Luis Antezana]

La represa de El Bala, crimen de lesa humanidad


Después que fuera archivado en forma definitiva el proyecto de construir una represa en el Estrecho de El Bala, con el fin de producir electricidad, la opinión pública se vio sorprendida cuando supo que el Gobierno había firmado un contrato por 22 millones de dólares con una empresa extranjera para reactualizar ese proyecto con la creencia de que cuando funcione, si funciona, produzca para el Estado importantes ingresos financieros, como para hacer rebasar las arcas fiscales y otras lindezas. Pero, en realidad, se trata de una especie de salto en el vacío, pues se trata de ejecutar una obra sin el conocimiento del asunto, empezando por su antecedente geológico.

En efecto, en primer lugar se ignora los siguientes aspectos: cuando se produjo la formación geológica de la cordillera en esa región, se formó una cuenca cerrada por altas montañas de unos 2.500 kilómetros cuadrados. Enseguida, esa gigantesca hoyada se llenó de las aguas provenientes de la cordillera y se convirtió en un lago de casi la misma superficie con unos 200 metros de profundidad. Cuando se llenó el lago, las aguas buscaron los caminos para desaguar los sobrantes y naturalmente buscaron los sitios más bajos. Uno de ellos, entre otros, fue un canal que formó el semicírculo que hoy se conoce como resultado del efecto de una bala de cañón. Por ese sitio, las aguas del rebalse caían a la región oriental. De entre esos canales uno de los más bajos fue el que registró mayor erosión y a lo largo del tiempo fue el único que dejó escapar las aguas del gran lago y formar el río Beni. Ese canal es hoy el Estrecho de El Bala.

Un segundo aspecto. La cuenca geológica recibía aguas con rica sedimentación, producto de la erosión. Esas aguas que llevaban gran cantidad de la tierra erosionada, se sedimentaron en el fondo del lago a lo largo de siglos y, finalmente, en su fondo formaron una planicie subterránea, conteniendo las tierras y los minerales arrastrados desde la cordillera por las intensas lluvias.

Finalmente, el profundo cañón que formó la salida del agua, creó lo que hoy es el Angosto de El Bala. La antigua superficie que era una laguna se convirtió en una planicie de unas 300.000 hectáreas de tierras sedimentarias de primera calidad, atravesada por varios ríos. Es más, enseguida esa planicie se cubrió de vegetación y seres vivos, convirtiéndose en uno de los pulmones más importantes del continente y de la Bolivia actual.

Al presente, por ingenuidad humana se pensó en cerrar el Estrecho de El Bala y convertir la planicie en un nuevo lago de unas 300.000 hectáreas, o sea casi un cuarto de la superficie del Lago Titicaca. Pero la cosa no es tan sencilla. Al cubrirse de agua esa superficie se destruirá bosques y tierras laborables y, al mismo tiempo, se eliminará la gigantesca fauna que ocupa la región, así como se sacará a poblaciones indígenas que viven allí pacíficamente y se las dejará morir por abandono. Tampoco beneficiará al Beni ni se podrá exportar energía.

Es más, de llenarse de agua esas 300.000 hectáreas, la fauna y la flora, sepultadas por millones de metros cúbicos de líquido, entrarán en putrefacción (metano) con capacidad de producir una catástrofe ecológica incalculable y en términos que una crónica periodística sólo deja imaginar.

Pero eso es todavía poco, la construcción de la Represa de El Bala anulará la posibilidad de que las tierras inundadas se conviertan en campos cultivables que, de ser utilizados, podrían dar ganancias muchísimos más grandes que las que se piensa con producción de energía, algo que sería posible con facilidad y con un costo infinitamente inferior a las soñadas “inversiones públicas” para llenar las arcas fiscales y, sin lugar a duda, los bolsillos de sus administradores y constructores.

El monstruoso daño que podría causar represar al Estrecho de El Bala no sería, pues, sólo geológico sino también un crimen contra la naturaleza (y la despreciada Pachamama), así como a la sociedad humana, tanto por los efectos climáticos que podrá significar su construcción, como por los daños económicos al Estado y la Nación -que según técnicos reconocidos del Centro de Altos Estudios Nacionales (CDAEN), de forma inmediata alcanzarían a los 20 mil millones de dólares.

De ahí que el proyecto tirado por los cabellos, de construir la Represa de El Bala, debe ser anulado antes que sea tarde y, en cambio, realizar otro estudio con técnicos nacionales, que permita utilizar la riqueza de esa fabulosa planicie a favor del pueblo boliviano. Un enfoque del asunto en otra forma, se convertirá en un crimen de lesa humanidad y una traición a Bolivia y al pueblo boliviano.

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