[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Intemperancias contraproducentes


La racionalidad y la coincidencia de tener intereses comunes tienen que imponerse entre Bolivia y Chile. En los últimos años, hemos observado con mucho pesar que se ha dado paso a un distanciamiento enojoso, proclive al encono y la agresividad.

No faltan los sentimientos cívicos, muy acendrados además, por la pérdida de nuestra salida al mar, porque implicó una mutilación fatal para el desarrollo más acelerado del país. Y, principalmente, impidió que Bolivia sea parte legítima de la enriquecedora vecindad con el resto del mundo.

Entonces, lo que queda es estimular la buena vecindad y conciliar los intereses mutuos, para que la carencia que sufre el país tenga una estimable gradación menor. No seguir echando más leña al fuego, porque hasta puede devorarnos.

Aunque sin hacer la valoración necesaria en el país, es oportuno anotar, en esta ocasión, dos importantes aspectos. La relación social entre bolivianos y chilenos siempre ha sido amistosa, pues unos y otros encontraban que tenían mayores afinidades de pensamiento y conducta que con otros vecinos que ambos países tienen.

Esto en lo humano tiene mucho valor, conviene destacar que muchos bolivianos han fijado su residencia en Chile y, por lo general, según opiniones recogidas personalmente, eran considerados casi como compatriotas. Primaba el buen trato y un entendimiento que a ratos parecía hasta familiar.

Colegas y amistades llegadas últimamente de Chile refieren que esa relación se enfrió y que, a medida que suben los tonos en el plano internacional, la situación desmejora más. Antes, los bolivianos obtenían su residencia en Chile en menos de una hora, ahora la situación está cambiando, cada vez se torna más enojosa. Pudiera entenderse que estos detalles son insubstanciales, por tanto cabe entrar a considerar el problema de fondo.

En Bolivia, pareciera haber un concurso público para ahondar la enemistad con Chile, sin considerar que, aunque sea penoso reconocer, somos sus dependientes, desde el momento que es la salida más expedita que tiene Bolivia para acceder al océano Pacífico.

A consecuencia de la beligerancia prevalente, actualmente la reacción del oficialismo chileno ha derivado también en el mismo comportamiento de sus ciudadanos. De ahí se explica el maltrato oficial y público que al presente reciben los transportistas bolivianos.

Cuando las relaciones son normales y lo ideal con Chile es conveniente que sean lo más amistosas posible, es de seguro que no estarían sucediendo tales hechos. Empero, más importante aún, si se mantiene relaciones normales, se puede solucionar esos problemas de manera racional, buscando los entendimientos que los casos ameriten. Tal como ocurre en la vida cotidiana, cuando se tiene vecinos en un inmueble.

El juicio de La Haya no conducirá a nada, por más que el Tribunal Internacional de Justicia se pronuncie a favor del diálogo que ha propuesto Bolivia. Chile puede dar largas al asunto, sin dar paso a un arreglo oportuno y satisfactorio para el país.

Cabe destacar que el presidente Evo Morales, en las últimas semanas, adoptó otro temperamento, probablemente como producto de las largas horas de meditación que tuvo mientras se recuperaba de la intervención jurídica a la que se vio sometido.

De ahí que ahora plantea con insistencia un diálogo directo con la presidenta Michelle Bachelet. Inicialmente será para abordar temas incidentales que preocupan al presente, referidos al trato a transportistas y carga boliviana en puertos chilenos.

Con la posibilidad de que se realice el mismo –ojalá que Chile también entre en buena razón– se podría avanzar en otras materias más trascendentales. Incluso, alguna vez, se mencionó una eventual integración. ¿Por qué no?

Esperemos que las torpes e infortunadas expresiones del canciller chileno no tengan mayor prevalencia, se las haga pasar como un incidente inconsistente en términos diplomáticos, y la postura de Morales se imponga y logre buenos resultados. Esto es lo deseable y lo que habría que apoyar, sacudiéndose de atavíos históricos improductivos. Esto puede ser lo mejor, a la luz de miles de experiencias internacionales.

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