Año nuevo 5524

Mientras el resto de los habitantes del planeta vive equivocadamente en el año 2016, nuestra cultura aymara nos señala que hoy ya ingresamos en el año 5524 sin poder explicar qué hicieron nuestros antecesores a lo largo de cinco milenios.

Iba pensando en esas fruslerías, cuando mi corresponsal en el Palacio Real de la plaza Murillo me comunicó que había escuchado por los pasillos de ese castillo encantado que toda nuestra elite gobernante acudiría en la madrugada del solsticio de invierno a Tiwanaku para recibir los primeros rayos de sol que se filtrasen por la emblemática Puerta del Sol.

Me alegró tal resolución de quienes manejan nuestro Estado Plurinacional y Folklórico, pero mi sonrisa aprobatoria se esfumó cuando mi discípula periodística me comunicó que ella y yo también seríamos de la partida para participar de los beneficios energéticos que nos favorecerían también a nosotros, aunque no creyésemos en tales supercherías aymaras o astrológicas. La verdad es que Macacha me condujo de las narices hasta la tierra sagrada de los aymaras y de sus antecesores.

Ante la venerada Puerta del Sol se encontraban reunidos los cráneos más famosos de Bolivia, acompañados, como siempre, de decenas de “tira sacos” que legítimamente pedirían al dios Inti convertirse mañana en viceministros y ministros.

Cuando llegamos a Tiwanaku, aún las sombras de la noche envolvían el paraje altiplánico y unas minúsculas copas de brandy, whisky etiqueta azul y singani empezaron a entibiar los ateridos cuerpos de los selectos peregrinos, encargándose la servicial valluna de aliviar los rigores del frío hasta que el astro rey se dignase aparecer. Hasta que, por fin, aparecieron los primeros rayos solares, bajo cuyo amparo nos aglomeramos todos, apretándonos todos para recibir aquellos que nos darían energía para seguir viviendo en este altiplano de lágrimas, gobernado por seres extraordinarios, cuyo origen se remonta a 5.524 años o más, época mítica para nosotros pobres y débiles actores.

Di gracias a mi comadritay por empujarme a ser partícipe de otro año nuevo aymara, durante el cual pude decirle espontáneamente “¡Happy new year, my darling Macacha…!”.