Crecimiento, modelo económico y endeudamiento

Un modelo económico se parece a un organismo vivo en el sentido que su máxima aspiración es reproducirse a sí mismo. Un gobierno hereda el modelo anterior. Pero cual nuevo león alfa, impone sus genes ideológicos, con el instinto evolutivo de engendrar burócratas que propaguen su mismo ADN. El modelo económico del actual gobierno ahora debe comprobar su capacidad de reproducirse asimismo, en un entorno muy diferente al que originalmente permitió su ascenso y éxito coyuntural.

La gran herencia del modelo económico boliviano serán sus grandes emprendimientos económicos, realizados de forma directa y con millonarias inversiones. Más allá de las fuentes para financiar las inversiones, costos de los préstamos y capacidad de repago de los mismos, está su capacidad de generar nuevos excedentes, empleos y un desarrollo sustentable. Gastar plata genera indudablemente un efecto multiplicador. Pero el efecto multiplicador sólo rinde resultados mientras se siga invirtiendo. Llega un momento en el cual la inversión debe rendir frutos, en lugar de deuda externa.

No toda inversión tiene el resultado deseado. Por ejemplo, invertir el dinero del pueblo en proyectos de integración, con grandes carreteras, sin un modelo de inversión en las regiones, que permita generar la productividad (que supuestamente será transportada), logrará en el corto plazo tan solo generar una ilusión de desarrollo. Una vez gastado el dinero en fábricas o carreteras, para que luego ellas no produzcan o transporten más que escasos turistas, atentará en el largo plazo contra de la capacidad del modelo de reproducirse.

El modelo de económico ha apostado a la inversión. Hay empresas del Estado exitosas (Entel), empresas no tan exitosas (Enatex) y otras 60 empresas cuyo éxito deberá ser evaluado después de auditorías. La capacidad de inversión, producción y comercialización de YPFB, Papelbol o Cartonbol quedará en evidencia algún día. Pero antes de poder evaluar el éxito del modelo económico en el largo plazo, debemos seguir invirtiendo, según el horizonte planteado por el de Plan de Desarrollo.

El dinero que invierte el Estado proviene del pueblo, por lo que el modelo económico debería ser capaz de responder a una sencilla pregunta: “¿Estas inversiones darán los réditos necesarios para reponer en las arcas del Estado la inversión?”. El modelo exporta gas de pozos y gaseoductos heredados de gobiernos anteriores, pero no crea empleos. Por ende, llegará el momento en el cual el modelo económico deberá ir más allá del discurso fácil del anti-imperialismo, el sol y la luna, para explicar cómo sus inversiones avanzan los intereses de todos los bolivianos. Por el momento, en vez de desarrollo, pareciera que los objetivos son electorales, con una economía al servicio de la pugna por el poder.

Una inversión, por definición, implica un riesgo. Aquellos que invierten su dinero, lo hacen porque han trabajado en un rubro toda su vida, compenetrándose en los pormenores del mercado, del proceso de producción y de la competencia. Cuando se invierte el dinero del otro, sin correr el riesgo de asumir la responsabilidad por un posible fracaso, invertir resulta un ejercicio mucho más intuitivo. En el caso de la fábrica de fertilizantes de Bulo Bulo, o el ingenio azucarero de San Buenaventura en el norte paceño, ambos proyectos “misteriosos”, no está claro si habrá mercado seguro para lo primero, o si habrá suficiente materia prima para el segundo.

Muchos de los proyectos del modelo económico han sido contratados de manera directa, sin licitación. Se dificulta la participación y control social del pueblo en las decisiones estratégicas del país cuando todos los antecedentes, especialmente económicos, no están siempre disponibles.