[Harold Olmos]

Registro

Semillas de la historia reciente


Una reunión sigilosa hace 40 años en la casa de un historiador, muy cerca del Ministerio de Gobierno, selló la base de un compromiso que diseñaba un nuevo curso político en Bolivia. Un partido joven, todavía clandestino, le dijo al general Juan Pereda Asbún que aceptaba el reto de medirse en elecciones bajo una sola condición. El gobierno, urgido de legitimarse de alguna manera en las urnas, debía dictar una amnistía general e irrestricta que abarcase al centenar de dirigentes a los que el régimen denominaba “delincuentes políticos”, entre ellos Juan Lechín Oquendo y Marcelo Quiroga Santa Cruz, estrellas básicas del firmamento boliviano, y algunos de sus propios dirigentes. Vinieron la amnistía y las elecciones generales y empezó el eclipse acelerado y a tropezones del régimen militar que tenía al país a su cargo hacía casi una década.

“Apuntes para una historia - La hazaña de la esperanza” (La Hoguera, 240 páginas), de reciente presentación en Santa Cruz, es un paso hacia una narración mayor de la historia del Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), el partido que emergió a la vida política en la segunda mitad del siglo pasado y se convirtió en gobierno en 1982.

No es común en Bolivia escribir la historia contemporánea con cierto detalle. Susana Seleme Antelo y Francisco Aróstegui Quiroga asumieron el empeño de narrar aspectos sobresalientes del recorrido de su partido ensamblándolos en un registro de la construcción de una organización política, cuyos fundadores fueron agarrados en medio de dos corrientes históricas colosales. La que emanaba de la revolución cubana y la que en Bolivia era la referencia imprescindible, la revolución de 1952 y sus oleajes, manifiestos con vigor aún 60 años después.

Aróstegui, del puñado de jóvenes que fundó ese partido en 1971 y permaneció clandestino hasta el encuentro furtivo con el general Pereda seis años más tarde, y Seleme, nutrida ideológicamente por la eclosión cubana y horrorizada, como muchos de su generación, con el despotismo soviético, primero, y el cubano, después, abrazaron una “izquierda viable” para Bolivia.

“Abandoné la lucha armada “para que la vida no fuera asesinada en primavera…”, dijo en la presentación de la obra, citando al ex guerrillero colombiano Antonio Navarro Wolf, del M-19, cuando renunciaba a las armas para plegarse a las corrientes democráticas.

Ambos fueron actores destacados en el gobierno del MIR, presidido por Jaime Paz Zamora (1989-93). El primero, también nutrido ideológicamente en Cuba, fue prefecto de Santa Cruz en tanto que Seleme estuvo a cargo de la Secretaría Privada de Paz Zamora.

El libro refiere fugazmente algunas anécdotas notables, como la fuga de dirigentes miristas mientras disputaban un partido de fútbol con sus carceleros en un campo de concentración, o la conclusión a la que llegó un diplomático de que el MIR apoyaría la elección del candidato del MNR en 1989, pues no votaría por Hugo Banzer. La conclusión resultó errónea, pues si bien el MIR no votó por Banzer, sí recibió sus votos parlamentarios y Paz Zamora fue electo presidente. Ese malabarismo ético es discutido aún hoy.

En las palabras de Aróstegui al presentar el libro, ese capítulo marcó el momento en que los bolivianos se dieron la mano y suprimieron distancias para vivir en democracia.

Es impresionante, aún casi 40 años después de ocurrido, el relato de Paz Zamora, sobre el incendio y caída del avión en que viajaba en la campaña electoral de 1979 junto a otros líderes de su partido (Hernán Siles Zuazo no viajó por otros compromisos). No lo es menos la rememoración de la masacre de la calle Harrington de La Paz, donde fueron acribillados ocho militantes del MIR y de la que se salvó escondida debajo de una cama Gloria Ardaya. Ahora en Ecuador, Ardaya también presenta un testimonio anexo al libro.

Un cimiento del MIR y de su ascenso hasta el gobierno fueron militares, jóvenes entonces, que endosaron su causa. También forjados al influjo de la revolución de 1952, un grupo de oficiales convergió en el objetivo de restablecer la democracia. En el testimonio escrito para el libro, el ahora general retirado Gary Prado Salmón dice que esos oficiales coincidieron con el MIR en cuanto verificaron que el nuevo partido había abandonado las armas y estaba en el sendero democrático.

El trabajo trae un breve abordaje a la “desdolarización”, bajo la UDP de la que el MIR fue parte esencial. La medida devastó los recursos de los pequeños ahorristas, pero también, subrayan los autores, fue palanca determinante para el desarrollo agroindustrial de Santa Cruz.

También un registro de oposición creciente al intento de re-re-relección del presidente Morales (“quieren impunidad para toda la vida”), el libro es de una lectura forzosa para todo intento de conocer capítulos esenciales de la historia contemporánea de Bolivia.

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