[Luis S. Crespo]

EL Día Histórico - 30 de noviembre de 1781

Suplicio de Túpac Katari


I

El sitio de La Paz por el caudillo Túpac Katarí había durado hasta el 30 de junio de 1781, día en que fue liberada la ciudad momentáneamente por el ejército que vino desde Buenos Aires al mando del coronel Ignacio Flores.

Fin del sitio

La ruptura definitiva del segundo cerco de la ciudad, con la llegada del comandante José de Reseguín, fue decisiva para la fase final de la insurrección El ingreso de un enorme refuerzo de 7.000 hombres con armas de primera calidad y vituallas a la capital fue catastrófico para Túpac Katari, cuyo ejército, gracias a su gran superioridad numérica sobre las fuerzas defensivas de la ciudad, pudo sostener por siete meses el sitio, pese a la tremenda inferioridad de sus armas y de su táctica.

Los cronistas de la colonia que escribieron los relatos de la insurrección indígena a su manera, han tergiversado notablemente la realidad histórica y con toda intención, sus relatos sobre la actuación y la derrota de los ejércitos indígenas y sus líderes.

Empero, de todas maneras, la derrota hizo perder a los lugartenientes, tanto como a las mismas masas indígenas, su sentido de unidad y su unanimidad; la discrepancia suscitada ya fue un índice claro de descomposición. Esta circunstancia hizo que en realidad Túpac Katari no fuera abandonado, sino que perdió de improviso, con su derrota, la firmeza de la superficie en la que actuaba, y con ello se hundió su poderío y fuerza.

El desbande

Ante el giro que tomaron los acontecimientos, el rumbo que tomó el altivo jefe indio fue al norte, tratando de llegar al pueblo de Peñas para reorganizar desde allí sus cuadros, prolongar la resistencia y procurar más tarde el desquite. De ninguna manera el espíritu del intrépido caudillo estaba doblegado, pero los españoles, nada dispuestos a dejar escapar ninguna oportunidad de acabar de una vez con el principal “indio alzado”, enviaron una fuerza armada de más de 100 hombres al mando del capitán Mariano Ibáñez para poder apresarlo y se valieron de la defección y felonía del lugarteniente del caudillo, coronel Tomás Sisa López, cuyo nombre de batalla era Tomás Inca Lipe, que señaló a Ibáñez la ruta por donde Túpac Katari se había dirigido.

La captura

Túpac Katari cayó al fin en poder de los españoles, en la madrugada del 10 de noviembre de 1781. Esa misma mañana, Ibáñez condujo al preso hasta Achacachi, donde, con los primeros rayos del sol y a todo galope, fue remitido hasta Peñas -centro de los movimientos realistas en esos instantes- e inmediatamente se le instruyó proceso, que con una celeridad asombrosa fue sustanciado esa misma noche. De antemano los indígenas estaban condenados, por su situación inferior en el régimen colonial. Y fue precisamente de esta justicia, la que juzgo a Túpac Katarí, que no se podía esperar ningún resultado que amortiguase el destino del caudillo, considerado como enemigo número uno de los españoles y semi-blancos.

Las urgencias del régimen colonial eran grandes al finalizar el año 1781. Le corría prisa para destruir rápidamente la insurgencia indígena, restablecer la tranquilidad, someter a la masa campesina y obligarla al trabajo de la tierra para conjurar el peligro del hambre y de la escasez. José de Reseguín y Sebastián Segurola obraron de inmediato, guiados por este criterio, que además, no era suyo, sino que provino de los virreyes del Río de La Plata y Lima, Vertiz y Jaúregui, respectivamente.

La llegada de Túpac Katari al pueblo de Peñas fue recibida con gran algazara por las fuerzas españolas y los curiales que acompañaban al ejército, verdugos de la justicia colonialista que no les iban en zaga a los del Santo Oficio de la Península, maltrataron y torturaron al infeliz caudillo caído, antes del proceso y durante el juicio. De ahí que la sentencia que dictó el Oidor Tadeo Diez de Medina, a los dos días de la captura del caudillo indígena, no sea sorprendente. Se le acusó de los crímenes más monstruosos, y la sentencia basó su fallo en esas acusaciones unilaterales.

En el texto del documento se afirma que la “calidad y naturaleza de los delitos” de Julián Túpac Katari lo muestran como “infame, aleve, traidor, sedicioso, asesino y hombre feroz o monstruo de la humanidad en sus inclinaciones y costumbres abomínales y horribles”.

La pena elegida para Túpac Katari era también la que se había aplicado a José Gabriel Túpac Amaru, en el Cusco.

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