[Severo Cruz]

La unidad genera paz y progreso


Nuestros mayores, salvo excepciones, intentaron construir el país sin recurrir a diálogo, concertación y humildad, actitud que alejó toda posibilidad de unidad nacional, según refiere la historia.

Por consiguiente, ante los aciertos y desaciertos de los gobiernos de turno, los bolivianos debemos tender a estrechar filas, deponiendo odio, resquemor y revancha, con la finalidad de buscar el engrandecimiento de la Patria entre los países del continente latinoamericano, tomando en cuenta, básicamente, que disgregados seremos presa fácil del torbellino de las pasiones mezquinas que afloraron y aún afloran dentro y fuera de las fronteras.

Los hombres pasan pero la Patria queda como la piedra angular sobre la cual las generaciones venideras edificarán sus proyectos con bienestar social. En este contexto, debemos alentar la esperanza de alcanzar días mejores que nos permitan realizar nuestros sueños y salir de la pobreza y extrema pobreza.

La idiosincrasia de ciertos bolivianos es compleja y en este marco podríamos afirmar que jamás, ni en el Poder ni en el llano estuvieron conformes, ni con el bien ni con el mal, ni con Dios ni con el diablo, ni con democracia ni con dictadura, profundizando las divergencias, ante los atónitos ojos de quienes nos rodearon y nos rodean. Estas actitudes las asumieron casi todas las corrientes políticas, inclusive las de contenido popular y revolucionario, arrastrándonos al fracaso en cuanto se refiere a la unidad nacional. Y a raíz de esta situación carecemos también de políticas de Estado, en la mayoría de las áreas del quehacer nacional, debido a que siempre hemos caminado divididos, en desmedro de los supremos intereses de la Patria.

La política hizo de algunos bolivianos y bolivianas poco creíbles, incoherentes y nada transparentes, que vivieron pensando sólo en su presente y futuro, es decir buscando el bienestar para ellos, para sus hijos y nietos, postergando las inquietudes de unidad nacional para conseguir una paz social duradera, por el bien común.

En verdad sólo la inquebrantable unidad de orientales y occidentales, de citadinos y rurales, y por qué no decirlo, de derechistas e izquierdistas, nos posibilitará recuperar territorio con salida al océano Pacífico, que nos fuera arrebatado mediante la invasión chilena de 1879. Unidos avanzaremos, sin vacilaciones ni temores, hacia ese irrenunciable objetivo que permanece en el corazón de cada uno de los bolivianos.

La desunión, fruto de infructuosas pugnas intestinas, nos apartó y nos apartará, cada vez más, de ese histórico propósito que se mantiene latente e incólume desde el día en el que Chile se apoderó de territorio que incluye la inagotable riqueza cuprífera de Chuquicamata, causándonos un enclaustramiento marítimo sin precedentes en la historia sudamericana.

En suma: la unidad es un elemento valioso e indispensable para que el país se movilice hacia los derroteros de la paz y el progreso, conforme anhelan sus habitantes dispersos en el altiplano, el valle y el trópico, bolivianos.

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