[Luis Antezana]

Anticapitalismo oficial es anticonstitucional


El Presidente del Estado, primer ciudadano y máxima autoridad del país, casi a diario predica una posición política anticapitalista a ultranza, con el objetivo, abierto o encubierto, de establecer un régimen socialista. Sus proclamas son escuchadas en actos públicos, el Palacio de Gobierno, el Órgano Legislativo, capitales provinciales y aun en los últimos rincones del país. También lo hace en universidades europeas, organismos internacionales como Naciones Unidas, OEA y otros y no pierde oportunidad para repetirlos en Washington, París, el Vaticano, Caracas y otras capitales.

Sin embargo, esa actitud puede ser objeto de observación desde diversos puntos de vista, a tomar en cuenta por consideración a la dignidad nacional, el buen criterio y aun la lógica.

En primer lugar, se puede decir que esos discursos van en contra del espíritu de la Constitución Política del Estado, Constitución que él mismo auspició luego de reunir una Asamblea Constituyente. Además, fue enseguida promulgada por el mismo Presidente con su puño y letra y respaldada por un referéndum.

El discurso presidencial va contra la Constitución, porque ésta no es anticapitalista. Más propiamente el Presidente adopta una posición contraria a la Constitución, pues ésta no tiene una palabra anticapitalista, vale decir que, en esa forma, quien precisamente estaba obligado a cumplir lo que él mismo propuso y firmó, no cumple (Art. 13).

Si la CPE señalase como objetivo el anticapitalismo, sería lógico que el Presidente se estrellara contra ese objetivo, pero como la Constitución no señala esa meta, ni muchísimo menos, es por demás natural concluir que está predicando en sentido contrario a su posición oficial y haciendo valer su actitud personal. Es más, el mismo mandatario la mandó preparar y a la que juró cumplir y hacer cumplir (Art. 172) en las varias oportunidades en las que asumió el mando del Estado.

Ahora bien, en caso de que la CPE fuese realmente socialista, el mandatario estaría obligado a cumplirla, pero si en esas circunstancias se declarara partidario del feudalismo, el capitalismo o el fascismo, como hace con el término socialismo, sin lugar a duda sería objeto de inmediata revocatoria o un golpe de Estado, reacción que no se ha producido por la desorientación de los partidos residuales que medran en el ambiente político.

Vayamos más allá, pues, cuando más se entra al bosque, más leña se halla. Si el gobierno de Evo Morales en realidad estuviese construyendo con hechos y no solo de palabra el socialismo, sería normal que su discurso siga el mismo sentido. Pero la realidad no es así. En efecto, el tipo de desarrollo económico que existe en el país es en absoluto capitalista y de ninguna manera socialista. Es más, se aplica no solo el capitalismo, sino el capitalismo más salvaje que se pueda imaginar y que no se conoció ni en Inglaterra y Europa, cuando ese sistema estaba naciendo hace 200 años.

Ese capitalismo que se desarrolla en el país al amparo del Gobierno está garantizado por la Constitución y las políticas de Estado aplicadas a diario, aunque éste hace una cosa y dice otra. Con esa doble conducta de decir una cosa y hacer lo contrario, en alguna oportunidad el mandatario se proclamó “marxista-leninista”. Pero también esa actitud es inconstitucional porque la CPE nada tiene en absoluto de esa ideología ni tiene la política económica que desea el Gobierno, que solo es el aparato administrativo encargado de cumplir la Constitución.

Al respecto, pareciera que ese anuncio fue hecho como provocación para que Bolivia fuese expulsada de Naciones Unidas, la OEA y otras, como ocurrió con Cuba cuando Castro se declaró seguidor de esa ideología, reacción que, sin embargo, no se produjo con Bolivia por haber sido considerada artificial e irreal y, más bien, fue objeto de indiferencia y hasta ridículo.

Hay algo más importante. La realidad histórica boliviana es lo único que vale y ésta es que se desarrolla en forma capitalista. Es tan real como cuando llega la pubertad a un adolescente. No puede ser negada, evitada, desviada y menos ignorada, a no ser de caer en la ideología populista, cuyo resultado final es antisocialista y más a la corta que a la larga, capitalista, pues ignora que el capitalismo en su “infancia” es un sistema progresista, pese a sus contradicciones y dificultades, como la corrupción generalizada, o la carencia de principios y valores.

Finalmente, se debe decir que Bolivia no sufre actualmente tanto de capitalismo como por falta de capitalismo y debido a que ese proceso está frenado por grandes saldos legales y políticos, sueños utópicos.

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