La Chola Paceña

Por ANTONIO PAREDES CANDIA De Tradición Paceña (fragmentos).


La chola, esa individualidad que tanto ha preocupado a sociólogos, novelistas, escritores y artistas en general del país o que visitaban el país, es uno de los pilares firmes de la nacionalidad boliviana. En ciertos aspectos, la chola, a lo largo de la geografía boliviana, es mujer que unifica sus cualidades, por ejemplo en su capacidad increíble para el trabajo, en su tempera

mento apasionado, o su profundo concepto de sacrificio, y en otros difiere de acuerdo a la región a que pertenece. Es única la altanería de la chola paceña, que a veces llega a la agresividad; o el garbo y refinamiento de la chola chuquisaqueña, remedo de la manera de ser de las clases altas de ese departamento; o la dulzura y humildad de la chola cochabambina, o la adustez y el espíritu progresista de la chola potosina; o el ingenio y la coquetería de la chola tarijeña; la chola orureña tiene tanto de la paceña como de la cochabambina y algo de la potosina.

La chola, tipo popular de nuestra sociedad que actualmente su expansión ha llegado a los llanos orientales del país; llevando con su figura, traje y sociología, su infatigable amor al trabajo. Ella es la ciudadana que va integrando el país, ayudando a la formación de una nación homogénea. Históricamente siempre ha jugado un rol preponderante.

LA CHOLA PACEÑA

La chola paceña, voluntariosa, generalmente incisiva en su parla cotidiana, y melosa cuando tiene interés de obtener algo, es el alma de su hogar y en quien radica la economía de su familia. Su historia se enraíza en los albores de la República, fue chola y de la más rancia estirpe la jubonera Simona Manzaneda que luchó en la guerra de la Independencia altoperuana, y sufrió vejámenes, humillaciones y hoy se la recuerda como a una heroína. El alma bravía de la chola aflora en las revoluciones y cuando no participa de personaje luchador, oficia de enfermera o ayudando a resguardar cadáveres, o dando con su presencia ánimo a los combatientes. Así demostró en las dos últimas revoluciones sangrientas: en el 21 de julio de 1946 y en el 9 de abril de 1952. Se portó como una auténtica heroína, era la mujer múltiple: enfermera, aguatera y muchas veces, con el fusil en la mano, defensora de una barricada.

Esta mujer sui–géneris en el vestir y de una sicología tan enrevesada, donde los contrastes emocionales chocan a cada instante, es la chola paceña.

Hasta poco tiempo atrás era la mestiza más fisonomizada de nuestra sociedad. Antiguamente formaba una categoría social definida y auténtica, que hoy, merced a la evolución de nuestra sociedad no siempre es la hija de la nativa y el blanco, sino la mujer avecindada en las capitales, que se ha visto forzada a cambiar de traje para su mejor desenvolvimiento.

Hoy como ayer, es la mujer que tipifica a nuestro pueblo citadino; brava en la pelea, tierna en el amor, sacrificada como madre e incansable para el trabajo. Ella ama u odia con la misma intensidad, no conoce los términos medios y por eso es sincera.

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