Seguridad alimentaria, ¿más tinta o más inversiones?

Coraly Salazar Carrasco

La 42 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) realizada del 3 al 5 de junio en el municipio de Tiquipaya – Cochabamba, tuvo como tema principal de debate la “Seguridad alimentaria con soberanía en las Américas”. Algunas de las conclusiones sobre este tema apuntan a la adopción de políticas sobre seguridad alimentaria como responsabilidad nacional, éstas deben ser elaboradas, formuladas, asumidas y dirigidas por cada país y estar basadas en consultas con todos los principales interesados a nivel nacional, además deben promover el desarrollo agrícola considerando la innovación tecnológica y la agricultura sostenible. De igual manera, se considera vital incrementar y mejorar las inversiones en investigación y producción de alimentos, así como mejorar el acceso al agua.

En la declaración central de la 30ª versión del Modelo de la Organización de Estados Americanos (MOEA), realizada del 16 al 19 de mayo también en Cochabamba como parte de esta 42 Asamblea, en la que participaron representantes universitarios de todos los países miembros, se reconoció al hambre como un problema actual y se planteó estimular el desarrollo de un modelo productivo para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional de los pueblos de las Américas.

De igual forma se propone erradicar el hambre con la formulación de políticas públicas sobre alimentación y nutrición y dar prioridad a la disponibilidad y acceso a los alimentos y a planes de desarrollo socioeconómicos en las naciones. Atender el tema de la agricultura a través de políticas públicas que permitan dar atención a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos. El manejo óptimo de la tierra es otro punto fundamental que se planteó en esta oportunidad.

Si vamos un poco más atrás, en 2009 cuando se realizó en Roma la Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria con la participación de delegados de 180 países, también fueron tratados temas como: la reducción al mínimo de las repercusiones negativas de las crisis alimentaria, económica y financiera en la seguridad alimentaria mundial; la aplicación de la reforma de la gobernanza mundial de la seguridad alimentaria; la adaptación al cambio climático y mitigación del mismo; los desafíos para la agricultura y la seguridad alimentaria; las medidas para mejorar la seguridad alimentaria mundial, y las consideraciones relativas al desarrollo rural, los pequeños agricultores y el comercio.

Y es que parece que en este tipo de reuniones internacionales cada vez se vuelve a plantear el tratamiento de la seguridad alimentaria y de la soberanía alimentaria sobre la base del diseño de nuevas políticas públicas y normas estatales, con más o menos énfasis a nivel internacional, como si no fueran ya suficientes tantos buenos deseos. Pero debemos preguntarnos ¿cuánto efectivamente se ha avanzado en reducir el hambre en el mundo y aumentar la seguridad alimentaria?

Es tiempo de terminar con declaraciones y buenos deseos que se quedan en los papeles, se debe llegar a compromisos pero que sean cumplidos por todos los involucrados, no como las Cumbres Climáticas, o las reuniones regionales de los distintos bloques mundiales. Si nos pusiéramos a transformar todos esos compromisos en acciones concretas, partiendo desde lo local hasta lo nacional y regional, podríamos romper el círculo vicioso de la pobreza.

Debemos concretizar todos los programas y proyectos en acciones específicas porque este tema no se soluciona de un día a otro, se requiere tiempo y recursos para mejorar la productividad y producción, abrir mercados, recuperar las bases materiales como los suelos degradados o la reposición de bosques talados para la explotación indiscriminada de madera y cambiar el uso de los suelos mal utilizados.

Es importante promover de manera decidida la pequeña producción, pero no sólo de materias primas, sino también se debe apuntar a una efectiva comercialización de productos agropecuarios con valor agregado. Es necesario también incrementar el interés por estas actividades agropecuarias rurales y así ofrecer a la juventud nuevos espacios para su desarrollo en el campo. Sin embargo, para esto se necesita ligar la producción con los mercados para que los productores reciban un monto que cubra sus costos y les genere además beneficios, para así garantizar su seguridad alimentaria y a través de ellos la de toda la población.

Bolivia debe pasar de ser un país exportador de materias primas a ser exportador de productos con valor agregado que no sólo sean agroindustriales, sino también de la canasta básica, pero esto debe darse una vez que se garantice la alimentación interna de nuestra población, y se pueda contar con productos de calidad para el consumo interno que sean capaces de competir con las importaciones.

Mientras no se haga las tareas básicas como incrementar las inversiones públicas en la producción rural, pero privilegiando a la agricultura familiar, no esperemos avanzar en la seguridad y soberanía alimentaria.

La autora de esta nota es Responsable UAP – CIPCA.

www.cipca.org.bo

 
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