Una final en la despensa

Sergio Apaza, entrenador de fútbol


San Lorenzo tenía la posibilidad de guardarse la final de la Copa Libertadores en la despensa, lo cual le dio tranquilidad y confianza para afrontar el partido de vuelta, en La Paz.

Un partido en el que volvieron a aparecer todos los fantasmas del pasado reciente de Bolívar. De aquella dura derrota que recientemente ha sufrido contra San Lorenzo, los goles de Más, la magia de Rogmanoli y Piatti, la eficacia de Mercier y Ortigoza, todo eso volvió al Siles y cuando no aparecía el gol la sensación de “miedo escénico” volvió, pero en contra de Bolivar. Esa escena con un San Lorenzo sin ser superior futbolísticamente, pero dominando el partido sin la tenencia del balón, ya la habían vivido en Buenos Aires y volvió a producirse. En todo caso, Bolívar, en su búsqueda desesperada terminó siendo un abuso del pelotazo, un arrebato a la razón del fútbol bien jugado y mejor pensado. Atacaron sin orden ni variantes, Córdova y Chávez se pisaron porque son del mismo perfil, los laterales volantes tampoco se acoplaron para darle amplitud a la subida por sorpresa, Tenorio hacia lo que podía, de a ratos como un asistidor ante el enganche ausente y saliendo hacia las bandas, con alguien que lo asista puede demostrar todo el potencial que tiene. ¿Arce y Callejon? Los dos, cada uno por su costado y sólo por allí, carentes de sorpresa, quedaron siempre obligados al uno contra uno, y así, el centro se presentó como única medida. Sin duda una pésima receta para vulnerar a un rival que en el segundo tiempo se sintió cómodo. San Lorenzo jugo como Bauza quiere y se siente más cómodo, regalando la iniciativa al rival, bien parado en zona dos, los cuatro del fondo nunca pasaron la mitad de la cancha, pero sabía que meterse muy atrás podía complicar el partido y recibir un gol hasta de casualidad, se manejó muy bien jugando de contra, con Blandi peleando todas, sólo arriba, y a veces, muy pocas, acompañado por Piatti o Romagnoli.

Bolivar, no jugó mal, es cierto que no pudo convertir, sin embargo hay un aspecto que debemos resaltar, es que todos los jugadores de la Academia sin excepción, dejaron la piel en el campo de juego, suele pasar que el futbolista se frustre por lo que no le sale, y hasta por lo que no sabe. Quizás Bolívar venía jugando un partido confuso, caótico, equivocado por la ansiedad, pero siempre tuvo el coraje de reponerse cuando se había equivocado. Porque lo que no le había faltado nunca, en definitiva, es la decisión de ganar el partido. Eso demuestra la capacidad de un equipo. Siempre siguió conectado hasta conseguir el gol, aunque no el premio mayor.

 
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