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[Rodrigo Burgoa]

A un año del fallo en La Haya


“Por todo lo que antecede, la Corte, por doce votos contra tres, concluye que la República de Chile no contrajo la obligación legal de negociar un acceso soberano al océano Pacífico para el Estado Plurinacional de Bolivia”. De esa manera, el 1 de octubre de 2018, la Corte Internacional de Justicia daba por culminado el caso contencioso que había comenzado en abril de 2013. La lectura de la sentencia tuvo una duración de aproximadamente una hora; en la misma, se desestimó cada uno de los argumentos bolivianos. El único punto favorable consistió en algunos párrafos aclaratorios del documento, en los cuales se afirmaba que el fallo no debía impedir que ambos países mantuvieran acercamientos para dar una solución final al enclaustramiento. Pese a dichos párrafos, no hay duda de que la incursión boliviana en La Haya fue un fracaso. Pasó un año desde dicho suceso, tiempo prudente para analizar sin apasionamientos algunas de las causas de la derrota boliviana; las mismas pueden concentrarse en tres aspectos.

El primer elemento es el tiempo que hubo para la preparación de la demanda. En marzo de 2011, el presidente Evo Morales anunciaba que Bolivia iniciaría acciones legales ante los tribunales internacionales para resolver la controversia marítima con Chile. El anuncio fue sorpresivo para bolivianos y chilenos, considerando que, aunque empantanada, se encontraba vigente la “agenda de los 13 puntos” entre las dos naciones. En las semanas siguientes, fueron creadas las instancias gubernamentales que debían estudiar el modo en el cual se plantearía la demanda marítima. Tan solo dos años después, en marzo de 2013, se anunció que la demanda había sido culminada y que sería presentada ante la Corte Internacional de Justicia, como efectivamente se hizo en abril de dicho año. Entre el anuncio de acudir a tribunales internacionales y la presentación de la aplicación en La Haya transcurrió un período escaso para la preparación de una causa tan importante como es la marítima. Por la premura -probablemente, debido a plazos políticos- no fue posible identificar todas las aristas asociadas a la demanda que se presentó.

Un segundo aspecto a analizar tiene relación con la escasa institucionalidad existente en la Cancillería boliviana, causa de una política exterior poco atinada durante el lapso que duró el caso en La Haya. Si bien se designó a un vocero, a un agente de Bolivia en La Haya y se contrató a un equipo jurídico internacional, no fue suficiente para conseguir un apoyo significativo a la demanda en la palestra internacional. Ello debido principalmente a las polémicas posiciones adoptadas por Bolivia respecto a situaciones complejas -como el caso de Venezuela o las relaciones con Estados Unidos- que respondían a la ideología del gobierno de turno y no a los intereses del país. Como resultado de ello, en lugar de obtener más adeptos a la demanda, se alcanzó un alto grado de aislacionismo.

Adicionalmente, el tercer punto se encuentra relacionado con el modo en el cual se trató la causa marítima en el país. Desde la presentación misma de la demanda, el gobierno propició un exitismo excesivo que no correspondía a la delicadeza del asunto. Además de campañas ineficientes -como la creación de una bandera azul kilométrica-, se escuchaba declaraciones triunfalistas de distintas autoridades nacionales que no solo auguraban una inminente victoria en La Haya, sino también un pronto retorno al océano Pacífico (en muchos casos, mezclaban el triunfo legal con el regreso inmediato al mar, causando una seria confusión en la población boliviana).

El problema de esa parafernalia fue la pérdida de objetividad que se manifestó a todo nivel. Las pocas voces discrepantes que existieron fueron acalladas, siendo calificadas de pro-chilenas. De ese modo, nadie fue capaz de percibir las debilidades de los argumentos que, finalmente, la Corte expuso en su fallo. Sin embargo, eso no fue todo; la poca mesura gubernamental también impidió preparar al país para un escenario negativo post-La Haya. La consecuencia de esta última situación aún la vivimos; actualmente el tema marítimo se encuentra sin norte, a la deriva.

Por lo expuesto, el fracaso en La Haya no fue una casualidad, existió un claro responsable; el gobierno nacional, a la cabeza de Evo Morales, no generó las condiciones apropiadas para incrementar la probabilidad de un triunfo ni para preparar al país para una posible derrota. Si bien el hecho de encontrar las posibles causas y al responsable de la derrota no cambia el pasado -el fracaso de la incursión en La Haya quedará en la historia- es importante reconocerlas para evitar los mismos errores en las aproximaciones boliviano-chilenas futuras. No se debe perder de vista que el fallo judicial cerró una vía para solucionar el enclaustramiento, pero de ninguna manera terminó con el tema, éste aún se encuentra inconcluso.

El autor es economista y diplomático de carrera.

 
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