[Bjorn Lomborg]

Las mejores formas de luchar contra la extrema pobreza


Copenhague.- En 1950, los habitantes de Corea del Sur y Pakistán ganaban aproximadamente lo mismo al año. En la actualidad, esos dos países son poco comparables: desde entonces, el ingreso per cápita surcoreano se multiplicó por 23, mientras que el paquistaní sólo se triplicó.

Cómo ayudar a que una mayor cantidad de los países más pobres del mundo imite el éxito surcoreano es una de las preguntas más importantes que el mundo debe responder hoy. Mejorar su situación económica implica la posibilidad de empoderar a poblaciones completas con mejor salud, más educación, mayores expectativas de vida y menor vulnerabilidad frente a desafíos como los que plantean los desastres naturales.

Muchos de los 169 Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para los próximos 15 años están, en forma intrínseca, relacionados con la reducción de la pobreza.

Pero no todos los objetivos son igualmente buenos. El Copenhagen Consensus Center, que dirijo, pidió hace poco a 60 equipos de economistas que evaluaran los costos y beneficios de estos objetivos propuestos, que entrarán en vigencia en septiembre para reemplazar a los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Uno de los objetivos menos deseables parece loable a primera vista: pleno empleo para todos. Desafortunadamente, se trata de un sueño, no un objetivo. Las economías necesitan cierto desempleo para que los trabajadores puedan cambiar de ocupación, y la mayoría de los gobiernos ya se centra en la creación de puestos de trabajo. Las investigaciones sugieren que los políticos y los grupos de interés usarían un objetivo de pleno empleo para apoyar políticas onerosas y proteccionistas que generarían excelentes empleos para algunos, pero empujarían a muchos hacia la economía informal. Probablemente, entonces, el resultado sería un beneficio menor a su costo. Además, por cierto, no es la forma de reducir la pobreza extrema.

Aproximadamente el 14,5 % de la población mundial, o mil millones de personas, vive con menos de 1,25 USD al día. ¿Por qué no poner fin a la pobreza extrema sencillamente transfiriendo suficientes recursos a estos 1.000 millones de personas, para que cuenten al menos con 1,26 USD diarios? Las personas más pobres del mundo podrían alimentar y educar mejor a sus hijos y gozar de mejor salud.

Pero, además del costo financiero, los desafíos administrativos serían enormes, además de la corrupción y las deficiencias institucionales. Cuando se pondera estos factores respecto de sus beneficios en términos monetarios, el resultado es que cada dólar que se gaste para poner fin a la pobreza extrema mediante transferencias de efectivo generaría aproximadamente cinco dólares de valor social. No es una rentabilidad mala en absoluto, pero hay formas mucho mejores de ayudar.

Una posibilidad es triplicar la penetración de la banda ancha móvil en los países en desarrollo. Esto proporcionaría información de mercado a los emprendedores a pequeña escala –como granjeros y pescadores–, les permitiría vender sus bienes al mayor precio posible e impulsar la productividad, aumentar la eficiencia y generar más empleos. Nuestras investigaciones muestran que los beneficios agregados serían de 17 dólares por cada dólar gastado, eso lo convierte en un excelente objetivo de desarrollo.

Y una intervención aún mejor se ocupa de las migraciones. Más de 200 millones de personas trabajan en la actualidad fuera de sus países de origen. A medida que la población de los países ricos envejece, éstos necesitan más trabajadores.

Simultáneamente, las personas de los países en vías de desarrollo son más productivas en los países desarrollados. Flexibilizar las restricciones a las migraciones permitiría que los jóvenes de los países en vías de desarrollo amplíen las decrecientes fuerzas de trabajo de las economías industrializadas y generen los impuestos necesarios para pagar la atención de los ancianos.

Esa migración también sería buena para los países en desarrollo, porque los trabajadores en el extranjero envían remesas a sus países de origen. En total, cada dólar gastado en aumentar las migraciones produciría más de 45 USD de bien social (posiblemente, más de 300 USD). Si bien en el clima político actual aumentar la migración puede resultar difícil, vale la pena mencionar su eficacia para ayudar a los más pobres del mundo.

El objetivo de desarrollo que tendría mayor impacto sobre la prosperidad mundial sería la finalización de la ronda de negociaciones comerciales de Doha. Reducir las barreras al comercio significaría que todos los países podrían dedicarse a lo que hacen mejor y eso redundaría en beneficio de todos. Por otra parte, el comercio con menos restricciones aceleraría el crecimiento económico a través de una mayor innovación y el intercambio de conocimientos. Una fuerte dependencia del comercio en un mercado global fue uno de los principales motivos por los que Corea del Sur se desarrolló tan rápidamente y esencialmente erradicó su pobreza en los últimos 65 años.

Los modelos económicos indican que una ronda de Doha exitosa generaría 11 billones de USD anuales adicionales para la economía mundial para 2030 y que la mayor parte de esos beneficios iría a los países en desarrollo. Cada persona en el mundo en vías de desarrollo ganaría en promedio 1.000 USD más al año y la cantidad de personas que viven en extrema pobreza se reduciría en 160 millones. Por cada dólar que se gaste –en su mayor parte, para pagar a los agricultores occidentales que bloquean las negociaciones actuales– el mundo recibiría 2.000 USD de beneficios; esto convierte al libre comercio en una inversión extraordinaria.

Cada una de estas propuestas –el pleno empleo, las transferencias de efectivo, la ampliación de la banda ancha, la flexibilización de las migraciones y la reducción de las barreras comerciales– está cubierta al menos por uno de los 169 Objetivos de Desarrollo de la ONU... y ese es el problema.

Tratar de hacer 169 cosas distintas a la vez sería insensato. Implicaría gastar demasiado tiempo de recursos y prioridades con menores rentabilidades, en vez de centrarse en los objetivos que prometen un mayor impacto para los más desfavorecidos del mundo. De hecho, nuestras investigaciones muestran que existen 19 objetivos extraordinarios que –al igual que el libre comercio– debieran ser priorizados por encima de todos los demás.

La decisión final sobre cuáles objetivos se convertirán en políticas mundiales afectará al flujo de billones de dólares durante los próximos 15 años…

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