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[Harold Olmos]

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¿Y ahora?


El Juicio del Siglo, el mayor proceso penal de la historia boliviana, debe reiniciar sus audiencias este lunes al cabo de un prolongado receso de más de un mes, pero los más recientes acontecimientos aconsejan cautela para hablar de sus perspectivas. Nunca el destino de ese juicio estuvo tan oscurecido como en estos días y nadie se atrevería a atisbar su destino. El juez Sixto Fernández, presidente del tribunal, continuaba este fin de semana recluido en una clínica de La Paz por determinación de los médicos que lo tratan de una diabetes de muchos años que los especialistas coinciden en que es temerario tratar bajo la presión de un proceso que conlleva dosis extraordinarias de esfuerzo físico y mental. El agotamiento nervioso es considerado como uno de los factores de riesgo mayores en esa disfunción orgánica.

A la dolencia del juez Fernández se suman las de las jueces que, en algún momento a lo largo de los cinco años desde que el juicio se instaló en Santa Cruz, han perturbado la prosecución normal de las audiencias que han plagado más de sombras que de luz a la denuncia sobre una guerra interna que llevaría a la desmembración de Bolivia, magnicidios y terrorismo mediante. La acusación no ha conseguido persuadir de este armagedón boliviano, en principio denunciado por el propio presidente Evo Morales ante colegas con los que se reunía en Cumaná, Venezuela, el día anterior a la Cumbre de las Américas de 2009, en Trinidad y Tobago. Barack Obama, para quien la cita era el primer encuentro con líderes de la región, fue escéptico ante la denuncia y le dijo que su país no alentaba conspiraciones.

El carácter delicado de la enfermedad del juez fue subrayado el lunes antepasado, cuando la juez técnica Julia Elena Gemio anunció que las audiencias quedarían suspendidas por diez días debido a la salud del magistrado, quien para entonces ya llevaba un par de semanas de hospitalización. La defensa alegó que la suspensión era irregular, pues la juez no había presentado ningún dictamen médico ni resultados de exámenes que, de rutina, solía exigir el tribunal con rigor cuando los afectados provenían de las filas de los acusados. Era la única de los cuatro jueces que componen el tribunal en asistir a la sesión aquel día. Entre los acusados, hay curiosidad por saber si al reabrirse las sesiones mañana lunes, el tribunal hará conocer los exámenes justificatorios del reposo otorgado al juez. No provoca mayor sorpresa la unanimidad entre los defensores en creer que el juez no estará presente y que la acusación buscará extender nuevamente el reposo.

El problema es, según los entendidos, que una convalecencia estable no consiste solamente en reposar, sino en asegurar cuidados dietéticos, ejercicios y suministro de medicamentos, lo que no condice por completo con las tareas que el juez tiene a su cargo. En teoría, podría ser apartado del juicio, con lo que la conducción quedaría a cargo de la juez Gemio. Pero no parece sentirse feliz con esa posibilidad la magistrada que hizo carrera como “una hormiguita”, en su propia descripción, y avanzó desde los escalones más humildes de la carrera, con limpieza y orden de archivos en una oficina judicial, hasta alcanzar su actual posición. Abogados de la defensa que suelen hablar con ella para comentar situaciones del juicio, sostienen que no parece entusiasmada con la posibilidad de agarrar el timón más quemante de la historia penal boliviana.

La acusación tampoco se sentiría tranquila con una conducción eventual de la juez Gemio, de cuya integridad profesional, por no seguir a pies juntillas dictámenes superiores, hizo mofa uno de los fiscales hace cinco años cuando, afectada por una súbita parálisis facial, no podía asistir a las audiencias. A eso habría que sumar el ánimo de las jueces ciudadanas Sonia Mamani y Anastasia Callisaya. En distintos momentos, ambas estuvieron aquejadas por malestares y una de ellas se derrumbó en plena sesión.

La baja del juez ha ocurrido en pleno esfuerzo por apresurar el ritmo de las audiencias para llegar a fines de este año a la etapa de sentencias. Pero nada indica que esa meta vaya a ser alcanzada. Las audiencias están desde hace siete meses empantanadas en la lectura tediosa de números telefónicos correspondientes a las llamadas realizadas y recibidas por algunos de los acusados. Hasta ahora no se ha podido precisar la utilidad de esa lectura, impuesta por la acusación que presidia el ex fiscal Soza.

Una impresión general es que el Juicio del Siglo ha llegado a una disyuntiva ineludible y que los plazos se le han acortado sin remedio.

http://haroldolmos.wordpress.com

 
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