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[Ignacio Vera]

La espada en la palabra

Coronavirus, carnaval y elecciones


Creo firmemente (siempre lo creí desde que todo esto comenzó) que un enemigo tan terrible como el mismo virus, o quizá más, es el excesivo miedo, la paranoia, la turbación irracional. Así como la subestimación al virus que muestran algunas personas es preocupante, el desasosiego de otras tantas ante la situación actual no lo es menos. Sería una imprudencia mía el exhortar a mis lectores a hacer su vida tal y como era antes del virus, pero creo que no la es si los insto a no dejarse llevar por el miedo desmesurado.

Naturalmente, como no podía ser de otra forma, la segunda ola de la pandemia se está replicando en Latinoamérica, y el hecho de que las grandes superpotencias estén tambaleándose en la hora de luchar contra la misma no hace sino que sintamos incertidumbre, si no terror.

Si uno compara anteriores epidemias y pandemias de gran escala y sus respectivas medidas de prevención que se adoptaron, con la pandemia actual del coronavirus y las medidas preventivas de bioseguridad, se queda asombrado por las diferencias cualitativas y cuantitativas que hay. Creo que esas diferencias se explican por dos motivos: 1) la cantidad menor de personas y cosas que antes había, obviamente, y 2) la educación y la conciencia actuales sobre la asepsia y la medicina, y el mayor valor que hoy le damos, al parecer, a la vida humana, lo cual es un avance satisfactorio.

Ahora bien; en caso de que la curva de contagios siga en franco ascenso, y tomando en cuenta la situación económica, social y política boliviana actual, ¿qué es lo que se debería hacer?

En 1997 Humberto Eco tituló un artículo así: “El primer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para nada”. Esta frase podría caer también como anillo al dedo a los políticos, mejor dicho a los politiqueros (que desgraciadamente son los más) que nunca hacen nada bueno. Así, los politicastros, menudos especialistas en hacer nada, deberían cesar en sus funciones por un tiempo, mientras los especialistas y sabios se encargan de paliar la crisis. En este punto, se me vienen a la cabeza las próximas elecciones subnacionales, las cuales deberían ser diferidas en caso de una situación sanitaria dramática. Además, ¿qué necesidad tenemos de renovar alcaldes, gobernadores, etc.? ¿Cambiaría nuestra situación con nuevas autoridades, habida cuenta de las caras que estarán en las papeletas?

Otro asunto que me preocupa a corto plazo es la celebración del carnaval, aunque en varios departamentos ya se ha anunciado que no habrá tal evento. Obviamente, un pueblo racional y cauto vería por conveniente su cancelación total. Pero como sabemos que el nuestro no es justamente un dechado de virtudes catonianas, prudentes o austeras, creo que son las autoridades quienes deberán imponer su cancelación, en caso de ser necesaria. El lector puede creer que me paso por alto la economía y la situación de las familias que tienen puesta su esperanza en el movimiento financiero que origina el carnaval. Pero no es así. Y por eso creo que el Gobierno debe pensar, además, en la inyección de dinero para apoyar a quienes vean sus fuentes de ingresos paralizadas por causa de un nuevo confinamiento.

Con mucho pesar, vemos otra vez en la televisión y las redes sociales anuncios necrológicos, clamores de ayuda y noticias sobre la saturación de los hospitales. Creo que gran parte de la responsabilidad de la concienciación sobre la adversidad recae en la noble labor de los medios de información serios y sus columnistas de opinión, que se alejan de todo amarillismo, de todo partidismo miserable e hipócrita, e informan y advierten sobre la inminencia de un ocasional peligro sanitario si las personas no toman los debidos recaudos.

De cualquier forma, toda situación de crisis es el periodo menos propicio para perder la cordura y la serenidad. Prudencia, ante todo.

Ignacio Vera de Rada es profesor universitario.

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

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