Sin partidos políticos


 

El caso de Bolivia debe ser único en el mundo occidental, que no tenga partidos políticos organizados y en pleno funcionamiento, justo cuando un solo movimiento social, que no es precisamente un partido, ejerce las funciones de gobierno desde hace algo más de una década.

Por supuesto, en el pasado, cuando los partidos solían llegar hasta la decena, no fueron un dechado de virtudes, pero siempre sus líderes tenían iniciativas y aportes para la mejor administración del país.

Ahora tenemos una organización hegemónica en el gobierno, pues no es partido ni tiene, por supuesto, la organización sucesoria respectiva. O sea que su dirigente máximo no tiene o deliberadamente no acepta tener sucesor, quizás por pretender ser una expresión única de ciertos movimientos sociales, porque no todos están en la bolsa gubernamental, incluso algunos han disentido con la conducción oficial o no recibieron los satisfacciones que esperaban tener, por lo que optaron por aislarse.

En el siglo pasado el país tuvo buenas organizaciones políticas, con sus respectivos liderazgos, que cuanto decían o proponían tenía el respaldo de sus adherentes y, por consiguiente, de una parte de la población nacional.

En consecuencia, están revestidos de un cierto carácter de co-gobierno que le hacía mucho bien al país, porque no estaba sometido, como ahora, a una voz unívoca que, además tenía sus carencias y pese a la pugna por dominar el pensamiento y accionar de todo el pueblo boliviano. En términos académicos tal situación tiene una caracterización poco afortunada, la de dictadura.

Un país que está sometido a una sola voluntad resulta imperfecto, porque es comprensible que buena parte de su población no tiene voz ni voto para demandar la vigencia de sus derechos y, peor todavía, que no tiene margen, por la dispersión en que se encuentra, a tener partidos y líderes que se ocupen también del co-gobierno implícito que detentan.

En la actualidad solo tenemos unos dos o tres ex dirigentes políticos que aisladamente opinan, pero que no tienen la fuerza organizada para hacer que sus iniciativas sean atendidas por los gobernantes de turno y, de esta manera, que el gobierno no sea unívoco y más a capricho que a ideas razonadas en gabinete de trabajo.

A pesar de que en la actual gestión de más de 10 años se ha duplicado prácticamente la cantidad de ministerios y organizaciones públicas que supuestamente deben coadyuvar a la obra gubernamental, tal cosa no ocurre o pasa desapercibida, porque no tienen la fuerza de ser representativas y por tanto están sometidas a la voluntad de quienes mandan, aunque sin salirse del ámbito estrecho de ideas de clara parcialidad oficialista.

A manera de simple mención, sin que implique compromiso alguno con el pasado, cabe señalar que se tuvo líderes como José Carrasco Torrico, el general José Manuel Pando, el sociólogo Bautista Saavedra, el académico Demetrio Canelas, el ideólogo José Antonio Arce, el abogado y docente universitario Ricardo Anaya, el político Gonzalo Sánchez de Lozada y otros más que están con vida, pero que ante la represión latente prefieren guardar bajo perfil. Entre los que actualmente sobresalen individualmente están Carlos Mesa Gisbert, Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina y José Luis Álvarez.

Habrá que recordar que en el pasado los partidos emergían virtualmente de los ámbitos universitarios, pero al presente no existe ya esa inquietud. No se trata, en este caso, de una crítica, pero puede que tenga algunos antecedentes.

Muchos políticos del pasado han desprestigiado esta actividad de servicio público, por causas que no es oportuno mencionar. De otra parte, hay que reconocer que la juventud de estos días está atraída más por las novedades tecnológicas y la multitud de aparatos educativos y recreativos que ahora son accesibles para ser adquiridos.

Entonces, la realidad actual es de un vacío político casi absoluto, por tanto la población no tiene ahora voceros que hagan suyas las necesidades e iniciativas que emergen de sus experiencias de vida propia y de lo que trasciende de otros pueblos, sean de vecinos o de otras latitudes, pero que son difundidas por la prensa diaria con la oportunidad del caso, sin que, empero, en el país tengan mayormente eco y que con sujeción a las características nacionales propongan también algo similar para Bolivia.

Por último, es algo que merece ser anotado. Los partidos tenían gabinete de estudio, donde las ideas eran analizadas para ver sus posibilidades de aplicación, conforme a los requerimientos nacionales.

La política, por lo demás, es una de las ciencias más importantes que existen en el universo, porque es la guía que determina cuáles son los derroteros factibles de aplicar en beneficio de los países, al practicar el análisis y posibilidades del progreso actual en el mundo. Es decir, en palabras simples, lo que debe o no hacerse con la fuerza de la opinión pública.

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