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Adiós a los políticos

Marcelo Valero Alanes

Cuando Aristóteles definió al hombre como un animal político (ser racional, más ser sociable) y veía en el Estado una forma de organización que superaba a la tribal para asociarse con miras a fines, la política era el espacio de las decisiones que fortalecían a la Polis (la ciudad) con un gobierno que se rija por una Constitución. Actualmente los políticos siguen tomando las decisiones en nombre del pueblo, pero generalmente no son las mejores ni las más adecuadas, no es posible parar la corrupción de un político cuando favorece sus propios intereses o de sus allegados, sin contar que cada político de alta jerarquía le cuesta al pueblo boliviano más de cuarto millón de bolivianos anuales. Multiplíquenlo por los cientos de cargos en el Poder Ejecutivo y los más de trescientos alcaldes y se darán cuenta del astronómico y desproporcionado gasto para los resultados: obras con sobreprecio, obras defectuosas, decisiones tomadas con subjetividad o con tardanza, todo porque no existe transparencia en las decisiones ni en la ejecución de las mismas.

Veo ahora con gracia, con la nueva temporada electoral en curso, la forma en que los mismos viejos políticos ahora quieren un espacio de poder local queriendo parecer simpáticos e innovadores ante el incauto electorado hipnotizado por este espectáculo farandulesco que cae en el círculo vicioso de las promesas incumplidas y en la apatía y ausencia del elector, y cómo se engendra la corrupción que parece inevitable. Pero esta es una realidad que puede ser superada si recordamos la forma en la que se concibió el procedimiento que caracterizó a la democracia: el voto secreto.

En la Grecia antigua la naciente democracia inventó la primera máquina decisional, para desvincular la subjetividad de una decisión, donde debía primar el voto de la mayoría, era la urna donde se depositaba las piedras blancas o negras que simbolizaban el voto afirmativo y negativo respectivamente. Saltando más de dos mil años, estamos en la situación de decir adiós a los políticos porque ninguna ley, ni siquiera leyes penales ejecutivas. como en China, pueden frenar la corrupción, la incompetencia y el favoritismo. Pero tenemos la naciente Inteligencia Artificial (IA) que “representa un conjunto de disciplinas de software, lógica, informática y filosofía que están destinadas a hacer que los PC realicen funciones que se pensaba que eran exclusivamente humanas, como percibir el significado en el lenguaje escrito o hablado, aprender, reconocer expresiones faciales, etc.” (1).

Algunos avances de la IA van desde la resolución de ecuaciones complejas, transacciones bursátiles y lo que nos interesa: los usos y finalidades de aplicar la IA al sector público como un instrumento cuyas capacidades para tomar una decisión sustituirían a los políticos, pero no a la comunidad política:

“En muchos lugares del mundo, los gobiernos también los están comenzando a utilizar para proveer servicios públicos. Ya sea para definir la asignación de recursos (por ejemplo, decidir dónde se ubicarán cámaras de seguridad), agilizar procedimientos gubernamentales (como la elegibilidad de ciudadanos para recibir beneficios públicos), o para colaborar en la toma decisiones (por ejemplo, si una persona recibirá una fianza), la IA llegó para quedarse… Para contribuir a un desarrollo sostenido, con equidad, es indispensable comenzar a discutir las implicancias que la IA trae para los países latinoamericanos: las oportunidades para potenciar la eficiencia del sector público y mejorar las capacidades estatales, los riesgos a tener en cuenta a la hora de utilizar estos algoritmos, y las posibilidades existentes en materia regulatoria” (2).

En lo particular no vería en la despersonalización y deshumanización de la política un atentado contra la libertad, pues la gente vota por cierto político porque se ve reflejado en él o proyectado en sus deseos, evidenciando que el político solo cumple una función psicológica que le cuesta una millonada al pueblo, por costos de manutención o de pérdida cuando se administra mal o se malversa fondos públicos. En su lugar la IA como factor para decidir sobre un programa, un presupuesto o diseño y ejecución de una obra no tendría que ser sujeto de análisis y discusión, si la maquina posee todos los datos suficientes para decidir sobre la mejor propuesta y podría disponer de los recursos humanos de una forma más eficiente para organizar un trabajo específico. Esto porque el humano ha sido rebasado en su capacidad de supervisar su propio gobierno y de obedecer sus propias reglas. Por eso los gobiernos se llenan de mafias clientelares, oportunistas, o pro intereses foráneos.

En primera instancia se podría reemplazar a alcaldes porque ¿debería importar la cara o méritos de un individuo si lo que se requiere en realidad es que las alcantarillas estén destapadas, que haya limpieza, mantenimiento y mejora de espacios y servicios públicos? Si nos enfocamos en los resultados, para el contribuyente un trabajo así puede ser organizado por la IA y en una situación de alerta, por ejemplo, una cuadrilla de emergencia se activaría inmediatamente recibiendo la instructiva en su Smartphone, esto ahorraría tiempo y recursos. Un gobierno inteligente necesitará que las decisiones de consenso se agilicen en una democracia online que reemplazaría un ente electoral para la toma de decisiones masivas en tiempo real, que se me antoja preferible a la estafa de elecciones amañadas por interferencias técnicas o de procedimiento que generan permanente incertidumbre y desconfianza. Previamente el andamiaje constitucional y jurídico tendría que modificarse para que se acepte los fallos de la IA como válidos en el ordenamiento jurídico, así como las decisiones en la planificación y administración de recursos.

Los políticos ya no representan las necesidades del pueblo, pero lucran en su nombre y muchas veces, toman decisiones perjudiciales contra él. Delegar a la IA la toma de decisiones en un nivel de planificación superaría a los viejos políticos de todo cuño y tendencia, políticos que se creen imprescindibles, que rodeados de su cohorte de asistentes y asesores son parte de la práctica política que se debe superar para que los noticieros dejen de ser boletines de los desaciertos en el ejercicio del poder, para pasar a una era de política digital, donde la IA pueda decidir qué propuesta es la mejor, sin que interfiera el soborno o la presión para favorecer la peor decisión.

Así las colectividades podrían dedicar sus esfuerzos no a ganar el poder sino a crear un mundo más sustentable y armonioso con el medio ambiente, ya que no estaríamos preocupados por la conducción del gobierno, no viviríamos con miedo y pendientes de las decisiones que perjudiquen el bien común. No seríamos siervos del Estado, el Estado sería nuestro siervo y no un empleado costoso. Se inauguraría una nueva era de paz y prosperidad (por los ingentes recursos ahorrados) en la era de la política tras humana.

Notas

(1) Definición en el sitio de la empresa Hewlett Packard https://www.hpe.com/lamerica/es/what-is/artificial-intelligence.html

(2) Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento CIPPEC (Argentina), octubre 2019 https://www.cippec.org/publicacion/la-politica-de-la-inteligencia-artificial-sus-usos-en-el-sector-publico-y-sus-implicancias-regulatorias/

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