¿Finalmente ya existe un plan de modernización policial?

Salomón Abad Sejas Tapia

El “sentido de pertenencia social” por la Policía Boliviana, es probablemente el filtro más importante de la voluntad política, en el que puede sustentar el Estado Plurinacional una legítima y sostenible modernización de la Institución del orden.

En el concepto de modernización policial que vienen manejando diferentes autoridades gubernamentales y en especial el Ministro del área, parece advertirse una confesión implícita del atraso policial, lo que en buenas cuentas resultaría una reflexión saludable para el propósito reformista.

La Policía Boliviana que nació casi con la República (1826) fue víctima, como casi todas las instituciones gubernamentales, de los políticos aventureros, patrioteros, muchos uniformados y otros vestidos de civiles, ambos marcados por el desprecio que siempre sintieron por nuestras normas. Después de promulgada la Ley Orgánica de la Policía Nacional de 1985 (o lo que queda de ella) no existe otra que le fije su horizonte. Esa norma es discordante con la Constitución Política del Estado Plurinacional. La reglamentación interna de la policía, que interpreta la ley citada en líneas precedentes, no es concordante con la Constitución Política. En palabras simples, la normativa policial interna se debate en un limbo informal, permeable, vulnerable y manipulable por propios y extraños. Hoy mismo, las altas autoridades policiales son seleccionadas con este procedimiento interno que contraviene la Constitución Política del Estado, Art. 172 inc. 19, permitiendo además (la norma citada) que muchos jefes y oficiales se pasen tres cuartas partes de su carrera profesional abriendo y cerrando puertas de los ministerios y viceministerios, abriendo y cerrando las puertas de los autos oficiales, especializándose como parrilleros en el Complejo Deportivo “Litoral”, frente a la mirada piadosa de las autoridades invitadas.

Esta informalidad normativa permite, además, conservar el Batallón de Seguridad Física Estatal que cuenta más o menos con 1.200 efectivos (como ninguna otra unidad policial en el país), únicamente para prestar servicio a las autoridades de gobierno y algunas reparticiones del Estado, mientras que el resto de los ciudadanos clama por la presencia policial en calles, escuelas, colegios, barrios, etc., por donde pasan raudamente los autos oficiales con sus escoltas, guardaespaldas, a los que les pagamos los contribuyentes, cuando por un lógico razonamiento tendrían que hacerlo los que se benefician de esa seguridad, como lo hacen, por ejemplo, los que bailan y se divierten en la entrada folclórica del Gran Poder.

Es posible que la modernización policial no vea en la adecuación normativa una prioridad, en todo caso, el orden de los factores no altera el producto, como tampoco se altera la etimología de la palabra norma, que viene del griego nomos, y significa la “manera de ser” de un pueblo. En el caso que nos ocupa, tendríamos que pensar en la manera de ser de la Policía Boliviana, en su identidad, la que parece ser también una de las tareas pendientes de la modernización institucional, habida cuenta de que en el pasado inmediato, uno de sus ex comandantes generales, iluminado o, mejor, ofuscado por los colores de la caballería militar, impuso a los servidores policiales el uso de un uniforme similar o parecido al de los soldados del Ejército. Si se tratara de una simple prenda de vestir, probablemente ese desliz del ex comandante general “iluminado” no tendría ninguna otra connotación, pero ocurre que se trata de la institución del verde olivo, de una institución fundamental de nuestra Patria, que construyó y sobrevivió con su identidad propia a lo largo de estos 190 años.

Muchos millones de bolivianos que nos ilusionamos con los aciertos de la Selección nacional de futbol o que nos atormentamos con sus resultados, haríamos hasta lo imposible por sentirnos orgullosos por nuestros futbolistas y, por supuesto, por la estructura deportiva en general. En palabras simples, un equipo de futbol puede colmarnos de alegría, identidad, unidad… o puede simplemente hacer todo lo contrario y sumirnos en la depresión y la vergüenza. En todo caso, nos hacemos, consciente o inconscientemente, parte de esos logros o fracasos, se opera en nosotros “el sentido de pertenencia social”, el que lo ha expresado el ministro Romero -en su condición de dirigente deportivo- por el fútbol nacional. Ese sentimiento, afecto, pasión por el deporte citado públicamente, no es ni más ni menos el que necesita la Policía Boliviana para encarar, de una vez por todas, este déficit de legitimidad en el que se halla recluida por los permanentes desaciertos de muchos servidores policiales, cuya conducta desluce la efectividad de las acciones policiales que fueron incluso ponderadas por la prensa internacional.

Si estos últimos hechos con tinte delictivo, protagonizados por algunos malos policías, deberían marcar el punto de partida de una verdadera modernización institucional, en hora buena. En todo caso, los ciudadanos de a pie celebramos la decisión del ministro de Gobierno, Dr. Carlos Romero Bonifaz (cabeza de sector de la Policía Boliviana), por asumir su responsabilidad constitucional, anunciando la puesta en marcha de un plan estratégico de modernización -en nombre del Estado Plurinacional- que seguramente permitirá legitimar y empoderar a nuestra Institución del orden, aquella con la que fantaseamos los olvidados.

El autor es Lic. Cs. Políticas.

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