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El policía expiatorio

Danny Daniel Mollericona Alfaro

Me atrevo a decir que toda la población alteña ha participado en algún tipo de marcha a lo largo de su vida. Ya sea de wawas, sin darse cuenta, en brazos de sus padres, ya sea como cabezas dirigenciales con convicción o ya sea obligados por una amarilla y sellada ficha. Bueno, al menos todos conocen de qué se trata una marcha y, pues, no representa un evento muy sorprendente. Incluso, podríamos arriesgarnos a expandir esta aseveración para toda la sociedad boliviana. Marchas, bloqueos, huelgas son parte de lo que comúnmente llamamos ‘medidas de presión’. Que en una ciudad, o en su defecto que en un país, no sean inusuales estas ‘medidas’, es el resultado de la violencia cotidiana en tensión que existe entre el Estado y la población en general.

En ese sentido, creo valedero hablar de la propuesta del historiador y filósofo René Girard (1923 – 2015). Pues él, a diferencia de ciertas posturas en las ciencias sociales que veían los escenarios de conflicto como algo fuera de lo común o no cotidiano, nos propone que hay un conflicto constante, una “rivalidad mimética”, que es parte de los grupos humanos en general.

En ese escenario tenso que podríamos llamar ‘común’, como es una marcha, fue que el estudiante de la UPEA fue asesinado. Una canica perforó su pecho y lo que fue al inicio un pedido de presupuesto, fue adjuntando otros pedidos como la renuncia del Ministro de Gobierno. En general, el asesinato radicalizó las medidas de presión exigiendo encontrar a los responsables. Una versión oficial que culpaba a los mismos estudiantes fue prontamente rebatida con pruebas concretas, generando un escenario más caldeado aún. El Estado, a través de Romero, tuvo que admitir que fue la policía.

René Girard nos diría que en un escenario de coexistencia conflictiva (como sería en todos los grupos humanos según su teoría) hay momentos en que la crisis se vuelve más violenta y atenta contra la existencia misma de las personas contra su auto preservación. Allí es donde se utiliza el “mecanismo del chivo expiatorio”. Este mecanismo funciona ejerciendo la violencia por sustitución. Se designa una otra víctima culpable que vaya a ser sacrificada para calmar todo el escenario de caos y violencia. La población y la UPEA designaron el chivo expiatorio: el ministro Romero. Se pedía su renuncia y también la del Comandante de la Policía.

Pero la versión oficial del Estado designó un otro ‘tributo’: un subteniente de la policía. Según la versión del gobierno actuó solo, sin seguir órdenes y mató al estudiante. Pese a un descontento casi generalizado de la población con esta versión, va pasando el tiempo y la coyuntura se calmó. Se vino el Día del maestro y se vino el fin de semana. El paso del tiempo es el peor enemigo de cualquier movilización. El pasado 8 de junio, los titulares de los principales periódicos nos hablaron de la disponibilidad del gobierno para modificar la Ley 195 y que las autoridades de la UPEA (sin la dirigencia estudiantil, eso sí) se reunieron para “escuchar propuestas sobre la modificación a la ley”. Los pedidos previos de dialogar sólo con el presidente se esfumaron. Romero asegura que no va a renunciar.

El gobierno designó a su chivo expiatorio, su policía expiatorio. Si todo se calma de ahora en adelante, la teoría se cumple. Ojalá no.

El autor es sociólogo.

 
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