[Raúl Pino-Ichazo]

La belleza y la dificultad del lenguaje


La incógnita del origen del lenguaje puede referirse a la capacidad para hablar o a la práctica desarrollada de aquél o, mejor, es la actividad universal humana dirigida a utilizar un sistema de signos según determinadas reglas de enlace que en todas partes han de darse por supuestas y, éstas nos obligan al aprendizaje previo del abecedario; vencida esta fase surgen las combinaciones que producen la silaba como forma fonética primigenia y la primera forma fundamental dotada de significación es la palabra; la primera fundamental del lenguaje es la oración y solo en ésta se expresa el pensamiento.

Dentro de toda lengua hay que distinguir la totalidad de signos y formas de que puede servirse el que habla, luego la relación somática-anímica del acto de hablar (conjunción del cuerpo y la mente), y finalmente la palabra producida y oída. Ahora se hace inteligible la definición de lenguaje en sentido primordial como la representación de los pensamientos por medio de sonidos.

El sujeto protagonista del lenguaje es el hombre porque es el único de los seres visibles que tiene pensamientos y es capaz de expresarlos con el sonido articulado perceptible sensible. El lenguaje como sonido existe solo al ser producido, aunque siempre, aparte de la transmisión de ideas, el habla es ya una cierta expresión del alma de la persona locutora, empero, su intención principal, a diferencia de otros movimientos expresivos del cuerpo humano, no tiende a esto, sino a la maravillosa y a veces incomprensible representación y comunicación de pensamientos. Aquí surge una diferencia categórica con la representación gráfica, pues ésta imita al objeto en su forma sensible y es, en consecuencia, inmediatamente comprendida por cualquier observador, por el contrario, el lenguaje hace presente no el objeto, sino el pensamiento y (en su forma desarrollada) no lo copia, sino mediante un signo que lo reemplaza; por lo tanto, solo será comprendido por quien conoce el sentido y, con ello, el significado de los signos.

La práctica o manejo de la lengua comprende el descubrimiento y la primera aplicación de signos sensibles como representantes de los conceptos y el desarrollo ulterior del sistema de signos.

El lector se preguntara ¿cómo llegó el hombre originariamente a esta práctica del lenguaje?, la respuesta estriba en que solo se puede conjeturar observando cómo todavía la adquiere. Únicamente cabe hablar de lenguaje animal en un sentido impropio, pues el animal no puede exteriorizar pensamiento alguno ni expresar mediante conceptos sus sensaciones y apetitos.

El hombre puede sustituir los signos fonéticos del lenguaje por otros; así sucede, por ejemplo, en la escritura, que reemplaza los pasajeros fonemas por trazos escritos de carácter más estable, pues a las palabras se la lleva el viento, paradójicamente. Decíamos que la oración expresa un pensamiento completo debido a que la situación de la lengua y el conjunto de la oración confieren a las palabras el significado definido.

El lenguaje en su universalidad es profuso en idiomas, que tanto en el léxico como en la construcción difieren entre sí de manera explícita, y ¿dónde nacen las traducciones?, en la constante posibilidad de trasladar a una lengua lo representado en otra; pero tal posibilidad es limitada a diversos aspectos, sobre todo en lo concerniente al valor sentimental que resuena en las palabras. Así, para un conjunto de enunciados exactamente definidos, se establecen lenguajes universales formalizados de gran precisión. Dado su avance es posible hacer, a su vez, enunciados sobre los lenguajes naturales o formalizados, distinguiendo entre lenguaje de objetos (lenguajes directos) y metalenguajes, posibles a varios niveles de dificultad, con ayuda de los cuales se evita las antinomias semánticas, es decir, las contradicciones en los conceptos.

El lenguaje no constituye una condición indispensable del conocimiento intelectual, pero contribuye en decidida medida a la precisión y claridad del pensar, siendo la comunidad lingüística orgánica y natural la nación e inversamente, el idioma desempeña un importantísimo papel en la estructuración de la propia nación. Sin lenguaje no sería posible la comunidad ni un grado superior de cultura.

El autor es abogado corporativo, posgrado en Arbitraje y Conciliación, docente universitario, escritor.

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