[Armando Mariaca]

¿Llegará el momento del realismo y racionalidad?


Hay muchas razones para que gobernantes y gobernados del país pensemos seriamente en todos los problemas que tienden a acrecentarse y que, de uno u otro modo, será preciso encararlos y buscarles soluciones. Creer que nuestra economía es “sólida” y que los problemas, por “vivir tiempos de cambio” no son tales o se los minimiza porque así conviene a los intereses “del partido”, no es motivo para que, de una u otra manera, no se tome conciencia sobre realidades.

Entre las realidades vividas están las políticas, las regionales, las económicas, las referidas al contrabando, al narcotráfico, la aún rechazada devaluación de nuestra moneda, el caso de las subvenciones a los hidrocarburos y, en grado máximo, el gravísimo caso de la corrupción que, con carácter prioritario, debe encarárselo con honestidad y responsabilidad moral.

Desde el año 2006, primer año del actual régimen, el país ha tenido una vida y comportamientos diversos pero diferentes a los años y décadas anteriores que eran tiempos de necesidades y pobreza; tiempos en que había que hacer frente a las obligaciones con lo poco que se tenía aunque con mucha dejadez, resignación y falta de planificación, aplicando muchas veces la malsana política del “dejar hacer y dejar pasar” que resultó una especie de resignación ante la pobreza y las necesidades no satisfechas de la colectividad.

Como no podían seguir las “vacas flacas”, llegó el tiempo de las “vacas gordas”, aunque con un manejo displicente de los recursos financieros que, especialmente desde el año 2008, fluyeron en excesos no conocidos en la historia del país y que dieron lugar al surgimiento de una especie de torrente de gastos, de complacer pedidos y exigencias de las fuerzas que apoyaron al gobierno y se apoyaron en él. El propio régimen, ante una situación que no vislumbraron en el inmediato pasado hasta asumir el mando de la nación, se desbordó en excesivos gastos y hasta manejo en proyectos faraónicos e innecesarios.

Analizar lo bien o malo hecho no hace ni corrige nada; pero, ahora que retornan los tiempos en que habrá menos dinero y las obligaciones no disminuyen, los problemas adquirirán dimensiones muy graves que requerirán soluciones acordes con lo poco que haya, pero con dosis muy grande de honestidad y responsabilidad; dicho de otro modo, vivir el realismo de la situación y accionar con racionalidad que, en el fondo significa tomar conciencia de país y utilizar una vocación de servicio haciendo honor al principio de que gobernar es servir y servir es sinónimo de amar, preocuparse de los problemas nacionales, comprender las urgencias y necesidades de la población, encarar la batalla contra la pobreza y, sobre todo, desplegar todos los esfuerzos con miras a combatir al contrabando, al narcotráfico y a la corrupción.

En este accionar no sólo tiene que intervenir el gobierno, aunque la mayor parte de las realizaciones le corresponde por tener en sus manos la administración del país, sino también a quienes se sienten ser parte de la oposición, una oposición que tiene que ser constructiva partiendo del principio de que el país es de todos y que no debe haber distinción de ninguna clase, salvo la que identifica a quienes se colocan al margen de las leyes y cometen muchos actos delincuenciales que atentan contra el bien común, caso de asaltantes de propiedades, violadores, criminales que ciegan vidas, corruptos y personas que han perdido totalmente la noción de honradez y que sólo ven sus conveniencias haciendo abstracción de los intereses de la colectividad nacional y debe ser el gobierno, la oposición y el pueblo que luchen contra esos males.

Vivimos un tiempo en que es preciso planificar, repensar muchas de las obras que se tenía proyectadas, impulsar la producción, atraer efectivamente inversiones en muchos rubros de la economía y no siempre en el campo de los hidrocarburos que, como se informa diariamente, hay reticencia en las instituciones financieras del petróleo por invertir debido a la excesiva producción de hidrocarburos; sin embargo, hay rubros, como la minería, en que podría incentivarse la explotación de ricas reservas que posee el país.

En lo político, será preciso que la prudencia y el respeto sean partes sustantivas de quienes gobiernan y de los que se encuentran en planos opositores y, en sumo grado, de los grupos y organizaciones sociales que no deben seguir con el prurito de exigir y pedir hasta lo imposible y evitar los bloqueos que no son más que acciones terroristas para alcanzar sus objetivos. Las políticas del ensañamiento contra los que piensan o sienten diferente al gobierno, no corresponden porque si hay libertad se la debe respetar como el bien mayor de todos porque la libertad es el derecho que se tiene en democracia y si ésta tiene plena vigencia que sea completa y sin reticencias o frenos de ninguna clase, salvo las previstas por la Constitución y las leyes.

Vivir realidades y actuar con la mesura, la prudencia, la honestidad y responsabilidad necesarias, tiene que ser parte de la racionalidad que prime en todos; de otro modo, corremos el riesgo de agravar mucho los problemas y promover el surgimiento de otros que podrían generar caos político, social y económico.

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