Las ilusiones que terminan en desilusiones

Eduardo Sertanejo

“Me dan más pena los que sueñan lo probable, lo legítimo y lo próximo, que los que devanean sobre lo remotísimo y extraño. Los que sueñan en demasía, o son locos y creen en lo que sueñan y son felices, o son simples devaneadores para quienes el devaneo es una música del alma que los arrulla sin decirles nada. Pero el que sueña lo posible tiene la posibilidad real de la verdadera desilusión.

No me puede pesar mucho el haber dejado de ser el emperador romano, pero puede dolerme no haberle hablado nunca a la costurera que, hacia las nueve, vuelve siempre la esquina que queda a la derecha. El sueño que nos promete lo imposible ya en eso mismo de él nos priva, pero el sueño que nos promete lo posible se entromete con la propia vida y delega en ella su solución. Uno vive exclusivo e independiente, el otro sometido a las contingencias de lo que acontece. Por eso amo los paisajes imposibles, por eso amo a las amantes imaginadas porque les resulta imposible la sonrisa falsa, el fraude del cariño, la astucia de las caricias. Nunca nos abandonan, ni nos dejan de cualquier manera”.

Fernando Pessoa, “Libro del Desasosiego”.

Parece que no es posible vivir sin soñar cosas posibles para entregar la vida a la realización de esos sueños, sueños que crean las motivaciones para vivir pues si no hay motivaciones para vivir, la vida no tendría ningún sentido o menos sentido del que la propia vida tiene. Son muchos los sueños posibles que los hombres tienen. Unos sueñan con la riqueza y la consiguen de cualquier manera, tal la pasión que la ambición de riqueza invade el alma. Otros sueñan con el poder y lo buscan sin descanso, una lucha inclemente que les absorbe la vida.

No les importa que el grado de poder que ambicionaron no lo consigan. Se consuelan buscando un poder menor. Aunque no tuvieron el sueño de ser emperadores romanos realizan sus sueños alcanzando la alcaldía de su pueblo. Otros sueñan con la fama y con la gloria que si no las alcanzan vivos sueñan que después de muertos serán reconocidos y por eso mueren ilusionados.

Otros creen en sueños que consideran posibles de alcanzar después de muertos, esos seres que se creen inmortales, que conseguirán en otra vida la plenitud que la vida en la tierra les negó o que no pudieron conseguir por dejar en las manos divinas la realización de sus sueños. Estos seres parecen ser los únicos seres felices, aman las desgracias y las penas, la miseria y las privaciones que los hacen merecedores de la plenitud eterna.

Pero hay otros soñadores que dedicaron su vida a la realización de sus sueños. Soñadores que no vinieron al mundo para contemplarlo, extraños seres que vinieron al mundo para transformarlo, y que creyeron que esa transformación era posible en el transcurso de su propia vida. Un mundo que ha venido transformándose para ser peor todos los días y que los soñadores de un mundo mejor no han logrado detener.

Es posible que eso de transformar el mundo no haya sido precisado. El mundo físico, la tierra y todo el universo. El mundo que gira alrededor del ser humano, de ese ser inacabado que apareció en la tierra por la evolución de la materia, que ha venido, con el transcurso de muchísimos siglos, no los contados hasta ahora, sino de esos tiempos que se pierden en el pasado inconmensurable, “Hondo es el pozo del pasado, es más, podríamos llamarlo insondable”, como inicia Thomas Mann su hermoso libro, “José y sus Hermanos”, creando unas culturas, unas formas de convivencia, unas organizaciones sociales para la creación de la riqueza, unas formas de repartirla entre los que fueron apareciendo como poderosos dueños del poder y del trabajo de los demás, que la historia conocida ha llamado civilizaciones con las connotaciones que esta palabra marca como lo mejor en su momento, muy relacionada con el modernismo que estima lo de hoy como lo más avanzado y por lo tanto fue moderno en su tiempo el esclavismo, el feudalismo en su momento y hoy el capitalismo, procesos históricos que han sido considerados un avance civilizado, etapas históricas que se disputan el largo proceso de la degradación del ser humano, ninguna superada en su esencia, pues ahora podemos hablar de la esclavitud del trabajo asalariado.

No haber definido cual es el mundo que los soñadores pretendieron transformar por haberlo creído posible, un sueño que creímos que estaba a la vuelta de la esquina o como otros dijeron, pasajeros de la revolución favor pasar a bordo, revolución que no transforma el mundo actual sino que construye uno nuevo, ha sido el motivo de las grandes desilusiones.

Los soñadores que lucharon por acabar con el esclavismo no fueron capaces de prever con anticipación que el feudalismo que lo fue reemplazando sería una sociedad más injusta. Siglos después los revolucionarios que asaltaron La Bastilla y decapitaron a los reyes no fueron capaces de imaginarse que la burguesía revolucionaria que despojó de la propiedad de la tierra a las coronas europeas, transformadas en imperios coloniales, irían construyendo con la revolución industrial y el comercio mundial, el sistema capitalista, cuya fase superior el imperialismo invadiría el mundo y se apropiaría de las riquezas y del trabajo asalariado de todo el universo, todo conocido desde fines del Siglo XV con el descubrimiento de América y todo dominado, explotado y sojuzgado.

A principios del Siglo XX otros soñadores que venían del Siglo XIX que estudiaron el proceso de todas las civilizaciones y de todas las organizaciones sociales que habían sido construidas alrededor del poder, creyeron posible una nueva, última y definitiva organización social que trajera la paz al mundo y la felicidad al mundo de los hombres.

Movimientos políticos inspirados en la paz del mundo y en la felicidad de todos los hombres, dirigidos por los nuevos soñadores, intentaron alrededor de concepciones nuevas, llevar a la humanidad a compartir todos los bienes terrenales para que no existieran los desterrados de la tierra, ni los privados de lo más necesario, ni los alejados de la cultura, ni los carentes de un techo, ni los desocupados, ni los marginados por su raza o por su pobreza.

Muchos de estos soñadores ya han muerto y nadie sabe cómo fue su muerte ante la evidencia de que sus sueños no se realizaron, ni si su lucidez más poderosa que sus sueños les dejó comprender que esos sueños son irrealizables, sueños imposibles que hubieran podido liberarlos de la desilusión.

ARGENPRESS.info

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