[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Fachadas del nuevo colonialismo


Como parte del prolífico ideario que expuso el Papa Francisco en su visita a Bolivia, sostuvo que existe un nuevo colonialismo de distintas fachadas. Identificó a uno de ellos como la pretensión de imponer pautas alienantes de consumo.

En el país está ocurriendo algo o mucho de ello. Resulta impresionante que en 2014 haya constituido el 60% de la composición del Producto Interno Bruto (PIB), según los informes oficiales.

En otras economías, lo habitual es que la industrialización ocupe esa posición, porque tiene la capacidad de utilizar las materias primas nacionales, sostiene y crea puestos de trabajo. En general, moviliza la totalidad de la economía.

Atenerse sólo al consumo como factor esencial del crecimiento del PIB no es lo mejor. Esto puede explicarse y hasta justificarse que suceda entre los países ricos, pero no en aquellos que todavía se encuentra en desarrollo, como es el caso de Bolivia.

La cuestión tiene incluso alcances paradójicos. Como quiera que la mayor porción de los recursos nacionales no se la industrializa, consiguientemente no es susceptible de ser consumido o usada directamente por la población.

El fenómeno tiene, empero, cierta explicación. El consumo nacional está sustentado básicamente por las importaciones. En el último tiempo, estimulado también por las modificaciones cambiarias en países vecinos.

De acuerdo con los estudios de la Fundación Milenio, en su Informe de la gestión de 2014, las importaciones ascendieron a 9.860.8 millones de dólares, en tanto que las exportaciones fueron de 12.881.8 millones, o sea que hubo una diferencia de sólo 2.991.8 millones.

Pese a que las exportaciones del año pasado han sido ligeramente inferiores a las de 2013, por la caída de los precios internacionales (12.881.8 millones), las importaciones subieron porcentualmente en 2014 en el 31 por ciento.

La importación de bienes intermedios en 2013 fue de 5.130.9 millones y en 2014 ascendió a 5.618.6 millones; las de bienes de importaciones de capital fluctuaron entre 2.090.7 millones y 2.521.6 millones; y los bienes de consumo se elevaron de 1.510.9 millones a 1.709 millones.

Las importaciones de bienes intermedios, que representan el 57 por ciento del total importado por el país, en 2014 subieron en el 9,5 por ciento, debido a la mayor compra de carburantes –gasolina, diésel y GLP.

Llama a preocupación, en todo caso, que las importaciones de bienes de consumo hubieran subido en el 17,3 por ciento, de los cuales los artículos de consumo durables aumento en 12,7 por ciento, en tanto que los no durables, con son los alimentos y bebidas, crecieron en el 14 por ciento.

En este recuento, sin embargo, es destacable que en las importaciones de bienes de capital se registró un ascenso muy valorables, en cuanto a montos, aunque en porcentaje han sido similares. Esto es que en 2013 tales importaciones fueron por 1.510 millones y en 2014 de 1.709.9 millones, pero en lo porcentual coincidieron en ser del 25,6 por ciento.

Estos datos justifican la inquietud del sector industrial del país, en un caso por el aumento en la importación de bienes de consumo y, por el otro lado, el creciente aumento del contrabando. Por ambos hechos, el efecto que causa a la industria es que no coloca en el mercado siquiera todo lo que produce al año, sino que no puede crecer.

Peor aún, desalienta la apertura de nuevos emprendimientos empresariales y no permite el crecimiento del empleo, ni siquiera al ritmo del crecimiento demográfico anual que tiene Bolivia. El resultado de ello es que Bolivia queda rezagada en su progreso industrial, lo cual resulta ser no sólo preocupante, sino el justificativo para su rezago en el crecimiento económico sostenible.

A ello se suman las restricciones que el Gobierno aplica al sector agroindustrial de Santa Cruz, que, en buenas cuentas, es la verdadera despensa de los bolivianos. Algunos sectores productores, después de satisfacer la demanda interna, quedan con saldos que tienen frenos o dificultades para exportarlos. La causa principal, los cupos que a capricho impone el gobierno a sus ventas al exterior.

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