La salud en Bolivia, un indicador de retraso social

Horacio Toro Ocampo

III.- El médico es uno de los pocos profesionales que, debido a los avances permanentes y rápidos de la medicina, de la tecnología o de los medicamentos, debe estar permanentemente en reciclaje, por lo que tiene que dedicar al menos una o dos horas diarias al estudio. Eso es parte de su responsabilidad, por ello la conquista de las seis horas.

El obstetra, el pediatra, el cirujano y muchos médicos internistas no tienen horario de oficinista, sino que están sujetos a la emergencia, lo que no sucede con el servidor común de las oficinas estatales.

Para obligar a los médicos a cumplir un horario de ocho horas se tiene que “desprecarizar” las condiciones laborales de los trabajadores de salud, o lo que es lo mismo, darles dignos y justos salarios a fin de que no tengan que buscar otro para poder completar sus ingresos y alcanzar lo necesario para vivir. Se debe formular y aplicar políticas sanitarias eficientes y acordes a las necesidades del país; ofrecer centros hospitalarios debidamente organizados y desarrollados, instituciones de salud accesibles y con equipamiento indispensable para asegurar la presencia permanente del médico y poder contar con atención y asistencia de calidad.

Lo peor es que con la masificación de la carrera de medicina, la formación más rápida y menos compleja del profesional médico y el egreso de miles de médicos, las opciones de trabajo se han reducido por falta de ítems para profesionales, quienes aceptan cualquier tipo de oportunidad para al menos tener un cargo.

Para que se pueda cumplir con la exigencia de ocho horas, el Estado y el Gobierno de turno deben asegurar estructuras adecuadas para el médico, el personal de enfermería y otros que trabajan en servicios de salud; espacios al menos con las medidas mínimas para cumplir normas internacionales, evitando de esta forma la mala atención y especialmente la salud mental del profesional que tiene que velar por la salud y la vida de las personas.

No hay incentivos desde el Ministerio de Salud para que el médico del sector público se enamore de su servicio y viva intensamente el tiempo que le toca permanecer en él. No hay retroalimentación técnica e intelectual, no hay un verdadero escalafón de personal ni incentivos morales o económicos que hagan que el médico ame su profesión y se dedique de lleno a ello. Sin todo esto no se puede exigir que el médico del sector público trabaje ocho horas.

Es necesario que desde el Ministerio de Salud se trabaje con la población para sensibilizarla sobre su derecho a la salud y educarla para que pueda concurrir a los servicios de salud cuando requiera y especialmente al que le corresponda de acuerdo con su dolencia, evitando aglomeraciones innecesarias. Esto también debería ser preocupación de la autoridad sanitaria.

El Ministerio de Salud debe preocuparse por contratar personal capacitado, con habilidades y destrezas para atender en los diferentes niveles de atención y para que sean capaces de promover buenos estados de salud, de prevenir adecuadamente las enfermedades y de dar solución a las patologías más comunes y propias de nuestro país. Sólo así podemos obligar al personal de salud a trabajar jornada completa de ocho horas y a tener la opción de ir creciendo en un escalafón institucional.

Como médico obstetra y ginecólogo, especialista en salud pública, creo firmemente que estamos, sanitariamente hablando, en un hueco muy profundo, del cual la salud no saldrá si todavía la vemos como en un tercer plano y sin priorizarla política y técnicamente. Peor aún si tratamos de atenderla con bonos o parches, que lo único que hacen es distraer la perdiz y no construir un verdadero sistema de salud, que sea soportado por un fuerte presupuesto, con servicios modernos y apropiados a cada realidad en el país y especialmente con recursos humanos dedicados a ella.

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