[Ramiro H. Loza]

Citadinos excluidos del Estatuto Autonómico


Nos referimos al Preámbulo del Estatuto Autonómico de La Paz, cuyo texto propone el mismo discurso ideológico-político de carácter indigenista del actual régimen, aunque pareciera ser el único saldo del proclamado indigenismo. Si al Estatuto Autonómico se le confiere una importancia vital para el presente y futuro del departamento, en lugar de un Preámbulo debería haber ofrecido en primer lugar una Exposición de Motivos, exponiendo sus justificativos, objetivos y alcances, como lo exige cualquier ley fundamental.

Dejando de lado esta primera falencia, quien lea el mencionado Preámbulo verá que injustamente excluye e invisibiliza al sector citadino paceño, al punto de haber sido borrado del proceso evolutivo local y departamental. En cambio, ensalza en extremo a líderes indígenas, llámense Túpac Katari, Bartolina Sisa, Zárate Willca, etc. y los cita en medio de una serie de rebeliones de la raza aymara, como si ésta fuese exclusiva autora de cuanto se ha construido en este territorio, lo cual -sin desconocer que “el indio es la raíz de la nacionalidad”- no resiste la verdad objetiva de los hechos. Este silencio de tumba que atenta contra la clase media paceña ignora premeditadamente hechos históricos, políticos y culturales protagonizados por esclarecidos ciudadanos.

Ante la gesta libertadora del 16 de julio de 1809 con Pedro Domingo Murillo a la cabeza y la ofrenda de vida de los Protomártires, el documento apenas les dedica una frase, pasando por alto el propósito revolucionario fundacional de crear un Estado libre e independiente, que hasta entonces nadie lo había intentado en la América Meridional. José Miguel Lanza es otro héroe preterido, caudillo guerrillero de 15 años, continuador denodado de la Revolución murillana.

Bolivia le debe al Mariscal Andrés de Santa Cruz y Calahumana su organización política y administrativa e incorporación al derecho universal de la época, innovadora performance en el continente. Quién sino el general José Ballivián con sus huestes consolidó la independencia de la Nación en los campos de Ingavi, frente a la ambición de anexarla a un poder extranjero.

La Paz no sería lo que es sin la Revolución Federal de 1899, cuyo capitán general en los campos de batalla fue José Manuel Pando, luego que la triade civil conformada por Macario Pinilla, Fernando Eloy Guachilla y Serapio Reyes Ortiz, iniciara la rebelión es esta ciudad. Casi enseguida de la confrontación con el Sur, desde el mismo año de 1899, el general Pando exploró el noreste fijando los límites allí hasta donde llegaban las pretensiones brasileñas, defensor del territorio y de la goma, recurso natural importante de la disputa.

En fin, sería imposible glosar en la estrechez de una nota, el abundante y rico aporte de nuestros coterráneos a la construcción de la Patria, venciendo incontables y nada fáciles dificultades. A Ismael Montes -gobernante controvertido, es verdad- le cupo el papel de reorganizador del país empezando por la Administración, la Educación, el Ejército, etc. Bautista Saavedra, verdadero caudillo de masas, escritor y sociólogo, ha sido, sin disputa, el iniciador de las leyes sociales, otra forma de modernizar el Estado.

Entre otros hechos que llevan el sello de la paceñidad, debía haberse otorgado espacio a su aporte en recursos materiales y de sangre -sin duda el mayoritario de todo el país- en las guerras del Pacífico, del Acre y del Chaco. Por otra parte, la modernización de las formas de vida en un ámbito nacional de excesivo costumbrismo, se debe al pionero espíritu cosmopolita que los citadinos paceños imprimieron en el Siglo XX, de donde trascendió al interior del país.

El aporte intelectual no fue menor por los destellos de poetas, escritores, pintores, músicos y otros creadores que brillan por su ausencia en las parcialidades y exclusiones del Preámbulo. Basta recordar a literatos prolíficos como Vicente Pazos Kanki, Emeterio Villanil de Rada, Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Juan Francisco Bedregal, Antonio Díaz Villamil, Rosendo Gutiérrez, el científico Agustín Aspiazu, a pintores célebres cual Arturo Borda, destacando entre los músicos Adrián Patiño; Emilio Villanueva, arquitecto de concepción tiahuanacota, etc. Menos hubo espacio para los literatos y poetas contemporáneos. Sociedad sin cultura no es sociedad.

Tan manifiesta discriminación hace víctima a la clase media paceña y a su eminente contribución a la identidad de la ciudad y del departamento, lleva a constatar –ojalá no fuera así- que entre la unidad nacional y su dispersión en 36 republiquetas, no se ven claros los destinos del país. Este es uno de los capítulos que, como hemos visto, lejos de propiciar la unidad y la armonía atiza la lucha de clases, sino algo aun peor. Al fin y al cabo es la vía elegida por los actuales gobernantes.

loza_ramiro@hotmail.com

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